CÓMO DEBES CONDUCIRTE - Parte 4

 Se un padre-nodriza

Los ministros entrenados por pastores fuertes, aman a los hombres poderosos de la Biblia, disfrutan los detalles de la doctrina y odian la posibilidad de que la religión falsa pueda distorsionar su cargo. (¡Quiera Dios que estos cuatro factores fueran verdaderos para todos Sus ministros!) Tales hombres pueden pensar que pastorear es predicar fuego y azufre. Pueden pensar que la clave radica en el liderazgo autoritario o en el desarrollo intelectual de los seminaristas. Pero, ¿qué dice nuestro Capitán? ¡Para complacer al Señor Jesucristo, debes convertirte en una nodriza! Aunque Moisés se quejó de vez en cuando, definió su trabajo de cuidado de su iglesia en el desierto como llevarlos en su seno como lo haría la que cría al que mama (Nm 11:12). El Señor Jesús es el ejemplo perfecto, porque reunió a los corderos con su brazo, los llevó en su seno y con cuidado guio a las que estaban encinta (Is 40:11). Pablo, el apóstol más doctrinal y poderoso que nunca hubo, describió su conducta ministerial como la cuidar a los creyentes como una nodriza cuida a sus lactantes (1 Ts 2:7). Y también lo describió como un padre exhortando, consolando y alentando a sus hijos (1 Ts 2:11). Qué combinación, al igual que Moisés, describió el ministerio como la tarea de una nodriza. Aquí está la atención, la compasión, el amor, la piedad y el servicio exaltados. ¡Aquí se exalta la dedicación, la previsión, la paciencia y la protección! Si un hombre no puede empatizar, simpatizar y cuidar concienzudamente a cada santo que conoce, no está calificado para el ministerio, no importa cuán creativa, profunda e impresionante sea su predicación. Un padre-nodriza proporcionará todo lo que un lactante necesita para ser feliz, desarrollarse adecuadamente, estar seguro y lograr el éxito final. La naturaleza de los niños, las nodrizas y los padres puede enseñar mucha sabiduría piadosa para el ministerio. ¡Oh, hombre de Dios!: ¿Puedes consolar gentilmente a los débiles; advertir a los rebeldes por enésima vez; empatizar con el abatido? ¿Percibes el miedo no expresado? Identificas las consecuencias a diez años de distancia para la conducta de hoy? ¿Esperas pacientemente a que la persona reservada se abra? ¿Elogias las obras realizadas por un cristiano con talento? ¿Disciplinas sólo cuando es necesario y con afecto? ¿Das afecto físico y verbal a los necesitados? ¿Sabes qué recomendar a los espiritualmente desalentados? ¿Te ganas la confianza de los jóvenes y de los ancianos por igual? ¿Mantienes el respeto de tus pares a pesar de las faltas obvias? ¿Sabes corregir y reprender al mismo tiempo que haces sentir bien a tu oyentes al respecto? ¿Los escuchas mejor que nadie en sus vidas? ¿Respondes a los desafíos sin miedo o ira? ¿Lideras y gobiernas desde una base de poder invisible? ¡Que la gracia del Señor Jesucristo te haga un hombre valiente con el corazón de un padre-nodriza!

