CÓMO DEBES CONDUCIRTE - Parte 5
Enfatiza a los hombre y los niños
Concéntrate en los hombres y niños. La religión falsa a menudo enfatiza a las mujeres y las niñas, para la distorsión y detrimento del hogar, la iglesia y la nación. La mujer es la líder espiritual en la mayoría de los hogares–¡y mira los resultados! Ellas han sido la mayoría de las maestras de escuela dominical durante los últimos 75 años, lo que nos trajo a estos tiempos peligrosos; y ellas siempre han sido el principal objetivo de la católica Iglesia. Este énfasis promueve hogares, iglesias y naciones matriarcales, que son disfuncionales y afeminadas. Satanás engañó a la mujer en el Edén, y los falsos maestros usan la misma estratagema hoy (Gn 3:1-6; 2 Co 11:3-4; 2 Ti 3:6-7). Las mujeres en general son más vulnerables al engaño que los hombres (1 Ti 2:14; 1 P 3:7). Pero las mujeres tontas–mujeres ingenuas, crédulas, ignorantes y débiles–lo son mucho más (2 Ti 3:6-7). No son los hombres quienes compran las alfombras mágicas y el aceite milagroso de Benny Hinn y otros mercachifles de la televisión. Los hogares, las iglesias y las naciones solo pueden prosperar verdaderamente siguiendo el orden dado por Dios. El hombre debe ser el líder en el hogar (Gn 3:16; 18:19; Jos 24:15; 1 Co 14:35). El hombre debe instruir a los hijos en la Palabra del Señor (Sal. 78:1-8; Is 38:19; Joel 1:1-3; Ef 6:4). Los hombres deben dirigir las iglesias (Hch 6:1-7; 1 Co 14:34-35; 1 Ti 2:11-12; 3:1-13). Los hombres deben guiar a las naciones (Ex 18:21-22). Cuando los hombres desaparecen o son castrados, es por juicio de parte de Dios (Is 3:1-8,12). Que NEA, PTA y PETA enfaticen a las mujeres y a las chicas. Los frutos destructivos de estas y otras organizaciones relacionadas son visibles desde todos los ángulos. Tú debes edificar matrimonios, hogares e iglesias fuertes; y esto se logra entrenando a hombres con mentalidad espiritual, que puedan ser los líderes virtuosos que Dios quiso. Las mujeres no son las líderes espirituales en el plan de Dios. En lugar de organizar a las viejecitas para una escuela dominical o acariciarlas con un sermón sensiblero, el hombre de Dios debe planear reuniones de hombres con contenido para edificar a los niños y a los hombres. Una iglesia fuerte del Nuevo Testamento que contiende fervientemente por la fe que una vez fue entregada a los santos necesita un núcleo de maridos, padres y líderes fuertes para proveer y proteger a la iglesia. Las mujeres piadosas aman el énfasis en los hombres, porque saben que es correcto y que, en última instancia, las beneficiará. El evangelio de Dios predicado sin concesiones es un mensaje masculino, que atrae y desarrolla a hombres piadosos. Pero las fábulas y el entretenimiento del cristianismo contemporáneo y la teología arminiana exalta a las mujeres fuera de sus roles ordenados por Dios y afeminiza a los hombres.
Aprende la verdadera humildad y el verdadero orgullo
La humildad no es bajar la cabeza, hablar bajo y lento, caminar lento, disculparse, admitir incompetencia, pedir oración en cada sermón, tener un apretón de manos de mujer, evitar nombrar pecados o insultos, o cualquier lenguaje corporal o discurso afeminado similar. Estos son a menudo acciones públicas efectuadas por un corazón deseoso de seducir (Is 58:5; Zac 13:4; Mt 6:1-6,16-18; Col 2:18). Los verdaderos hombres de Dios en ambos testamentos nunca actuaron de esta manera. Independientemente de la apariencia, la humildad es someterse a la Palabra de Dios sin temor a los hombres (Is 66:2; 1 P 5:6), y es servir a los hombres en público o en privado sin buscar la alabanza pública (Jn 13:14; Ro 12:16). La predicación dogmática de las palabras de Dios con la confianza, el entusiasmo y el celo de un corazón honesto y sincero no es orgullo en absoluto. El orgullo es rechazo a someterse a Dios y a las Escrituras, independientemente de cuán bajo inclines la cabeza o bajes la voz (1 Ti 3:6; 6:3-5). Nuestro Señor era la humildad y la mansedumbre personificadas, pero su predicación conmoción entre los hombres (Mt 7:28-29). ¡Él criticó a los fariseos, reprendió a los apóstoles y destrozó a los cambistas! ¡Él no lucía ni actuaba como la dama barbuda de los retratos y las fotos que la mayoría de las personas llaman Jesús! ¿Era Eliú culpable de orgullo por decirle a cuatro hombres mayores que no sabían de lo que estaban hablando y que él tenía perfecta sabiduría para compartir con ellos? (Job 32:6-22; 33:1-5; 34:35-37; 36:1-4) ¡No lo creo! ¿Pablo fue orgulloso por decir que trabajaba más duro que el resto de los apóstoles? (1 Co 15:10) ¿Por decir que era igual al Capitán de los apóstoles? (2 Co 11:5; 12:11) ¿Por maldecir a cualquier ángel u hombre que predicara algo diferente de lo que él predicaba? (Gl 1:6-9) ¿Por llamar a las iglesias niños necios embrujados? (1 Co 3:1; Gl 3:1) ¡No! Pablo estaba dispuesto gastar y a gastarse por los hombres, correspondieran ellos o no al amor que él les daba (2 Co 12:15). El era un humilde servidor, aunque ejerció su oficio con la autoridad que Cristo le dio (2 Co 10:8;13:10). ¡Los embajadores del alto rey del cielo no deberían arrastrarse ante los hombres en ninguna parte! Habla, exhorta y reprende con toda autoridad y que nadie te desprecie (Tit 2:15). Tal conducta de tu parte no es arrogancia, ¡es humildad para obedecer la palabra de Dios que los dirige a hacerlo! Los hombres que se inclinan, se arrastran y adulan, pero que no viven ni declaran todo el consejo de Dios, ellos son culpables de orgullo, porque no se humillarán verdaderamente ante Dios, sus palabras o su pueblo.
