Proverbios 14:20

“El pobre es odioso aun a su amigo; pero muchos son los que aman al rico” (Pr 14:20).

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¡El dinero miente! ¡El dinero corrompe! Este proverbio representa la triste observación de Salomón sobre el egoísmo humano: los hombres son amistosos por lo que puedan obtener de los demás. Hasta los vecinos del pobre lo odian, porque no les sirve para salir adelante. Pero un hombre rico, no importa cuál sea su carácter o conducta, tiene muchos amigos.

¡El dinero miente! Las cosas finas de los ricos, sus muchos amigos en las altas esferas, sus modales afectados y su capacidad para ayudar son ilusiones peligrosas. Tales cosas no te dicen nada sobre el corazón y el alma detrás de los ojos orgullosos y debajo de la ropa costosa. Muchos hombres ricos son arrogantes, innobles y corruptos (Pr 18:23; 1 S 25:10). Así como la belleza de una mujer no prueba su carácter, tampoco lo hace la riqueza del hombre (Pr 11:22; 31:30).

¡El dinero corrompe! Los hombres que deberían amar a sus prójimos los odian por la simple razón de que son pobres. Los hombres que deberían odiar a los orgullosos opresores se arrastran ante los ricos, con la esperanza de que puedan comer las migajas que caen de su mesa. Si los ricos piden un favor, estos aduladores aprovechan la oportunidad y, a menudo, cerrarán los ojos ante la estratagema o el mal involucrado (Pr 17:23). Salomón advirtió extensamente sobre este peligro (Pr 23:1-8).

La medida de una persona es su carácter y conducta, no su riqueza. Nabal era rico, pero era un necio (1 S 25:2-11). Rut era una viuda pobre, pero era una mujer virtuosa (Rut 3:11). En lugar de valorar lo que una persona gana o posee, los hombres sabios examinan su adoración a Dios y su conducta moral. La verdadera medida de una persona es su temor de Dios, el amor a Cristo y a los demás, y la búsqueda de la verdad, la sabiduría y la justicia.

¿Cuáles son las lecciones? El proverbio no enseña lo que debe ser, sino lo que es común. Una lección es que la popularidad no prueba nada (Pr 19:4,6). También es una advertencia contra medir a alguien por los bienes que posee, en lugar de su carácter (Pr 19:7). Otra lección es recordar que los verdaderos amigos no se ven afectados por un cambio de circunstancias (Pr 17:17). Y la lección final es la de no hacer acepción de personas: guardarse del trato preferencial a los ricos, cuidarse de respetar a todas las personas imparcialmente (Stg 2:1-10). 

Pero hay otras lecciones. Dios escogió a sus elegidos para la salvación principalmente entre los pobres de este mundo (1 Co 1:26-29; Stg 2:5). Por lo tanto, aunque la pobreza puede indicar una posición baja en la sociedad, no dice nada de la posición de uno con Dios. Al final, le resultó mucho mejor a Lázaro ser el mendigo que era lamido por los perros que ser el rico viviendo en el lujo (Lc 16:19-31).

No importa cuán queridos sean los amigos o cuántos sean los que te rechacen, Dios nunca te abandonará, por pobre que seas (Sal 73:25-26; He 13:5-6). Él puso Su amor en ti cuando eras su odioso enemigo, y Él no quitará Su amor por los acontecimientos menores de la vida (Ro 5:6-11). Él se hizo pobre, para enriquecerte (2 Co 8:9).

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