Proverbios 10:2

“Los tesoros de maldad no serán de provecho; Mas la justicia libra de muerte” (Pr 10:2).

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¡El crimen no paga! ¡El pecado no tendrá éxito! La maldad no puede beneficiarte, no importa cuánta riqueza acumules temporalmente. No puedes comprar al Dios del juicio en esta vida o en la próxima. La rectitud es la clave para una vida exitosa, y te librará de varias muertes. ¿Estás comprometido con la justicia, incluso si eso significa pobreza terrenal?

Los malvados pueden prosperar por un tiempo. No los envidies. Es una ilusión: pronto vendrá un juicio terrible (Pr 3:31-32; 23:17-18; Sal 37:1-3; 73:1-20). No los imites. El pecado no funcionará y perderás (Pr 11:4; Sal 49:6-14; Lc 12:15-21; Stg 5:1-3). El hombre rico comía suntuosamente todos los días, pero no pudo prolongar su vida ni comprar su entrada al cielo. Ni siquiera pudo comprar una gota de agua para su lengua (Lc 16:19-21).

Acab y Jezabel asesinaron a Nabot para robar su viña, pero el vino que produjo no pudo alegrar el corazón de un Dios santo ni consolar a los pecadores que Él condenó. Mía es la venganza, dice el Señor. Esta pareja malvada parecía estar ganando en bienes raíces por su malvada conspiración contra Nabot, pero una flecha casual mató a Acab, y los perros lamieron la sangre de su carro y se comieron a Jezabel (1 R 21:1-16; 22:37-38; 2 R 9:30-37).

Si prosperas por la impiedad, es sólo por un momento. El placer de Judas por las treinta piezas de plata no le duró mucho, como lo han testificado sus esparcidas entrañas durante dos milenios (Hch 1:18-19). La familia de Acán se arrepintió del día en que se apoderó de las riquezas de Jericó cuando todo Israel los apedrearon hasta la muerte (Jos 7:19-26). Giezi no podía cambiar su robo por la cura de la lepra (2 R 5:20-27). Ananías y Safira retuvieron dinero con engaño, pero no se llevaron nada (Hch 5:1-11).

El rey de Asiria, a quien Dios usó soberanamente para castigar a Israel, amontonó tesoros de iniquidad con su corazón avaricioso (Is 10:5-14), pero el mismo Dios lo destrozó a él y a su ejército cuando se acabó su utilidad (Is 10:15-19). La iglesia ramera de Babilonia – el catolicismo romano y las hijas protestantes – ha tomado tesoros por medio de la maldad, pero Jesucristo viene para reducirla a polvo (Ap 17:1-6; 18:1-24).

El crimen no paga. El pecado no tendrá éxito. Escucha la palabra de Dios. “Amontonar tesoros con lengua mentirosa es aliento fugaz de aquellos que buscan la muerte. La rapiña de los impíos los destruirá, por cuanto no quisieron hacer juicio” (Pr 21:6-7). “Como la perdiz que cubre lo que no puso, es el que injustamente amontona riquezas; en la mitad de sus días las dejará, y en su postrimería será insensato” (Jer 17:11).

“Mas la justicia libra de la muerte”, escribió Salomón. La justicia de Jesucristo librará a sus elegidos de la segunda muerte, la eternidad en el lago de fuego, por el libro de la vida (Ap 20:11-15; Ro 5:19; 2 Co 5:21). Pero es por la justicia personal que evitas la muerte de tu comunión con Dios (Stg 5:19-20; Ap 3:1), la muerte física por castigo (1 Co 11:28-34), y te aferras a la vida eterna (Sal 15:1-5; 1 Tim 6:11-12).

Si bien muchos no entienden la importancia de la justicia personal, es el énfasis cierto de la palabra de Dios. La invención moderna de una mera decisión que determina tu destino eterno es herejía. Creer e invocar el nombre de Jesucristo no es nada sin la obediencia a sus mandamientos (Mt 7:21-23; Lc 6:46; Jn 5:29; Hch 10:34-35; Fil 3:8-14; 1 Ti 3:8-14; 6:17-19; He 5:9; Stg 2:14-16; 2 P 1:5-11).

¿Envidias los tesoros de los impíos? ¿Deseas sus placeres, riquezas y comodidades? El intercambio no vale la pena. Salomón juzgó: “Mejor es lo poco con justicia que la muchedumbre de frutos sin derecho” (Pr 16:8). Y Jesús lo confirma enseñando: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”  (Mt 16:26).

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