Desprecia la adulación ministerial
Los ministros del Señor Jesucristo no dan ni aceptan adulación. Saben que son siervos; ellos dirigen toda la honra a Cristo; saben que otros ministros son hermanos. El Señor Jesús condenó a los ministros que usaban ropa, accesorios, o asientos para distinguirse de los demás, ya que los fariseos usaban estas cosas vergonzosas (Mt 23:1-6). El Señor Jesús condenó los títulos ministeriales como Padre, Rabino o Maestro usados en Israel, así como el de Santo Padre usado para el papa, y el de Doctor, Obispo, Anciano, Reverendo o Pastor usado hoy (Mt 23:7-12). ¡Tales títulos y formas de tratamiento o saludos son innecesarios! Son una tradición de Roma que distingue entre clérigos y laicos. Sólo el nombre de Dios es Reverendo (Sal 111:9). Solo Dios debe ser llamado “Padre” en un sentido espiritual. Sólo Cristo debe ser llamado, “Rabí”, o “Maestro”. La Biblia es estricta en este sentido. El joven Eliú sabía que no debía dar títulos aduladores a los cuatro ancianos a los que se dirigió (Job 32:21-22). Todos los ministros de Cristo somos hermanos y siervos, sin autoridad unos sobre otros (Mt 20:20-28; 23:8), por eso Pedro llamó a Pablo, “nuestro amado hermano”, y Pablo llamó a Apolos y a Timoteo, “nuestros hermanos” (2 P 3:15; 1 Co 16:12; He 13:23). Pablo fue padre espiritual de la iglesia de Corinto y de Timoteo, pero ellos no lo llamaban “Padre” (1 Co 4:15; Fil 2:22). ¡El pecado son los títulos! Los sustantivos están permitidos, pero llamar la atención pública para exaltar ministros está mal. Los miembros de la iglesia deben estimar mucho a sus pastores, pero los títulos halagadores no deben usarse (1 Ts 5:12-13). ¿Por qué los miembros de la iglesia deberían llamar a alguien más que “hermano”? Si eres ministro de Cristo, eres el sirviente de Su pueblo. Si si quieres enseñarle a los niños que te respeten, diles que te llamen “hermano” junto con tu nombre. Cualquier hombre que escribe un libro, tiene un sitio web, usa membrete o tiene tarjetas de presentación, ¡debe tener cuidado! No hay necesidad de llamarse a sí mismo o dejar que otros lo llamen, “Dr. Juan Perez”, o “Reverendo Pedro Rodríguez”. Recuerda que eres, en el mejor de los casos, un siervo inútil (Lc 17:10). No hay necesidad de llamarte Doctor en Teología o en Divinidad como lo hacen algunos. ¿Por que lo hacen? ¡También podrían atarse una filacteria a la frente, echarse el cuello hacia atrás, ponerse un sombrero de Dagón y una capa púrpura y escarlata! Cuando Pablo enumeró su educación o logros ministeriales, lo hizo para corregir a los hermanos descarriados, y lo llamó necia jactancia (2 Cor 11:17). Ten cuidado con las presentaciones ministeriales. ¡La adulación es del diablo! Sillas de lujo (tronos) en un escenario no son necesarios para una iglesia. Ni los púlpitos ni las tarimas tienen valor religioso más allá de elevar a un orador (Neh 8:4-5). Los líderes musicales tienen tanto derecho a “el estrado” como cualquier obispo. Los bancos o asientos especiales para diáconos son pretenciosos y frívolos. ¿Mereces un lugar designado en el estacionamiento más que una viuda? ¡Soldado! Examina tu ministerio y desprecia cualquier cosa que huele a halago, a autopromoción o a distinción pública. ¡Tu rango en el reino de Dios depende de lo bien que sirvas, en lugar de lo bien que te sirvan o de la ropa que uses!