El obrero es digno

Sin bueyes el granero está vacío (Pr 14:4). Sin un pastor a tiempo completo, la iglesia languidecerá (1 Ti 4:13-15). Pero un buey debe comer, por lo que el pastor debe ser alimentado (1 Co 9: 9-11). Los verdaderos soldados de Jesucristo son siervos de tiempo completo y totalmente sostenidos por la congregación (2 Ti 2:4). Los soldados no sienten culpa por ser pagados, y tampoco la deben sentir los siervos de Cristo (1 Co 9:7; 1 Ti 5:18). De hecho, los hombres trabajan más cuando se les paga generosamente, como enseña la naturaleza. El Señor ordenó que los levitas recibieran el 120% del ingreso anual de las otras doce tribus (Nm 18:20-21). No es conveniente para una iglesia mantener a su pastor pobremente, dándole apenas lo suficiente. El Señor equilibrará la balanza para él, si es necesario. Toda la iglesia perderá si el hombre de Dios se distrae debido a sus finanzas. El oficio de pastor no es de medio tiempo. El hombre debe entregarse enteramente a la lectura, a la exhortación y a la doctrina para que sea provechoso (1 Ti 4:13-15). Solo el estudio de tiempo completo encuentra la aprobación de Dios y salva de la vergüenza (2 Ti 2:15). Y esto es demasiado demandante y requiere mucho tiempo para ser hecho al final de una jornada ordinaria de trabajo (Ec12:12). Es el deber de la iglesia apoyar financieramente a su pastor, para que él pueda dedicar su tiempo al estudio y a la oración (Hch 6:1-4; Gl 6:6). Y si hace bien su trabajo, se merece el doble de compensación (1 Ti 5:17). Algunas iglesias tacañas le han hecho mucho daño al reino de Dios, por no hablar de los pobres y sus familias. Responderán por ello ante Cristo Jesús. El fruto y el crecimiento dependen del esfuerzo diligente del buey del Señor (Esd 7:6; Mt 13:52; Lc 13:6-10). Y el obrero motivado trabaja más duro que el desalentado (2 Cr 31:4). Aunque desagradable de hacer, se le debe enseñar a la iglesia este serio deber, y se le debe enseñar los beneficios obvios. Estos puntos son parte de todo el consejo de Dios para beneficio de los santos (Hch 20:20,27). Es un excelente intercambio que los miembros de la iglesia apoyen a un siervo dedicado y dotado para que vaya a Dios y a Su palabra en lugar de ellos (Gl 6:6; 1 Co 9:11). El tema debe ser enseñado, pero es raro que se haga. Puede incorporarse a estudios más amplios, como Economía Bíblica; o puede darse por casualidad mientras se expone 1 Corintios. Pero los hábitos del ministro deben justificar la predicación sobre dar y recibir compensación. ¿Cómo? Primero debe buscar el progreso financiero de los miembros, alabar a los generosos, trabajar más que cualquier otro en la iglesia, ser escrupulosamente honesto financieramente, estar continuamente agradecido; vivir frugalmente, y ser un siervo constante. Si vive la vida austera de un verdadero ministro del Señor y graciosamente predica los deberes inspirados de tal, los verdaderos santos harán lo que sea necesario por él, y mucho más.

Conoce tu oficio

Debes conocer los requisitos y los deberes ordenados por Dios para tu cargo. Los atletas son coronados sólo si obedecen todas las reglas, y los soldados ministeriales deben servir a su Capitán de acuerdo a Sus reglas (2 Ti 2:4-5). Solo dos oficios se mencionan en el Nuevo Testamento para nuestros días: el pastor y el diácono (Fil 1:1; 1 Ti 3:1-13). Ambos requieren ser ordenados por al menos un pastor (Tit 1:5; Hch 6:3,6; 1 Ti 3:8-13). La gran ramera agregó papas, cardenales, arzobispos y sacerdotes; pero estas son invenciones abominables (Ap 17:1-6). Las hijas protestantes de Roma conservaron cargos extra-bíblicos, como arzobispos y sacerdotes. Los presbiterianos, y los bautistas que los copian, crearon un oficio llamado anciano gobernante”, una posición no docente que ayuda al pastor a liderar, pero que afirman que es superior a la de un diácono. Si “los que administran” de 1 Corintios 12:28 justifica esta posición, entonces está por debajo de “los que ayudan” y justo por encima de “los que tienen el don de lenguas”. “Anciano” es un designación general para hombres mayores (1 Ti 5:1; 1 P 5:5) o líderes y administradores de todo tipo (Gn 50:7; Esd 5:5; Hch 4:8, Ap 19:4). Pedro se llamó a sí mismo “anciano”, aunque era apóstol (1 P 5:1). Y Juan se llama a sí mismo “anciano”, refiriéndose a su edad u oficio apostólico (2 Jn 1:1; 3 Jn 3:1). Apartarse de la terminología bíblica es peligroso, y el vago título de “anciano” puede distorsionar el oficio del pastor. Si tienes una ordenación del Nuevo Testamento, eres pastor o diácono. Si eres un pastor, entonces eres el líder y el maestro de una iglesia. La Biblia no distingue entre ancianos que lideran y ancianos que enseñan– el mismo hombre de Dios hace ambas cosas (He 13:7; 1 Ti 3:2,4-5; 5:17). Los diáconos atienden las necesidades financieras y logísticas que distraen al pastor de sus deberes de lectura, exhortación y doctrina; no necesitan ser aptos para enseñar, porque no enseñan (Hch 6:1-6; 1 Ti 3:8-13; 4:13-15). Los ancianos que gobiernan una iglesia con el pastor tienen un oficio no definido en el Nuevo Testamento. Los predicadores itinerantes que llenan los púlpitos de otras iglesias casi tanto como lo hacen en casa han inventado su rol (2 Co 10:12-16). Los llamados evangelistas, que visitan una iglesia diferente cada semana para los “avivamientos”, no se parecen en nada a sus homónimos del Nuevo Testamento; y son una desgracia con su predicaciones entretenidas, que carecen de sustancia o de cualidades para resolver problemas. Un pastor es el obispo y maestro de una iglesia, que es un oficio (Ef 4:11). La palabra pastor se refiere a su trabajo. Es el sub-pastor responsable de apacentar las ovejas de Cristo, con conocimiento y entendimiento (Jer 3:15; 23:1-2). La palabra maestro se refiere a sus deberes de estudiar y explicar la palabra de Dios. (Neh 8:8; 2 Ti 2:15; 4:1-2; Tit 2:15;3:8). Todo hombre debe considerar sobriamente su oficio y deberes, a fin de que pueda trabajar celosamente de acuerdo con las leyes del Señor Jesucristo para ese oficio.

