Proverbios 10:19
“En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente” (Pr 10:19).
Una simple regla de sabiduría es reducir la cantidad de tus palabras a la mitad. Muchas palabras y mucho hablar aumentan grandemente la posibilidad de pecar con tus labios. Debido a este peligroso riesgo, la sabiduría te enseña a reducir tu número de palabras y mantener el silencio más tiempo de lo habitual.
Un hombre sabio reflexiona sobriamente después de hablar mucho, porque recuerda la grave advertencia de la primera mitad de este proverbio. Si habló muchas palabras, probablemente ha pecado en su discurso y quedó como un necio (Ecl 5:3). En este contexto, el silencio es oro.
El Dios de la sabiduría te dice que seas pronto para oír pero lento para hablar (Stg 1:19). Si hicieras hincapié en escuchar y te hicieras hábil en eso, tendrías poco tiempo para hablar. Si fueras tardo y reacio en hablar, tendrías un espíritu excelente (Pr 17:27).
Considera sabiamente tus palabras antes de hablar, en lugar de arrepentirte después de haberlas pronunciado. Incluso si no eres muy inteligente, si puedes reducir la cantidad de tus palabras, los que te rodean asumirán que eres sabio: esta es una regla de Salomón para mejorar tu reputación (Pr 17:28).
¿No has pasado mucho tiempo lamentando las palabras que dijiste en tal o cual oportunidad? ¿Te has dicho a menudo: “Ojalá nunca hubiera dicho eso”, o “Por qué dije eso?” Podrías evitar tal tortura si simplemente refrenaras tus labios de pronunciar palabras ociosas o tontas. Si te callaras la boca, no tendrías que preocuparte por las palabras que se te escapan.
La sabiduría es fácil: reduce la cantidad de tus palabras a la mitad. Habla menos. La lengua es un fuego, así que apaga sus chispas tragándote tus palabras (Stg 3:1-12). La lengua es letal; úsala con sumo cuidado (Pr 18:21).
Las palabras y el pecado no son una relación aritmética, sino geométrica. Las palabras que añades más allá del discurso necesario contienen la mayoría de tus pecados verbales; esos pecados aumentan rápidamente cuanto más hablas (Ec 10:13). Si te tragas esas palabras de más que son innecesarias, fácilmente la mitad de tus palabras, evitarás muchos pecados. ¡Reducir la cantidad de tus palabras en un 50% reducirá tus pecados de habla en un 90%! ¡La sabiduría es fácil! ¡Refrena tu lengua! (Sal 39:1) (Y esto se aplica también a lo que comunicas a otros en forma escrita.)
Si los niños redujeran sus palabras a la mitad, habría menos tonterías, burlas a los hermanos y deshonra a los padres. Si las mujeres lo hicieran, serían menos odiosas, contenciosas y autoritarias. Si los empleados lo hicieran, los gerentes encontrarían su trabajo mucho más fácil, y la producción y el ambiente en el lugar de trabajo mejorarían. Si lo hicieran personas enojadas, amargadas y crueles, habría mucho menos sangrado de almas heridas. Si los necios lo hicieran, serían tenidos por sabios.
Por supuesto, hay personas que casi nunca hablan, y este proverbio no se aplica a ellas. Estas personas necesitan usar más palabras para mostrar misericordia y ser un árbol de vida para los demás. Si no aprenden a hablar, sus vidas tendrán poco valor para cualquiera y serán una fuente regular de desilusión y frustración para los demás. La verdadera sabiduría que edifica a muchos (Pr 10:21), está en el equilibrio entre ambos extremos.
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