Deléitate en el Señor
El hombre de Dios debe deleitarse en el Señor (Sal 37:4). ¿Cómo puede exhortar a otros a amar a Dios, cuando es no es obvio que él lo conoce bien? (Job 22:21; Sal 104:34) ¿Cómo puede esperar las bendiciones de Dios en su vida y ministerio sin este prerrequisito escritural? (Is 58:14) ¿Cómo cantará en un calabozo a medianoche, a menos que el gozo de Dios levante su espíritu y su cuerpo? (Hab 3:17-19) El servicio a Dios sin gozo y alegría es inaceptable (Dt 28:47). El entusiasmo es contagioso y el entusiasmo por y para la gloria de Dios es espiritualmente motivador (Pr 28:12). ¿Te hubieras aburrido de ver a David danzar con todas sus fuerzas al trasladar el Arca? (2 S 6:12-19) David sabía que demostrar su alegría en público los motivaría a imitarlo (Sal 34:1-3; 69:30-32; 70:4; 119:74). En lugar de contratar a un líder de alabanza o adoración, tú mismo debes gloriarte en el Señor más que cualquier otra persona en la iglesia (Jer 9:23-24). Es tu deber hacer reuniones para el deleite público en el Señor (Sal 27:4; 63:1-6; 68:24;77:13), y esto incluye exclamaciones congregacionales de “¡Amén!” (1 Co 14:16). Nuestro amado hermano Pablo no podía contenerse a veces– en varios lugares de sus epístolas ocurren inspirados estallidos de alabanza (Ro 9:5; 11:33-36; Gl 1:5; Ef 3:21; Fil 4:20; 1 Ti 1:17; 6:13-16). ¿Sabe tu iglesia que te deleitas, que te alegras, que te glorías, que te regocijas, que te complaces y que encuentras gozo en el Señor? Dios es celoso de Su gloria, y es tu deber asegurarte de que Él la obtenga toda (Is 42:8; 1 Co 1:31). ¿Cómo ordenarás a tu iglesia que se regocije en el Señor, si tú no lo haces primero? (Fil 4:4; 1 Ts 5:16) Si has perdido tu gozo en Él, entonces ruega por avivamiento para recuperarlo (Sal 85:6). Necesitas que tu corazón se eleve al Señor como Josafat (2 Cr 17:6). Más que otros, tú deberías estar muy contento con contemplar el rostro de Dios (Sal 21:1-7). El don de la salvación de Dios debe poner alegría en tu corazón y risa santa en tu boca (Sal 126:1-3; Hch 13:48; Gl 6:14). Debes recordar a tus oyentes las maravillas y obras de Dios que conmueven el alma y encienden la pasión espiritual (Sal 77:11-12;145:4-12).
No temas a ningún hombre
El temor de Dios es todo el deber del hombre y un requisito previo para la sabiduría y la justicia para todos los hombres (Ec 12:13; Pr 1:7; 9:10). Pero un ministro, que representa a Dios y sus caminos a los necios y hombres rebeldes, debe temer a Dios sobre todos los demás (Ex 18:21; 2 S 23:3; 2 Cr 19:5-10). El temor de Dios es devoción total a obedecerlo y agradarle. El temor reverencial es el deseo de honrarlo y sentir terror ante la idea de ofenderlo (Gn 22:12; 39:9; Ex 20:18-21). Cuanto más teme un hombre Dios, menos teme al hombre. Un hombre que predica las Palabra de Dios en contra de los pensamientos y tradiciones de los hombres no puede temerlos a ellos, incluso cuando tienen la intención de intimidarlo para que se calle o transija. El temor al hombre es una trampa, porque atrapa al ministro en el compromiso (Pr 29:25; Jn 12:42-43). Dios advirtió a Isaías, a Jeremías y a Ezequiel que ignoraran los rostros y las palabras de sus audiencia (Is 51:7,12-17; Jer 1:8,17; Ez 2:6-7: 3:8-9). Dios protege a sus ministros de las burlar de los niños o de ser arrestados por los soldados (2 R 1:9-15; 2:23-24). Pedro salió dos veces de la prisión, y el Señor mató a su enemigo, ¡aunque era rey! (Hch 5:17-25;12:1-24) ¡No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas, dice el Señor! (Sal 105:13-15) En lugar de acobardarse, el hombre de Dios debe proclamar con valentía la verdad, sin pensar en las consecuencias (Dn 3:16-18; Mr 6:17-29). Que nadie te menosprecie, jamás, aunque seas joven (1 Ti 4:12; Tit 2:15). Y no dejes que la mayoría o la multitud influya en tu juicio (Ex 23:2; 1 R 18:22). Ya sea que los oyentes estén listos o no, no importa (Ez 2:6-7; 2 Ti 4:1-2). Una vez que los aterrorizados apóstoles recibieron el Espíritu, su audacia fue manifiesta ante todos (Hch 4:13). Pablo es tu ejemplo, y él no dejó de predicar por temor a alguno (1 Ts 2:2; 2 Ti 3:10-17). Después de todo, ¿qué pueden hacer los hombres, matar tu cuerpo? ¡Y qué! (Lc 12:4-5) ¡Sé fuerte y valiente, incluso si tienes que tomar el relevo después de Moisés! (Jos 1:1-9) ¡Desprecia la oposición de los hombres! (Hch 5:26-3;7:51;17:22-31;22:21; 24:25; 28:23-29) ¿Tu esposa se te opone? ¡David y Job son tus ejemplos! (2 S 6:20-23; Job 2:9-10) Si tienes la Palabra de Dios, tienes más que tus enemigos, maestros y ancianos (Sal 119:98-100). ¡Predica esas palabras sin miedo! ¡Tú representas a Cristo, el Señor! (1 Ti 6:13; 2 Ti 4:1)
Ayuda a la iglesia a edificarse a sí misma