Enfócate en los jóvenes

David dijo a sus hijos: “Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré” (Sal 34:11). Salomón le dijo a su hijo: “Dame, hijo mío, tu corazón” (Pr 23:26). Juan el Bautista reunió a padres e hijos para preparar al pueblo para el Señor (Mal 4:5-6; Lc 1:17). El Señor Jesús animó a los jóvenes creyentes a venir a Él (Mt 18:1-6). Pablo tomó al joven Timoteo y lo entrenó para convertirlo en su suplente ministerial (Hch 16:1-3; Fil 2:19-22). Juan se dirigió a los niños, jóvenes y padres (1 Jn 2:12-14). El futuro de una iglesia es pronosticado por su juventud. El carácter del pastor y del pueblo se mide por su juventud. Revela cómo los padres han instruido a sus hijos, y cómo el pastor ha formado a los padres y a los hijos. Los padres deben educar a los hijos en el conocimiento y la amonestación del Señor, y los pastores deben instruir a ambos (Ef 6:4; 4:11-16). Mientras que la mayoría de las iglesias de hoy entretienen y halagan a su juventud con carnalidad y transigencia, tú debes procurar perfeccionar a la juventud bajo tu cuidado. El objetivo no es entretenerlos. El objetivo es edificarlo e instruirlos. Si bien los padres son los principales responsables de la formación de los hijos, lo que hace que la formación de los padres sea muy importante, existe la necesidad de enseñar a los jóvenes más allá de lo que harán los padres. El enamoramiento con los niños que conducen a bautismos casi infantiles no es el punto. Se cauto y metódico en la instrucción para el bautismo de niños, para que no bautices a los que no tienen buena conciencia ni fruto. Ya que no encontramos “pastores de jóvenes” en la Biblia, el hombre de Dios es responsable de la juventud, incluso si otros hombres ayudan en la enseñanza. Si un ministro es demasiado “elevado” para relacionarse con su juventud, está demasiado alto para su propio perjuicio. Necesita humillarse y bajar. En unos pocos años, los niños de hoy serán los abuelos del mañana. Exalta esta perspectiva a largo plazo e invierte en las generaciones futuras. La vanidad de la juventud y las grandes tentaciones te obligan a trabajar duro para preparar, proteger, advertir, recuperar, y perfeccionar a los jóvenes de tu iglesia. Deben casarse en el Señor, y deben educar a los futuros hijos en el Señor. Tú debes ayudarlos a recordar a su Creador en su juventud (Ecl 12:1). Puedes predicarle a los jóvenes en casi cualquier asamblea, y puedes enfatizar esto periódicamente, incluso en asambleas de todas las edades. Y abordarlos estos temas específicamente en una reunión de jóvenes te permite enfocarte aún más en ellos.

