Proverbios 10:26

“Como el vinagre a los dientes, y como el humo a los ojos, así es el perezoso a los que lo envían” (Pr 10:26).

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Los empleadores a menudo se dicen unos a otros: “Es difícil conseguir buenos empleados en estos días”, quejándose de la falta de personas diligentes y trabajadoras. Si este proverbio se enseñara en la escuela en lugar del ramo de educación sexual integral, podría haber muchos empleados diligentes y menos niños inclinados por pertenecer a la comunidad LGTB.

¿Quién es un perezoso? Dejemos que el Diccionario de la Lengua Española (DLE) nos defina esta palabra.

Perezoso. Haragán. Que rehúye el trabajo. Negligente, descuidado o flojo en hacer lo que debe o necesita ejecutar. Alguien que es natural o habitualmente lento u ocioso; alguien que no está inclinado por el trabajo o el esfuerzo; una persona indolente.

Un perezoso es un flojo. En lugar de ser enérgico, rápido y diligente, vaga por la vida arrastrando el poncho, sin un piadoso sentido de urgencia. Pablo sabía que los cretenses eran así, así que le dijo a Tito que reprendiera a los “glotones ociosos” (Tit 1:12-13).

¿Cómo abordas los deberes de tu día? ¿Como un trabajador diligente, rápido y con mucha energía? ¿O eres un perdedor del tipo “Estoy-aquí-no-es-así” o “Necesito-controlar-mi-energía”? No hay trabajo en el sepulcro, y lo extrañarás, así que sé diligente ahora (Ec 9:10).

Los perezosos no tienen sentido de urgencia (Pr 6:6); les encanta dormir (Pr 6:9-11); quieren más sin esforzarse por conseguirlo (Pr 13:4); son derrotados por obstáculos menores (Pr 20:4); el perezoso siempre tiene razones para excusarse (Pr 26:16).

Los empleadores se estremecen al ver a los empleados parados, caminando despacio, hablando en lugar de trabajando, avanzando a su ritmo en un trabajo, evitando la siguiente tarea, tomando otro descanso, realizando otro perezoso pecado. Así como el vinagre causa dolor de muelas y el humo hace arder los ojos, así un holgazán irrita y molesta a su patrón, o a cualquier otra persona que cuente con él.

¿Quién confía en ti? ¿Un empleador? ¿Tus padres? ¿Un marido? ¿Una familia? ¿El Señor? El éxito y los elogios son tan fáciles de conseguir como lo es mantenerse alejado del vinagre y el humo. Sal de la cama, enfrenta tus deberes y sigue adelante (Pr 10:4; 12:24; 22:29; 1 R 11:28).

Incluso los hombres impíos recompensarán a los diligentes. ¡Así que ponte a trabajar, ahora! El éxito de un joven cristiano en este mundo es simple: trabaja duro; trabaja rápido; termina el trabajo. Y toma nota, la mujer virtuosa es más trabajadora que nadie (Pr 31:10-31).

El Señor Jesucristo no fue un perezoso. Sabía que su tiempo sobre la tierra era corto, así que se aplicó diligentemente a Su trabajo (Jn 9:4). Siempre agradó a su Padre (Jn 8:29), terminó cada tarea (Jn 4:34), fue extremadamente celoso (Jn 2:17), se concentró en la tarea difícil en Jerusalén (Lc 9:51), y despreció la dolorosa vergüenza (He 12:2). Haz todo en tu vida como para Él, y sigue Su ejemplo perfecto de fiel diligencia.

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