Como pastor y maestro, eres un edificador de iglesias (Ef 4:12). Pablo era el sabio maestro constructor, y tú debes ser un maestro común (1 Co 3: 9-17; 1 Ti 3:15; 2 Ti 3:14-17; Tit 1:5). El edificio de una iglesia local, que es el templo del Dios viviente, está formado por las piedras vivas que son los miembros de la iglesia (Ef 2:22; 1 P 2:5). Esta casa de piedra es edificada–embellecida y fortalecida–perfeccionando y puliendo cada piedra hasta que todas brillen con el resplandor y la gloria de Cristo (Col. 1:28-29). Este es tu trabajo. Si en cambio sigues la metáfora del Espíritu de la iglesia como un cuerpo, los miembros de la iglesia son las partes del cuerpo (Ro 12:4-5; 1 Co 10:16-17; 12:12-27; Ef 5:30; Col 1:18,24; 3:15). El cuerpo se perfecciona y se hace digno de su Cabeza por el cuidadoso fortalecimiento de cada parte hasta que todas estén a la altura de la estatura de Cristo (Ef 4:13-15). Este es tu trabajo. Sin embargo, una iglesia también puede edificarse a sí misma a través del trabajo eficaz de cada coyuntura y ligamento (Ef 4:16; Col 2:19). Es tu deber enseñar y presionar a cada miembro para que cumpla el deber del Nuevo del Testamento de servirse “unos a otros” (1 Ts 5:14; He 3:12-13;10:23-25; etc.). Esto aumenta la eficacia geométricamente. Las combinaciones son sumas matemáticas de emparejamientos uno a uno en un grupo. Por ejemplo, una iglesia de 100 miembros tiene 4.950 parejas de dos personas. Las permutaciones son las sumas de las relaciones “unos con otros” en un grupo. Por ejemplo, una iglesia de 100 miembros tiene 9.900 relaciones de un miembro con otro miembro. El número de permutaciones es el doble que el de combinaciones, porque emparejar a dos personas implica a dos relacionados “entre sí”. Una iglesia de 100 miembros solo puede tener éxito en la medida en que sus miembros sean fieles en las 9.900 relaciones “unos con otros”. Debes enseñar, recordar y hacer cumplir estos deberes. La prosperidad de una iglesia y el éxito es por el cuidado y la contribución de cada miembro a todos los demás miembros, que es el suministro de cada coyuntura y el trabajo eficaz de cada parte (Ef 4:16; Col 2:19). Sólo entonces podrás darte cuenta de la la meta gloriosa que describe Pablo (Ef 4:13-16). A menudo deberás animar a los miembros a recordar y a cumplir su deber de “unos a otros”, o la iglesia será una sombra de lo que podría y debería ser. Debes oponerte al orgullo, al egoísmo, a la pereza, a los hábitos y a las zonas de confort de los miembros que les impiden perfeccionarse “unos a otros”.
Predica la palabra
Tu trabajo es “predicar la palabra” (2 Ti 4:2). Predicar la palabra es enseñar la Biblia. Esto no significa contar sueños, anécdotas, ilustraciones, chistes, poemas, canciones, cuentos, obras de teatro o presentar dibujos a tiza. ¿Cuántos colores de destacadores en sus sermones usaron los profetas o los apóstoles? Esdras leyó el libro de la ley de Dios claramente, y les dio el sentido, y les hizo entender la lectura a sus oyentes (Neh 8:8). Tal enfoque aburriría a los oyentes de hoy, pero es el método ordenado por Dios, y funciona (Neh 8:9-12). En el Sermón de la Montaña, el Señor tomó una por una las doctrinas de los fariseos y las demolió (Mt 5-7). Pablo citó siete textos diferentes sólo en el primer capítulo de Hebreos y seis en el decimoquinto de Romanos. La carne anhela falsas falsificaciones de la predicación bíblica, y los oyentes carnales deliran sobre estos sustitutos más que sobre la exposición de las Escrituras. Debes despreciar e ignorar la popularidad de los predicadores que minimizan el método de Dios para exaltar el suyo propio. Las charlas de autoayuda, de actitud mental positiva, la narración emocionante y las posturas pomposas pueden atraer a grandes multitudes, pero eso es solo prueba de que los métodos están equivocados (Lc 6:26;16:15). La verdad y su adecuada presentación nunca serán populares. Vivimos en tiempos peligrosos, cuando los llamados cristianos rechazan la sana doctrina y buscan maestros para que les rasquen los oídos y les permitan satisfacer sus concupiscencias con diversiones y fábulas (2 Ti 4:3-4). Lo que el mundo religioso o sus oyentes quieren es irrelevante. Pablo le encargó a Timoteo ante Dios y el Señor Jesús a adherirse a la palabra de Dios, porque la Escritura inspirada proporciona completamente al hombre de Dios todo lo que necesita (2 Ti 3:14-17). Y es sólo la palabra de Dios la que edifica la fe de los oyentes (Ro 10:17; 15:4). Deja que los soñadores cuenten sus sueños. ¿Qué es la paja en comparación al trigo? (Jer 23:28-32) ¡Que Dios sea veraz, pero todo hombre mentiroso! (Ro 3:4). Cíñete al método de Esdras (Neh 8:8) y deja que el Espíritu de Dios convierta a tus oyentes por Su palabra escrita y predicada (1 Co 2:1-5). Predicación es enseñanza pública–no es entretenimiento religioso realizado por un actor detrás de un púlpito para complacer a una audiencia. Siempre debe ser la enseñanza organizada, sistemática, informativa, apasionada y persuasiva la que convierta a los hombres. ¿Cómo se desarrolla esta habilidad? Se aprende devorando la palabra de Dios y meditando en ella día y noche (Esd 7:6; Pr 22:17-21; 1 Ti 4:13).