No hagas nada con parcialidad

El hombre de Dios debe ser escrupulosamente justo, imparcial y equitativo. Debe aplicar la justicia por igual a cada miembro; debe servir a cada miembro con igual aplicación del amor ministerial. ¡La advertencia es severa! Pablo escribió a Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad” (1 Ti 5:21). ¡Qué mención de nombres importantes! ¿Te llama la atención Pablo y el Espíritu Santo? No puedes preferir a un miembro por encima de otro para dedicarle tu tiempo, tu esfuerzo, tu energía, tu ayuda, tu protección, tu misericordia, etc. ¡Nunca muestres parcialidad en el desempeño de tu trabajo! Se el más justo hombre de Dios en la tierra! Esta advertencia se aplica particularmente a los asuntos financieros y a la disciplina, ya que así lo muestra el contexto (1 Ti 5:1-20). Si bien es natural ser más compatible y afectuoso con algunos que otros, y aunque algunos pueden necesitar más ayuda temporalmente que otros, aún debes ser conocido por la máxima equidad y objetividad desinteresada en tu cargo. Tú representas al gran Dios, y no hay lugar para los favoritos personales, la protección de amigos o simpatizantes, la acepción de personas o el comprometer la justicia. La equidad, la integridad, la rectitud y la verdad deben ser tu ambición. ¿Te ofendes ante la idea de un soborno para comprometer el juicio, pero transiges en algo con tus seguidores más entusiastas, leales y generosos? Los hombres fieles en el ministerio nunca se conmueven por el rico o el pobre, el amigo o el enemigo, la mayoría o la minoría, el vecino o el extraño, el joven o el anciano, el dador o el receptor, el hombre o la mujer, la familia o el peregrino, el blanco o el negro. Los hombres fieles en el ministerio son intensamente celosos de ser justos en todos sus tratos con todas las personas. ¡Dios ha hablado! (Ex 23:1-9; Lv 19:15; Dt 1:17; 16:19; 2 Cr 19:6-7; Sal 18:5; Stg 2:1-4) Por supuesto, los miembros de la iglesia variarán en cada medida posible de santidad, pero debes mirar sus almas como si todos estuvieran igualmente necesitados de tu amor, liderazgo y servicio. No dejes que la amistad personal con alguien altere tu conducta ministerial. En todo caso, se más severo con la familia, los amigos, y los simpatizantes. ¡Deben aceptarlo, y tú quieres ser conocido por ser así! Dile por adelantado a tus más generosos simpatizantes y demuéstrales con acciones a lo largo del tiempo que su generosidad nunca te hará transigir con tus convicciones. Gánate la confianza de tu iglesia. Dales la máxima confianza de que no haces acepción de personas cuando se trata de ayudar, servir, liderar, enseñar y proteger.

