Proverbios 12:6

“Las palabras de los impíos son asechanzas para derramar sangre; Mas la boca de los rectos los librará” (Pr 12:6).

Los impíos usan su boca para calumniar y atrapar a sus víctimas. Quieren destruir a los indefensos, los oprimidos o los justos. Conspiran para robar sus bienes; los persiguen hasta la muerte (Pr 1:11-19). Pero los hombres rectos usan su boca para librar a los desvalidos, a los oprimidos y a los justos de la angustia. Solo quieren decir la verdad y ayudar.

No puedes confiar en las palabras de los impíos. Hablan para confundir, para seducir, para calumniar o para atrapar. Sus objetivos son herir, robar o matar. Dado que el objeto de su envidia, codicia o malicia no es su propia sangre, debe entenderse como la sangre de los desvalidos, los oprimidos o los justos. A estos perseguidos salva el justo.

Los buenos hombres siempre dicen la verdad, y es su deseo ayudar a cualquier hombre en problemas. La madre del rey Lemuel lo exhortó a usar su boca para librar a los pobres, a los necesitados y a los injustamente condenados a muerte (Pr 31:8-9). Como rey, tendría una oportunidad de oro para juzgar con justicia los casos de aquellos que estaban siendo perseguidos por asesinos engañosos.

Considera el pronombre tácito "ellos" en este proverbio. ¿Cuál es el antecedente plural? ¿A quiénes son los que salva el hombre recto? No pueden ser los impíos, porque eso sería confusión. No pueden ser las palabras de los impíos, porque no pueden ser salvadas. No puede ser el recto, porque eso sacrifica el paralelismo del proverbio, y además es singular. Deben ser las víctimas de los impíos, entendido elípticamente desde la primera cláusula.

El malvado Amán halagó y engañó al rey Asuero del Imperio Persa para que aprobara una ley para el exterminio de los judíos. Sus palabras debían estar al acecho de la sangre, no solo para su enemigo Mardoqueo, sino también para todo el pueblo de Mardoqueo. Sin embargo, fue la boca de la reina Ester la que liberó tanto a Mardoqueo como a su pueblo del decreto.

Jesucristo una vez comió en la casa de Simón el fariseo, quien despreció a una mujer pecadora que vino a implorar misericordia (Lc 7:36-39). Pero el Señor Jesús, el Hombre más recto que jamás haya existido, usó Su boca para condenar a Simón y liberar a la mujer (Lc 7:40-50). Hizo algo muy similar con la adúltera que le trajeron los fariseos (Jn 8:1-11).

Dios desprecia a los hombres que usan palabras para dañar a otros (Pr 26:24-26). La muerte y la vida están en poder de la lengua, así que ten cuidado cómo la usas (Pr 18:21). La lengua es un mal rebelde que debe ser guardado y gobernado (Stg 3:1-12). El Señor considera que los insultos injustificados violan el sexto mandamiento, “No matarás” (Mt 5:21-26). Hizo polvo a una generación de judíos que usaron sus bocas para crucificar a Su Hijo (Mt 21:44; Lc 20:20).

Evita a los hombres airados y engañosos (Pr 22:24-25; 23:6-8). Ten cuidado con la arrogancia, las murmuraciones, el engaño, la adulación, la injuria, el desprecio, la sedición o las habladurías. Ahuyenta esas malas lenguas (Pr 25:23). Usa siempre tus palabras para ayudar a los que están en problemas, porque el Dios santo y justo te recompensará o castigará según corresponda (Pr 24:11-12; 31:8-9; Ef 4:29). ¿Hay alguna persona indefensa, oprimida o justa a la que podrías librar hoy con tu boca? Hazlo.






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