Estudia para la aprobación de Dios
Es fácil malinterpretar o aplicar mal un texto. Es fácil usar el texto incorrecto para la doctrina correcta: este es el primer paso “inocente” hacia la herejía. Es fácil emocionarse con nuevas ideas. Es fácil convencer a los oyentes de casi cualquier cosa. Pero debes buscar la aprobación de Dios, que es la norma más alta de todas (2 Co 10:18; 2 Ti 2:15). ¿A quién le importa lo que los hombres piensen de tus estudios y predicaciones? (Gl 1:10) Tú eres siervo de Dios y administrador de Sus misterios (1 Co 4:1-5). No te conformes con menos que el esfuerzo más intenso para manejar Su palabra honestamente (2 Co 1:12; 2:17; 4:1-2; 1 Ts 2:3-4). A quién le importa si tu esposa o la iglesia grita: “¡Bravo!” Hay muchos que tuercen la Biblia para engañar, y debes oponerte vigilantemente a ellos y retener el espíritu de las sanas palabras (Ef 4:14; 2 Co 11:3-4,13-15; 2 P 3:16). No te conformes con una respuesta solo porque tu iglesia está contenta. Los ministros deben tener conciencia y convicción de que sus respuestas satisfacen al Señor y a la clara enseñanza de la Escritura. Porque otros estén convencidos con una respuesta no es garantía de que tu respuesta sea la correcta. Debido al conocimiento superior de la Biblia, sabrás si has agotado un tema o simplemente soltaste una respuesta a la rápida. Se te ha encargado preservar, promover y predicar la fe una vez dada a los santos (Jud 1:3). Debes ser hipercrítico con tus conclusiones, para que no te apartes en nada de la verdad (2 Ti 1:13; Tit 1:9). Nunca cambies una interpretación o una doctrina sin haberte tomado antes todo el tiempo necesario para analizarla desde todos los ángulos (Ef 5:15). “Juez con prisa, juez que yerra”, dice el refrán; y es así también con la Palabra de Dios. Fuiste ordenado como un hombre fiel y debes permanecer fiel en el uso cuidadoso de la Palabra de Dios (2 Ti 2:2). No hay lugar para la impulsividad en el estudio o la predicación. Ignora a la multitud cuando estudies (Ex 23:2). Ignora a tus enemigos, maestros o padres al tomar una posición (Sal 119:98-100). Busca los caminos antiguos y aférrate a ellos con tenacidad, para que no seas engañado por otros o por tu propio corazón al apartarte de ellos (Jer 6:16). Somete tu ideas a los críticos más duros que conozcas, no a los más amistosos, vivos o muertos. Las nuevas ideas son las que originan todas las herejías, así que sé escéptico acerca de ellas, ya sea en tu estudio o en el de otro.
Cuídate a ti mismo
El hombre de Dios debe guardar dos cosas: su vida personal y su doctrina (1 Ti 4:16). No puede relajarse en cualquiera: debe seguir protegiendo a ambas. El cuidado atento en estas dos áreas te salvará a ti mismo y a tus oyentes; la pereza te costará tu santidad y/o tu ortodoxia, y a tu iglesia su devoción y su conocimiento. Cuidarte a ti mismo es mantener diligentemente tu santidad personal,
devociones personales, amor personal por Cristo, manejo estricto del tiempo, separación de la mundanalidad, y practicar frecuentemente el autoexamen de motivos, relaciones y celo espiritual. No te permitas disfrutar de mucho placer en esta vida o del mundo, porque estas son las cosas que corrompen a los hombres (Lc 8:14; 21:34). David necia y perezosamente se quedó en casa en lugar de ir a la batalla, lo que lo condujo al adulterio y al asesinato, causándole muchos dolores a su familia y a la nación (II Sam 11: 1-17). El Señor misericordiosamente preservó su vida y sus oficios de profeta, salmista y rey; pero se hizo a sí mismo un gran daño (2 S 12:14). Juan Marcos permitió que la nostalgia u otras distracciones hicieran que abandonara a Pablo y a Bernabé en medio de la batalla (Hch 13:13; 15:38). Pedro dejó que el miedo se colara de nuevo en su vida para ser un hipócrita y piedra de tropiezo ante los judíos en Antioquía (Gl 2:11-14). Demas se enamoró de este mundo presente y abandonó también a Pablo (2 Ti 4:10). El soldado de Cristo debe ser autodisciplinado, como un atleta de alto nivel (1 Co 9:24-27). Debe ser moderado y sobrio en todas las cosas, que es la abnegación necesaria para ser un campeón de Cristo y evitar ser un náufrago. El descuido personal no solo le costará al ministro su relación con el Señor, sino que también corromperá a su rebaño dándole un mal ejemplo de vida (1 Ti 4:12; 1 P 5:3). ¿Cómo lo estás haciendo, compañero soldado? ¿Cuándo te examinaste por última vez? ¿Estás tan cerca del Señor y pensando, hablando y andando en santidad como siempre? ¿O te has deslizando por la pendiente? (2 P 3:17) Guarda tu corazón con toda diligencia; porque de él mana la vida… y los asuntos de tu ministerio! (Pr 4:23) ¿Eres tan virtuoso con el dinero y el vino y diligente en gobernar tu familia ahora como lo eras cuando fuiste ordenado? (1 Ti 3:1-7) ¡Considéralo bien! Mientras sirves a otros procurando perfeccionarlos ante el Señor, no descuides tu propio corazón y tus hábitos espirituales. Tómate tiempo hoy para hacerle a tu alma y corazón la mejor exhortación, reprensión y advertencia que puedas hacer.