Redime el tiempo

El tiempo detiene a todo hombre de Dios. Lo detiene en sus estudios; lo detiene cuando una reunión debe terminar, y lo detiene cuando muere (Ecl 12:12; Sal 127:2; He 11:32; 2 Ti 4:6). En lugar de partir y estar con Cristo, que es mucho mejor, prefiere quedarse y trabajar por los elegidos de Dios (Fil 1:21-26; 2 Ti 2:10). Trabaja con ahínco para hacer todo lo posible antes de partir (Ec 9:10; 2 P 1:12-15). Sabe que no puede declarar la verdad en el sepulcro (Sal 30:9; 88:10-12; Is 38:18). Cada asamblea, conversación, prédica y oración es una oportunidad. Saborea cada una. Así que tú, considera cada hora de estudio como un privilegio: explótala. No puedes recuperarla una vez que se ha ido; y vas a dar cuenta por ella (Ro 14: 10-12). Aplícate tanto al trabajo ministerial como te sea posible. ¡Pronto tendrás un largo descanso! Debes redimir el tiempo, volver a comprarlo, intercambiando otros usos por labores ministeriales (Col 4:5). El tiempo es tu bien más preciado. Ya que el pastor generalmente no tiene que rendir cuenta de su tiempo, es fácil ser perezoso y desperdiciarlo. Pero los días malos y peligrosos están aquí, el mal seductor está peor que nunca, la venida del Señor está cerca; no hay tiempo para la vida ministerial perezosa (Ef 5:16). Mantén un sentido de urgencia, como lo hacen los hombres productivos en el trabajo del mundo. Los hombres trabajan mejor cuando se les paga más por producción que por tiempo. Sé como ellos. El Señor no recompensa por tiempo servido: Él recompensa a los que soportan penurias y amarguras, los que son trabajadores en Su nombre y en Su obra (Mt 25:14-30). Supera a todos los que conoces, como Pablo superó a los otros apóstoles (1 Co 15:10). Mantén un calendario. Presiona por productividad, no solo por tiempo invertido en el estudio. Presiona por el efecto en tus oyentes, no solo por el tiempo en el púlpito. Presiona para producir convicción, no sólo por el tiempo en la conversación. Hablar es inútil, a menos que sea acerca de algo productivo. Hay 168 horas en una semana: puedes tener la atención de tus oyentes durante 3-4 horas, o alrededor del 2% de su tiempo. Debes hacer que cuente. Cada reunión debe estar llena de intensa adoración, instrucción y compañerismo. Debes orar por cada reunión y cada oyente. Predica mientras la mayoría puede concentrarse, y acorta cualquier serie de sermones para no aburrir a tu audiencia o desperdiciar tiempo precioso. Sé consciente, también, del tiempo de los demás. Porque tu trabajo permite mayor flexibilidad horaria de la que tienen otros, no supongas que pueden hablar cuando tú puedes hablar, o siempre y cuando tú lo quieres. Se sensible a sus necesidades, demandas laborales y circunstancias físicas y familiares.

Cultiva la sucesión ministerial

Los padres perpetúan la verdadera adoración de Dios a través de los hijos, y la Biblia enumera hasta cinco generaciones (Dt 6:4-9; Sal 34:11; 78:1-8; Is 38:19; Jer 35:1-19; Joel 1:1-3; Ef 6:4). Pero la iglesia es el columna y baluarte de la verdad, y los misterios del evangelio son perpetuados en la tierra por el iglesia y sus ministros (1 Ti 3:14-16). El contexto de esta declaración son las calificaciones para pastores (obispos) y diáconos (1 Ti 3:1-13). Pero el cumplimiento preciso es a través de los predicadores-pastores, quienes están ordenados para transmitir la verdad de Dios de una generación a la siguiente (Mal 2:7; 1 Co 2:1-13; Ef 4:11-16). Los levitas y los sacerdotes mantuvieron la verdad y el culto de padres a hijos (Éx. 27:21; 29:9; Nm 3:10; Dt 18:5). Pero en el Nuevo Testamento es de padre ministerial a hijo ministerial, a la manera de Pablo a Timoteo y Tito (Fil 2:19-23; 2 Ti 1:2; Tit 1:4). Debes elegir a estos hijos reconociendo la mano de Dios sobre ellos por sus habilidades, fidelidad y fecundidad (Ex 31:1-11; Hch 15:36-41; 16:1-3). Los hombres no deben elegir este cargo como otras carreras. Las pruebas de aptitud o las opiniones de los consejeros de carrera no significan nada en absoluto (He 5:4). Todo hombre debería desear el oficio, pero esto no prueba nada acerca de una llamada (Ex 4:1-17; Jer 1:6; 1 Co 9:16-17; 12, 31; 1 Ti 3:1). La habilidad, el carácter y el fruto son la clave. Pablo mandó a Timoteo que le encomendara su labor de enseñanza de la Palabra a otros hombres fieles, quienes a su vez podrían enseñarle a otros (2 Ti 2:2). Aquí están cuatro generaciones de predicadores, comenzando con un apóstol, quien fue escogido personalmente por Jesucristo. Las cosas precisas que Pablo enseñó públicamente fueron transferidas a través de Timoteo, y sus sucesores la transmitieron a la actualidad. Esta es la sucesión ministerial, y es el método escogido por Dios para perpetuar el evangelio en todas las eras. Los jóvenes bajo tu cuidado con vocación ministerial (no deseos) deben ser objeto de especial afecto, cuidado y oración. Debes alentarlos a estudiar agresivamente la Palabra de Dios, a vivir una vida santa, a tener matrimonios y familias ejemplares, y a tener plena asimilación de tu enseñanza. Instrúyelos a memorizar, a responder preguntas, a relacionarse con extraños, a hacer un seguimiento de los visitantes, a exhortar a los hermanos, a orar y a enseñar de vez en cuando. Debes encontrar a los hombres llamados por Dios que defenderán fielmente, enseñarán y transmitirán lo que tú les has enseñado (2 Ti 3:14; Tit 1:9). Morir sin ordenar un sucesor es romper la cadena del evangelio, a menos que el Señor Jesucristo te niegue el oportunidad al no proporcionar tales jóvenes. Ora por este glorioso privilegio (Lc 10:2).

