Proverbios 10:14
“Los sabios guardan la sabiduría; Mas la boca del necio es calamidad cercana” (Pr 10:14).
Los hombres sabios estudian y rumian el conocimiento antes de hablar. Los necios hablan sin estudiar, y sus reservorios de conocimiento, sus mentes, están vacías. Aquí está la clara diferencia entre un hombre sabio y un necio: uno sabe de lo que habla, y el otro habla por ignorancia.
Has visto y oído a ambos hombres. El sabio es reservado y cuidadoso al hablar. Es cauteloso en sus afirmaciones, deliberado en sus declaraciones y sobrio en su discurso. Al necio le encanta hablar. Dispara palabra tras palabra, y apenas puede parar para respirar. En un grupo, domina la conversación, ya que no puede evitar que las palabras salgan de su boca.
Los sabios, por la prudencia y el desgano de hablar, están a salvo (Pr 15:2; 16:23; 20:5). Un hombre sabio, cuando se le hace una pregunta, buscará estudiar antes de responder, a menos que esté seguro de su conocimiento sobre ese tema (Pr 15:28; 24:26; 25:11; 29:11). Se compromete a aprender todo lo que pueda, y sólo entonces lo ofrece a los demás (Pr 1:5; 9:9; 18:1,15).
Los necios, amando el sonido de sus palabras, se meten en serios problemas. Se comprometen en exceso en las transacciones financieras (Pr 6:1-5); se meten en disputas antes de conocer los hechos (Pr 25:8); murmuran tonterías sobre los demás (Pr 25:9-10); se exponen prematuramente (Pr 29:11); y estos son solo algunos de sus errores. Hablan demasiado sabiendo muy poco. Sus muchas palabras revelan que son necios, y pronto son destruidos por su ignorancia.
Los sabios atesoran conocimiento; los necios desperdician palabras. Los sabios estudian; los necios hablan. Los hombres sabios se preocupan por la verdad; los necios están ansiosos por ser escuchados. Los sabios son prontos para oír y lentos para hablar; los necios son lentos para oír y prontos para hablar. Los sabios desprecian a los necios, y crecen en el favor de Dios y de los hombres; los necios son despreciados y rechazados por ambos.
Se un hombre sabio con tu boca, y atraerás el éxito. Empieza aprendiendo a hablar menos y a escuchar más (Pr 17:27-28; Stg 1:19). Enfatiza el estudio sobre el habla (Pr 15:28; 22:17-21). Asegúrate de comprender una situación o tema antes de abrir la boca (Pr 18:13; Jn 7:24). Luego, asegúrate de que cada palabra se ajuste adecuadamente a la ocasión (Pr 15:23; 25:11). Y presenta cada palabra con gracia, usando solo una pizca de sal, si los oyentes lo requieren (Col 4:6).
El santo Dios del cielo viene a juzgar a los hombres por sus palabras (Mt 12:37). Darás cuenta de toda palabra ociosa, dicha sin estudio ni causa (Mt 12:36). El santo Dios del cielo odia las necedades y las bromas, la razón de ser de esta generación (Ef 5:3-7). ¿Estás listo para conocer a este juez? “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, fortaleza mía y redentor mío” (Sal 19:14).
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