Aprende a pelear
Un ministro debe ser un hombre de paz (Mt 5:9; Stg 3:17-18). También debe ser un hombre amable con una compasión de nodriza (2 Co 10,1; 1 Ts 2:7-8). Los ministros fieles como David evitan y odian el conflicto (Sal 120:7). Pero también saben que la lucha y la guerra son parte de su vocación. David, un gran amante de la paz, dio gracias a Dios por haberle entrenado las manos para la guerra y los dedos para la batalla (Sal 144:1). Él sabía que falsos creyentes se meterían en la iglesia con palabras mentirosas y juramentos falsos (Sal 144:7-8,11). Tales hombres deben ser ahuyentados con la misma intensidad con que un pastor protege a sus ovejas de los lobos (Hch 20:29-31; Ap 2:2; Tit 1:10-11). El ministro de Dios es un soldado, y mucho de su trabajo es guerra (2 Ti 2:3-4; 4:7; 1 Ti 1:18; 6:12). Aunque sus armas son espirituales, definitivamente está en guerra (2 Co 10:3). Sus armas de guerra son poderosas en Dios para derribar fortalezas (2 Co 10:4). El enemigo son las imaginaciones, las opiniones y los pensamientos de sus oyentes (2 Co 10:5). Su objetivo militar es conformarlos todos a la Palabra de Dios. Y una vez logrado este objetivo, él debe hacer guardia para aplastar cualquier rebelión (2 Co 10:6). Aunque Pablo era como una nodriza tierna y amorosa la mayor parte del tiempo, estaba listo para la batalla por el evangelio (2 Co 13:2; 1 Co 5:3-5; 1 Ti 1:20). Ni tú ni tu iglesia tienen derecho a opinar–todo pensamiento debe estar sujeto a las Escrituras (Is 8:20; 1 Ti 6:3-5). En lugar de hincharlos con la paja de los sueños y música agradable y permitir sus errores (Is 30:10; Mal 3:15), haz que caiga sobre ellos el martillo y el fuego de la Palabra de Dios (Jer 23:28-29). Considera la demolición que efectuó nuestro Señor, golpe por golpe, del pensamiento religioso más conservador de Su día en el Sermón de la Monte (Mt 7:28-29). Cuando la mansedumbre y la predicación han fallado, los necios y los burladores deben ser reprendidos y/o excluidos (Pr 19:25; 26:5; Tit 1:9-11; 3:10-11). Las preguntas necias deben ser rechazadas, porque hacen perder el tiempo, causan contiendas carnales y le dan munición al incrédulo (1 Ti 6:3-5; 1 Ti 2:14,23; Tit 3:9). Como el Nehemías de antaño, debes hacer cumplir la Palabra de Dios sobre los hombres con la intensidad de un guerrero en una lucha de vida o muerte (Neh 13:23-28; 2 Ti 4:2; Tit 2:15).
Sé como un niño pequeño
títulos religiosos o la estima pública, estás en problemas (Job 32:21-22). Los ministros de Jesucristo son todos hermanos, y el mayor de ellos es el que sirve más humildemente sin reconocimiento público (Mt 23:5-12). Ignora a los llamados “doctores en teología”. Si exaltas las palabras inspiradas de Dios como la base para tu ministerio y sabiduría, Él te enseñará conocimiento y entendimiento más allá de cualquier seminario (Job 32:6-14; Sal119:98-100). Dios puede abrir tus ojos a cosas en Su Palabra que ningún profesor de un seminario pueda mostrarte (Sal 119:18). Si no puedes humillarte como un niño pequeño, no calificas para el reino de los cielos, ¡mucho menos para su ministerio! (Mt 18:1-4) ¡Sé como un niño pequeño!
Exalta el Nuevo Testamento
El Señor Jesucristo hizo a Pablo y a ti ministros competentes del Nuevo Testamento (2 Co 3:6). Cualquier gloria tenía el Antiguo Testamento, era inferior a la gloria del Nuevo, y por eso fue abolido (2 Co 3:7-11). ¡Por eso se le llama antiguo (viejo)! (He 8:13) Puesto que Pablo llamó al Antiguo Testamento rudimentario, débil y sombra de lo porvernir (Gl 4:3,9-11; Col 2:20-23; He 7:18; 10:1; 13:9), ¿cuántas veces debemos predicar la salvación del Nuevo Testamento? Pablo escribió Hebreos para probar que el Nuevo Testamento es superior al Antiguo con respecto a Jesucristo y la salvación. Sí, hay un valor histórico y práctico en el Antiguo, pero no vayas a su oscuridad para iluminar al Salvador del Nuevo (Ro 15:4; 1 Co 10:6,11). La Biblia refleja la voluntad de Dios como una revelación progresiva al hombre: Isaías revela más que Levítico, Mateo más que Isaías, y Hebreos más que Mateo. ¡Cualquier capítulo de Hebreos es superior a Levítico, Isaías o Mateo! Invertir este orden divino y enfatizar lo antiguo como doctrina es un error. Los profetas del Antiguo Testamento no sabían lo que escribían, así que ¿por qué ir a ellos para predicar el evangelio de Cristo a los santos de la Nuevo? (1 P 1:10-12) Nuestro Señor y sus apóstoles, especialmente Pablo, revelaron los misterios del reino de los cielos, que habían estado ocultos desde la creación (Mt 13:16-17; Lc 16:16; Jn 1:17; Ef 3:1-12). ¡Crece! Los hombres que viven de tipos y sombras del Antiguo Testamento tienen dos problemas: no pueden probar lo que declaran, y sus oyentes morirán de hambre con una dieta de leche descremada. Ni siquiera comiences un sermón con un fragmento de sonido del Antiguo Testamento, como Philpot, Spurgeon y muchos otros. El menor daño de tal elección es el terrible precedente de usar un texto fuera de contexto. Pablo es el ejemplo para los ministros del Nuevo Testamento (1 Co 11:1; 2 Ti 2:2; 3:14). No te alejes de sus sanas palabras (2 Ti 1:13). Eres embajador y siervo de Jesucristo. ¿Por qué desperdiciar tiempo en el mobiliario del tabernáculo, cuando Pablo por el Espíritu lo describió como sombras impuestas temporalmente a los niños! (Gl 4:3; He 9:10) ¡Predica lo real! ¿Por qué contarle a tu amigo acerca de un hermosa chica describiéndole su sombra? Predica a Jesucristo por su nombre y a éste crucificado con todos los detalles históricos (evangelios) y doctrinales (epístolas)! Olvida tus ideas sobre los dobladillos de los sacerdotes alternando campanillas de oro e incensarios (Ex 28:34)! Olvídate de los cinco puntos del calvinismo y de la cinco piedras en la bolsa de pastor de David! (1 S 17:40) Olvídate de tratar de ver tipos de Cristo en la vida de José. ¡Predica a Cristo! ¡Predica vida! Nublas tanto la Biblia con tal misterio que tu oyentes dejarán de entenderla. Pablo usó una gran sencillez al hablar, poco de lo cual acerca de Cristo y la salvación existe en el Antiguo Testamento (2 Co 3:12). Cada mensaje que des puede ser el último–echa mano de tu mejor arma: ¡las declaraciones paulinas de la verdad y la justicia del evangelio sin sombras ni misterios.
