Proverbios 14:16

“El sabio teme y se aparta del mal; Mas el insensato se muestra insolente y confiado” (Pr 14:16).

He aquí un hombre sabio comparado con un necio, mostrando tanto sus actitudes como sus acciones. Síguelo de cerca para aprender la lección para tu vida. Debes ver tanto el carácter como la conducta de los hombres, y debes aprender y recordar bien las diferencias. Job también enseñó la primera mitad de esta lección con palabras similares en su ensayo sobre la sabiduría (Job 28:28).

Un hombre sabio teme. Tiene temor reverente de Dios, que es el principio de la sabiduría y todo el deber del hombre (Pr 9:10; Ec 12:13; Sal 111:10). Teme a su propio corazón, porque sabe lo malo que es (Sal 19:12-13; 51:10; 119:36; Jer 17:9). Teme a la autoridad, porque Dios ha puesto a otros por encima de él (Pr 24:21; Ec 8:1-5; Ef 6:1-3,5-8; 1 P 3:1-2; He 13:17).

Pero el necio tiene una ira impetuosa. Está enojado con Dios, por no darle todo lo que quiere y por restringir su vida (Pr 19:3; Sal 2:1-3; Lc 19:14). Está enojado contra los justos, por vivir una vida más santa que la suya (Mr 15:10; Ec 4:4; Hch 13:45). Está enojado contra la autoridad, porque se niega a obedecer a los demás (Pr 21:9; 2 P 2:10-12; Dt 21:20).

Caín era un necio; envidió impetuosamente a Abel, porque Dios rechazó su ofrenda (Gn 4:4-8). Uzías era un necio; entró enojado al templo, aunque los sacerdotes le advirtieron (2 Cr 26:16-21). Herodías se enfureció contra Juan por reprender su matrimonio adúltero con Herodes (Mr 6:17-28). Estos tres se opusieron arrogantemente a Dios y a Sus siervos con rabia.

El temor del sabio hace que se aparte del mal (Pr 3:7; 14:27; 16:6). Ve venir el juicio y se vuelve de su maldad con piadoso arrepentimiento (Pr 16:17; 22:3). Cuando oye una advertencia del Señor, la escucha y la obedece (Pr 17:10; Sal 19:11; Ez 3:21).

Pero la ira impetuosa del necio le hace confiar en hacer el mal. Cree que tiene razón y que nada le pasará (Pr 7:22; 14:12; 26:12). No hay gloria en tal confianza, es un pecado horrible basado en el desprecio, el orgullo, la terquedad y la rebeldía.

Cuando Natán reprendió a David, este se arrepintió (2 S 12:13). Cuando Jonás advirtió a Nínive, ellos se arrepintieron (Jon 3:5). Incluso Acab se arrepintió, cuando fue advertido por Elías (1 R 21:27-29). Todos estos hombres recibieron misericordia por temer y apartarse del mal. Así, el sabio se examina a sí mismo con la ayuda de Dios para asegurarse de que no haya maldad en su corazón (Sal 139:23-24).

Pero cuando Moisés advirtió a Faraón, este endureció su corazón (Ex 8:32); y cuando advirtió a Coré y compañía, lo desafiaron (Nm 16:1-19). Cuando Hanani advirtió a Asa, este lo puso en la cárcel con ira (2 Cr 16:7-14). Y aunque nuestro bendito Señor advirtió a Su generación repetidamente, ellos lo crucificaron con ira. Todos estos hombres fueron juzgados severamente.

Sin la misericordia de Dios, no importa lo que haga el hombre, no puede ayudar al necio (Pr 27:22; 29:9). Se opone a sí mismo con necia ira y falsa confianza, y sólo Dios puede darle el arrepentimiento para ser salvo del diablo (2 Ti 2:24-26). ¡Qué terrible situación!

Cercano está Dios a los que le temen y tienen el corazón contrito (Sal 34:18; Is 57:15; 66:2), pero está contra los impíos y su soberbia (Pr 15:8,29; 1 P 3:12). “Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; Mas el que endurece su corazón caerá en el mal” (Pr 28:14). El Señor no será burlado. Los que continúan confiadamente en el pecado serán aplastados.

Amado lector, humíllate ante el Señor tu Dios y tiembla por tus pecados. Arrepiéntete y vuélvete al Señor con corazón temeroso. No presumas más contra Él con necia ira y falsa confianza. Arrepiéntete y se salvo del juicio venidero.




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