Proverbios 15:26

 “Abominación son a Jehová los pensamientos del malo; Mas las expresiones de los limpios son limpias” (Pr 15:26).

Tu boca es el respiradero de tu corazón. Tú eliges y formas tus palabras en tu corazón. ¿Son tus pensamientos y  palabras abominación al Señr? ¿O son palabras graciosas y agradables que alegran a Dios y a los hombres? ¡Qué diferencia!

Cada vez que hablas, revelas a Dios y al hombre lo que hay en tu corazón. Cada vez que hablas, Dios y los hombres aprecian y se deleitan en tus palabras, o las abominan y desprecian. El habla es uno de los mejores indicadores del carácter de una persona. Considera esto bien.

Tus pensamientos no son tuyos. Estás obligado por el deber hacia tu Creador a pensar en Él con todo tu corazón (Dt 6:4-7). Pero los malvados nunca piensan en Él (Sal 10:4; Ro 1:20-28). Sepulcro abierto es su garganta, que revela corrupción y muerte en sus corazones (Ro 3:13).

Incluso cuando mientes, tus palabras mentirosas no mienten: dicen la verdad sobre ti y tu corazón. ¡Eres un mentiroso! Tu corazón, ya sea negro por la maldad o blanco por la justicia, se revela claramente a Dios y a los hombres por medio de tus palabras. Los tontos dicen: “No puedes conocer mi corazón”. ¡Se mienten a sí mismos y luego se lo creen! Todos, incluido Dios, conocen tu corazón por tus palabras (Mt 12:33-37; Stg 3:5-16). ¿De qué color es tu corazón?

Salomón advirtió que Dios ve todo lo que se hace en la tierra (Pr 15:3). Pero David enseñó antes que Dios escucha y analiza cada pensamiento, incluso antes de que se exprese en palabras (Sal 139:1-6). El Dios grande y temible conoce los pensamientos y las intenciones de tu corazón (He 4:12), y de toda palabra ociosa darás cuenta (Mt 12:34-37). Él cuenta los pensamientos necios como pecado (Pr 24:9). Cuida tus pensamientos y palabras a partir de hoy.

O Dios está enojado contigo por lo que piensas y dices, o está complacido contigo por ambas cosas. ¿Cuál es? Si Él está enojado, estás descendiendo irremediablemente a la destrucción (Pr 10:7; Sal 34:16). Si Dios está contra ti, no hay ayuda en el cielo ni en la tierra para ti. Si Dios es por ti, ningún poder puede detener Sus bendiciones. Tu corazón y tus labios no son tuyos; recibirás bien o mal por tus palabras (Pr 18,21; Sal 12,1-5). Has sido advertido.

Los pensamientos y las palabras de los hombres malvados son soberbios, blasfemos, crueles, inmundos, necios, altivos, ignorantes, calumniadores, vanos y viciosos. Hablan de manera áspera, impulsiva, irreverente, fuerte, sarcástica y egoísta. Balbucean sobre el aborto, el adulterio, la evolución, los chismes, los sindicatos, las películas, la autoestima, los matrimonios entre personas del mismo sexo, los deportes y otras vanidades. El Dios del cielo los desprecia a ellos, sus pensamientos y sus palabras.

Los pensamientos y las palabras de los hombres puros son alegres, amables, serviciales, bondadosos, eruditos, misericordiosos, pacíficos, virtuosos y sabios (Pr 10:20-21;15:2,4; 16:23-24; Ec 10:12). Hablan con cuidado y despacio. Sus palabras se forman en un corazón puro, porque es un corazón puro el que engendra palabras de gracia, y aun los reyes desean estar cerca de tales hombres (Pr 22:11). Sus palabras son agradables tanto a Dios como a los hombres (Pr 15:23; 24:26; 25:11).

¿Cómo afectas a los demás con tu discurso? Si comienzas con pensamientos humildes, amables y sabios en tu corazón, consolarás, alentarás y ayudarás a quienes te rodean. Algunos hombres hieren a otros con sus palabras como espadas; otros tienen una lengua que es árbol de vida (Pr 12:18; 15:4). Puedes ser dulce y saludable para los demás, si eliges palabras agradables (Pr 16:24). ¿Cómo puedes hacer esto? ¡Solo piensa en pensamientos agradables sobre los demás en tu corazón!

Ningún hombre jamás habló como el Señor Jesucristo. Los guardias enviados por sus enemigos no pudieron arrestarlo, porque fueron abrumados por sus palabras virtuosas (Jn 7:45-46). Su primer sermón en su ciudad natal fue abrumadoramente lleno de gracia, lo que hizo que los escépticos y los escarnecedores se detuvieran en seco (Lc 4:14-22). Y después de su resurrección, interpretó las Escrituras de una manera que hizo que los corazones de dos discípulos ardieran de placer (Lc 24:13-32).

¿Cómo puedes aprender a hablar como Él? Deja tus hábitos actuales de pensar y hablar, y arrepiéntete de cualquier discurso necio (Pr 30:32; Job 40:4; Is 6:5). Piensa solo en cosas nobles y virtuosas (Pr 4:23; Mal 3:16; Fil 4:8; Col 3:2). Reduce la velocidad con que hablas (Pr 15:28; 29:20; Stg 1:19). Reduce el número de tus palabras por la mitad (Pr 17:27-28; Ec 10:19). Si no puedes decir nada bueno acerca de Dios o de los hombres, deja de hablar por completo (Ef 4:29; Col 4:6). ¡Ayúdanos, Señor!





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