Predica intensamente
“Insta a tiempo y fuera de tiempo” (2 Ti 4:2). “Instar” es ser apremiante, urgente y insistente (Lc 23:23). Tiene que ver con predicar la palabra de Dios con intensidad y celo. Es bueno estar siempre celosamente dedicado a una buena obra, y no hay mejor obra que predicar la palabra (Gl 4:18). El Señor Jesucristo es un gran rey; el tiempo que queda es poco; el tema importante; las consecuencias severas; la oposición poderosa; la competencia atractiva; la verdad está en juego; y las almas están en la balanza. Dios le ordenó a Isaías: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta” (Is 58:1). Traes las advertencias más sobrias y las más gloriosas noticias. Nada debe entorpecer tu celo ni retardar tu trabajo. Considera a Eliú: estaba listo para explotar con la necesidad de declarar su opinión (Job 32:18-20). Pablo sintió lo mismo en Atenas (Hch 17:16-17). ¡Nehemías fue instó fervorosamente a los pecadores en Jerusalén! (Neh 13:23-31) Los hombres fieles de Dios conducen y llevan a cabo la predicación como Jehú conducía su carro (2 R 9:20). El Reino del cielo no tiene lugar para la predicación superficial, pulida o cortés. ¿Dónde están Elías y Juan el Bautista cuando los necesitamos en estos tiempos peligrosos? (Lc 1:17; 2 Ti 3:1) Pablo le dijo a Tito que exhortara y reprendiera con toda autoridad (Tit 2:15; 3:8). Sin embargo, este tipo de enseñanza no siempre es bienvenida (Hch 24:25; 2 Ti 4:3-4). Pero las comodidades son meros lujos; las preferencias son mera lujuria ¡Los soldados de la cruz no requieren ninguna de esas cosas! La predicación debe hacerse cuando y dondequiera que haya oyentes. A veces la aceptarán alegremente, y otras veces mostrarán resistencia contra ti o contra la palabra de Dios; pero debes ser instar de todos modos. Como Ezequiel, los siervos de Cristo deben proclamar las palabras de Dios sin importar los deseos o respuestas de sus oyentes (Ez 3:4-11). La popularidad y la opinión pública no son medida del hombre de Dios (Lc 6:26; 1 Co 4:3). Un ministro no puede temer los rostros de su pueblo (Jer 1:7-8, 17-19), ni puede darles lo que quieren (Is 30:8-11). Él debe declarar el mensaje del evangelio completo y verdadero de Dios sin importar cómo se reciba (Ez 3:18-19).
Perfecciona a tu familia
Tu ministerio no excederá a tu matrimonio y familia. Dirigir, amar, entrenar y gobernar a una esposa e hijos son prerrequisitos para el oficio por muy buenas razones (1 Ti 3:4-5,11-12; Tit 1:6). Si un hombre no hace bien estas cosas, no cuidará adecuadamente de una iglesia. Si las oraciones y la prosperidad espiritual de los miembros ordinarios depende de las relaciones familiares, el hombre de Dios debe trabajar aún más en esta área (Mal 2:13; Lc 1:17; 1 P 3:7). ¿Cómo puede un hombre caminar con Dios, si no puede caminar alegremente con su mujer e hijos? (1 Jn 4:20) Estos deberes son también las actividades más cercanas al pastoreo de una iglesia (Nm 11:12; 1 Co 4:14-15; Gl 4:19; 1 Ts 2:11). Cuanto más fructíferos, gozosos y espirituales sean la mujer y los hijos, más fructíferos, gozosos y espirituales serán los miembros de la iglesia. Un hombre que no puede escuchar y no conoce el alma de su mujer o de sus hijos nunca percibirá los corazones y las necesidades de los miembros de la iglesia. Un hombre que discierne sabiamente y perfecciona las almas en su casa podrá hacer lo mismo por los demás. Un hombre impaciente e insensible en casa, será impaciente e insensible en la iglesia. Si los malos hábitos o la terquedad hacen que su esposa e hijos lo desprecien, él no cambiará las cosas en beneficio de la iglesia. Un hombre egoísta o malcriado en el hogar será el mismo en la casa de Dios. Si los niños son desalentados y provocados a ira por un padre prepotente, la iglesia se desanimará y también será provocada a ira. También es por deberes familiares que un pastor puede proporcionar una ilustración práctica para otros maridos y padres, y un ejemplo de justicia para el mundo (1 Ti 4:12; Tit 2:7; 1 P 5:3). Además, una esposa e hijos felices que caminan con Dios serán grandes ejemplos y ayudantes en la iglesia, porque saben más de sus deberes, problemas, curas y objetivos que otros. Compañero soldado, cierra tus libros y sal de tu oficina; conoce, ama y guía a tu mujer e hijos; es parte integral de tu trabajo.
