Proverbios 12:27

“El indolente ni aun asará lo que ha cazado; pero haber precioso del hombre es la diligencia” (Pr 12:27).

Termina cada trabajo iniciado. Los hombres perezosos inician proyectos, pero no los terminan. Pueden disfrutar de la caza, a pesar de que es difícil y requiere mucho tiempo, pero pierden la ambición, la energía y el enfoque cuando llegan al hogar y necesitan cambiarse y procesar la carne cazada.

Por otro lado, un hombre diligente y virtuoso guarda toda la carne y no descansa hasta que está bien envuelta en el congelador. Sabe que cualquier presa que se saque de lo cazado es una bendición, y está seguro de aprovecharla al máximo. Él valora sabiamente cualquier activo y todos los ingresos.

Los cazadores se esfuerzan en su preparación para la caza de ciervos. Apuntan rifles, exploran la tierra, aseguran un puesto en un árbol, seleccionan cuidadosamente la ropa y el equipo, se levantan cuando todavía está frío y oscuro, llevan su puesto a lo profundo del bosque, lo fijan en un árbol y esperan a los ciervos. Después de haberle disparado a uno, se regocijan con sus amigos, lo abren en el campo y lo arrastran a su camión, donde conducen con orgullo por la ciudad para recibir la alabanza de todos. El hombre perezoso puede parecer diligente hasta aquí.

¡Pero cuando llega al hogar, su energía desaparece! El cadáver del ciervo lo llena de pavor: ¡hay tanto trabajo por hacer! Así que se lo da a su vecino con mucha generosidad, o lo tira a la basura, o se lo deja a sus perros, o deja que se pudra en el cobertizo. Luego pide pizza para relajarse después de su duro día con una merecida comida y una siesta. Ni siquiera limpia su arma. ¡Que desperdicio! Desperdicia la bondadosa bendición del Señor en el poco esfuerzo que hizo.

Pero el hombre diligente es diferente. Disfruta de la caza, pero sabe que tiene un propósito. Corta, descuartiza y procesa cada trozo de carne para uso futuro, y la etiqueta y empaca prolijamente para que su mujer la use convenientemente. Y limpia con cuidado su arma para preservar su valor. Está agradecido por el regalo del venado y trabaja para aprovechar al máximo la bendición del Señor. Toma de la carne de venado para el día y la comparte con su familia en la cena.

¡Qué diferencia entre los dos hombres! El hombre perezoso no puede terminar un proyecto para descubrir el beneficio de un trabajo bien hecho, pero el hombre diligente ve el valor de terminar cada trabajo y cuidar adecuadamente cada activo y todos los ingresos. La pereza es tonta, derrochadora y destructiva. La diligencia es sabia, ingeniosa y productiva. El hombre diligente gobernará (Pr 10:4; 12:24; 22:29).

Lector, ten cuidado. La amable lección de Dios y Salomón aquí para tu éxito no se encuentra en la mayoría de las versiones modernas de la Biblia. Los proverbios son dichos oscuros y enigmáticos (Pr 1:6; Jn 16:29), por lo que sus traductores se perdieron la lección de sabiduría acerca de valorar y preservar tus bienes e ingresos. La Reina-Valera 1960, citada al comienzo—con varias revisiones a través de los años (1862, 1909, 1960, 1995, 2011, 2015)—la cual es una de las Biblias en español más usadas, transmite claramente la muy valiosa lección  para ti.

Salomón dijo: “También el que es negligente en su trabajo es hermano del hombre disipador” (Pr 18:9). Un hombre perezoso y un hombre derrochador son hermanos en una familia que va a la ruina financiera. Pero el hombre en este proverbio es ambos. Su pereza hizo que desperdiciara el buen favor de Dios. Ni siquiera tenía la ética del trabajo noble del profano Esaú (Gn 27:30-31).

Cada hombre, cada mujer, cada niño, cada día, enfrenta este problema en el trabajo, en el hogar, en la escuela, y en numerosos aspectos de la vida. Se inician buenos proyectos, pero no siempre se terminan. Las interrupciones, la dificultad, la pereza y la procrastinación impiden que se completen. Los que los iniciaron, dejan cadáveres podridos en el cobertizo que pronto harán apestar toda la casa.