Se exacto acerca de las palabras

Moisés le dijo a Israel, y Jesús le dijo al diablo, que el hombre debe vivir de cada palabra de la boca de Dios (Dt 8:3; Lc 4:4). El sabio Agur declaró que toda palabra de Dios es pura (Pr 30:5). Nunca encontrarás algo más dulce (Jer 15:16). Si Israel y los hombres en general requieren toda Palabra de Dios, ¡cuánto más el hombre de Dios, que es el guardián y dispensador de las palabras de Dios! (Mal 2:7; 2 Ti 2:15) En estos tiempos peligrosos, cuando las nuevas versiones alteran muchas o la mayoría de las palabras de las Escrituras, debes ser inflexible para defender y enseñar cada una de ellas. Job estimaba más las palabras de la boca de Dios que su alimento necesario (Job 23:12). ¿Qué tan importantes son para ti? ¿Cómo puedes sinceramente contender por la fe una vez dada a los santos, a menos que seas vigilante y apasionado por cada palabra? (Jud 1:3) La serpiente antigua añadió una palabra en el Edén, y condenó a nuestra raza al infierno (Gn 2:17; 3:4). El Señor Jesús enseñó el valor y la validez de las jotas y las tildes: la letra y el signo más pequeños en hebreo. Jesús y Pablo argumentaron sobre doctrina a partir de una sola palabra, y tu ministerio debería copiar el de ellos (Mt 22:32,43; Jn 8:58; 10:35; Gl 3:16; 4:9; He 8:13; 12:27). Pero Pablo declaró que había muchos en su día que corrompían la Palabra de Dios (2 Co 2:17). La integridad interna de la obra maestra inspirada de Dios depende de cada palabra: altera una y corromperás el todo. La edad de Ocozías es 22 en un lugar y 42 en otro para el mismo evento, pero la reconciliación explica la ausencia de tres reyes en la genealogía de nuestro Señor (Mt 1:8). Aunque expliques “todos los males” en 1 Timoteo 6:10 como todo tipo o clase de mal, sin embargo, debes defender “todos”, porque es esta referencia cruzada la que proporciona el sentido para 1 Timoteo 2: 4 y 2:6. Creemos que Dios ha preservado la versión en inglés (KJV) y la ha confirmado con fruto durante 400 años, así que son las palabras de este texto las que defendemos. No existe ningún texto hebreo o griego en el que podamos confiar tan fácilmente, y no puedes relacionar sus palabras internamente con tanta confianza. Es nuestro deber leer atentamente la Palabra de Dios, dar el sentido o interpretación de las palabras, y hacer que nuestros oyentes entiendan la lectura en su idioma (Neh 8:8). Nunca prediques sobre el Biblia: ¡predica sus mismas palabras! De hecho, aprende a hablar y pensar sus sanas palabras (2 Ti 1:13). Las palabras de Dios son como un martillo y fuego; son como el trigo comparado con la paja (Jer 23:28-32). Mientras amas, aprendes y predicas las palabras de Dios, no te esfuerces neciamente por las habladurías vanas (2 Ti 2:14-18). Dios ha hablado, ¡eso lo resuelve! No te preocupes por las definiciones del diccionario, confía en el uso de las palabras por el Espíritu (1 Co 2:13). El Señor Jesús te mostró cómo definir la palabra “prójimo”, y así tú también debes usar el contexto inspirado grande y pequeño para definir las palabras de Dios (Lc 10:29).






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