Sé creativo y repetitivo
La creatividad y la originalidad son requisitos para los pastores, al igual que la revisión y el recordatorio. Un buen soldado hace ambas cosas (Mt 13:52). Un hombre que lee, estudia e interactúa con una variedad de personas estará lleno de qué echar mano (1 Ti 4:13-15). Esto es parte de la aptitud para enseñar (1 Ti 3:2). Los padres pierden hijos y los profesores alumnos a menos que alteren los enfoques para captar la atención, aumentar el afecto y provocar el crecimiento. Los ministros deben hacer lo mismo. Considera la enorme variedad en la Biblia: ¡66 libros! Hay de todo, desde historia hasta poesía, desde doctrina hasta exhortación, desde filosofía hasta visiones apocalípticas. Puedes revisar una vieja doctrina de una manera nueva, usar nuevos textos en un viejo sermón, o predicar sobre un tema nuevo. Debes orar para ver cosas nuevas y maravillosas en las Escrituras y estudiar para encontrarlas (Sal 119: 18). Debes pedir nuevas luces (Ef 1:17-19). Una larga serie de mensajes, aunque relajante para ti, puede adormecer tanto tu mente como los oídos de tus oyentes. ¡Ten cuidado! Necesitas aportes estimulantes de la lectura de la Biblia, libros, sermones de otros, eventos actuales y amigos ministeriales para estimular tu mente. Debes predicar todo el consejo de Dios y no retener nada que pueda sea provechoso para tus oyentes (Hch 20:20,27). ¡Desprecia los surcos antiguos y las tradiciones inútiles! ¡Cuestiona los hábitos! ¿Cuándo fue la última vez que cambiaste el formato de tus servicios, tu organización de mensajes, tus temas? ¿Cuándo fue la última vez que predicaste desde el suelo? La revisión y el recordatorio también son importantes para las ovejas. Olvidan fácilmente, y aman las viejas historias (2 P 1:12-15). Una vez más, una dieta constante de las Escrituras proporcionará muchas cosas que recordarle a los demás. Necesitas llenarte de temas, tanto nuevos como viejos; entonces estarás listo y apasionado por compartir ambos con tu audiencia (Mt 13:52).
Supera a tu rebaño
El Señor no necesita ministros perezosos. Lee sus duras palabras para el siervo negligente (Mt 25:14- 30). El Señor Jesús trabajaba sin descanso y con gran urgencia (Mr 3:20-21; 6:31; Jn 9:4). Que los hombres te llaman loco, pero sirves a Dios por las almas de los hombres con la eternidad en mente. El Maestro llamó a hombres capaces de trabajar duro, y trabajar duro es lo que deben hacer. Es una obra (1 Ti 3:1). El hombre llamado debe soportar penurias (2 Ti 2:3). Es un obrero (2 Ti 2:15). Y se le compara con un buey (1 Co 9: 9-10). ¡El granero estará lleno, si hay un buey trabajando duro! (Pr 14:4) El estudio original es agotador (Ec 12:12). Corregir, enseñar y reprender son actividades agotadoras. ¡Pero debes amarlas y hacerlas! El tiempo en el escritorio es nada: debe ser productivo para que valga. ¿Cuánto es tu producción? ¿Suficiente para justificar tus ingresos, tu vida, tu llamada? ¡Tu pueblo debe estar satisfecho con tu producción! (1 Ti 5:17) No te deben sueldo base. Muchos ridiculizan justificadamente el ministerio como una “profesión sin fines de lucro”, lo que significa que los pastores trabajan menos que otros. ¡Dios no lo quiera! Entrégate enteramente a la lectura, la exhortación y la doctrina para provecho visible de tus oyentes (1 Ti 4:13-16). El resultado del trabajo duro debe verse. Así subes tu credibilidad, si se sabe trabajas más duro que otros hombres. Creas desaliento, si eres meramente promedio. Pablo superó a otros hombres y a otros apóstoles (Hch 20:34; 1 Ts 4:9; 2 Ts 3:7-9; 1 Co 15:10) Si otros deben trabajar con todos sus fuerzas, ¿cuánto más los siervos de Cristo? (Ec 9:10; Col 1:29) Dado que el trabajo se expande para llenar el tiempo disponible, agrega deberes y metas a tu horario. Lee más la Biblia; ora más; planifica más reuniones; escribe, llama o visita a tus miembros; escribe un comentario; toca puertas; escribe editoriales en periódicos; crea tratados o panfletos; construye un sitio web útil. Sin jefe controlando tu tiempo, debes hacerlo tú mismo: ¡severamente!¡Autodisciplínate soldado! El único límite es el Salmo 127:1-2! ¡Pocos merecen la comodidad!
Comentarios
Publicar un comentario