Lector, ¿has iniciado algún proyecto que deberías terminar hoy para ser productivo y valorar las bendiciones de Dios en tu vida? ¿O malgastarás Su bondad dejando una tarea sin terminar, la inversión del trabajo hecha en parte, pero el beneficio completo esperando a un hombre diligente? Hay alegría en un trabajo bien hecho, cuando el trabajo está terminado. Demuestra esta sabiduría. Si continúas con esfuerzos parciales, el Señor te retirará la bendición de proveer un ciervo.

Aplica la preciosa lección de este proverbio para el éxito. Por ejemplo, Dios te dio un trabajo, pero ¿has aprovechado las oportunidades en tu empresa para contactos, aprendizaje, promociones o transferencias? Él te dio una casa, pero ¿la has mantenido adecuadamente para que su valor de mercado sea lo que pagaste por ella, o más? Tienes opciones educativas, pero ¿ha explorado cuidadosamente los mejores títulos al menor costo con el mayor potencial de ingresos?

Piensa en otras formas en las que puedes ser perezoso y derrochador, y perder las bendiciones que Dios trató de darte. Él te dio un cónyuge, pero ¿has amado a ese cónyuge como el Creador del amor y el sexo ha enseñado en la Biblia para disfrutar el pleno placer que te espera? Él puede haberte dado hijos, pero los has instruido en el conocimiento sabio que los convertirá en nobles pilares en tu familia, en la sociedad y en el reino de Dios. Aplica la lección ampliamente.

Padre, es tu deber enseñar a tus hijos la autodisciplina de terminar cada proyecto que comienzan. Esto requiere entrenamiento, seguimiento y castigo, pero te dará hijos exitosos y nobles en el futuro. Nunca tendrán éxito en la vida si les permites comenzar proyectos y no terminarlos. Enséñales esta sabiduría de Salomón, y espera que el entrenamiento dé frutos preciosos. Termina este proyecto de padre como deberías con todos los demás.

Aquí también hay una imagen de cristianos perezosos. Escuchan el mismo sermón predicado a otros. Pero no se preparan, así que la semilla se queda en el camino, y el diablo se las arrebata. Algunos incluso pueden recibirla con alegría, pero permiten que las preocupaciones mundanas los distraigan. Sin una convicción profunda, otros temen la persecución, por lo que eluden su deber hacia la verdad (Mt 13:19-21). Solo aquellos que diligentemente responden y dan fruto son verdaderos discípulos (Jn 8:31; 15:8; 2 P 1:9).

¿Cuántas veces se te ha dado graciosamente la convicción en un sermón, pero luego la has dejado escapar? Dios te salve de tal desperdicio. La gracia en tu alma que suscita convicción es verdaderamente preciosa. No la desperdicies. Avívala. ¡Ahora! No dejes de luchar por el premio del supremo llamamiento de Dios hasta que llegues al final del camino. Es un hecho enseñado por el Señor que los violentos arrebatan el reino de los cielos (Mt 11:12).

Dios no permita que hagas una profesión de Cristo y luego pierdas tu recompensa completa. El mundo buscará seducirte para que te alejes de Él, así que debes contender fervientemente por la fe (Col 2:18; Jud 1:3; 2 Jn 1:8). Hay una guerra por tu alma, que debes pelear hasta el final, no sea que te conviertas en un náufrago por la pereza espiritual (1 P 2:11; 5:8; 1 Co 9:27; 2 Ti 4:7). Con este propósito reúnete con otros para que se alienten mutuamente a terminar la carrera comenzada (He 10:23-25).



El bendito Señor no perderá ni un alma elegida dada a su cargo (Jn 6:39; 17:3; He 2:13). Lector cristiano, ¿estás contento de que el Salvador haya rechazado toda pereza en su vida y obra? ¿Estás contento de que no haya dejado sin salvación ni a uno solo de los elegidos? Si lo hubiera hecho, podrías haber sido tú. El fue a trabajar. Terminó su obra (Jn 4:34; 19:30). ¡Aleluya! ¡Amén!



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