Proverbios 10:16

“La obra del justo es para vida; Mas el fruto del impío es para pecado” (Pr 10:16).

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¿Qué harás hoy? El mundo esta poblado por hombres justos y hombres impíos. Ambos se levantan cada día para trabajar en la oficina, en el comercio y en otras varias ocupaciones. Las obras del justo conducen a la piedad y a la vida. Las obras del impío conducen al pecado y a la muerte.

No hay terreno neutral. Eres un justo o un impío. Tus obras te producen vida o muerte. Si vives con impiedad, incluso la actividad más inocente o neutral es pecado para Dios (Pr 21:4).

Los proverbios de Salomón a menudo tienen declaraciones contrastantes paralelas. Al comparar las declaraciones, puedes encontrar la intención completa del proverbio. Este proverbio tiene tres comparaciones. Lo que haces se compara con el fruto, el justo con el impío, y la vida con el pecado. Comparar lo que haces con el fruto, indica una consideración tanto de las obras como del efecto de los dos estilos de vida. Comparar la vida y el pecado muestra tanto la naturaleza como el efecto del estilo de vida.

Por lo tanto, puedes concluir que Salomón bendice y elogia el estilo de vida de los justos, donde sus obras y los efectos de esas obras tienden hacia la piedad y la vida. Y condena y advierte en contra de las elecciones y actividades de los impíos, porque sus obras y los efectos de ellas tienden hacia el pecado, los problemas y la muerte. El proverbio es tanto una advertencia de que tu estilo de vida determina cómo serán tus obras, así como tus obras determinan tu estilo de vida.

Este axioma de sabiduría – la justicia da vida y la impiedad muerte – no siempre es visible. A veces parece que a los impíos les va bien (Sal 37:35; 50:16-21; 73:3-14). A veces los justos parecen ser los únicos que sufren (Sal 34:19; Hch 14:22). Pero los impíos serán derribados a la destrucción y al infierno, y los justos serán elevados por encima de ellos, a veces en esta vida, siempre en la venidera (Sal 37:36; 50:22; 73:15-20).

Otro axioma dice que no puedes escapar de las consecuencias de tus acciones. “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gl 6:7). Pero tu engañoso corazón te mentirá, contradiciendo a Dios (Pr 12:15; 26:12,16; Jer 17:9), y el diablo lanzará dardos de mentira a tu mente (Ef 6:16; Gn 3:4). Y las mentiras del mundo concuerdan con ambos (1 Jn 2:15-17).

El éxito ante Dios y los hombres justos depende de obrar según las reglas de la sabiduría y la verdad divinas. Si haces trampa o rompes las reglas, sufrirás al ser justamente castigado o juzgado por tu impiedad. El pecado no paga; destruye y mata. La prosperidad es fácil, si guardas las reglas (Pr 3:13-18; 8:12-21; 13:15; Sal 1:1-6; 19:11; 106:3; 112:2; Stg 1:25; 1 P 3:10-12).

La vida en el otro mundo también depende de obrar según las reglas de la sabiduría y la verdad divinas, de lo contrario no puedes esperar la vida eterna (Mt 7:21; Jn 6:27; Gl 6:8; 1 Ti 6:17-19; He 5:9) ). La prueba de nuestra elección y garantía de vida eterna es hacer las cosas que Dios ha indicado para Sus hijos, y debemos ser muy diligentes con ellas (1 Ts 1:2-4; 2 P 1:5-11).

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