Proverbios 15:28

“El corazón del justo piensa para responder; mas la boca de los impíos derrama malas cosas” (Pr 15:28).

¿Qué es mejor? ¿Una respuesta rápida? ¿O la respuesta correcta? ¿Sientes presión para responder rápidamente? Acaba con la necesidad de ser veloz para asegurarte en vez de que tienes razón. Un hombre sabio y justo siempre considera la pregunta o el asunto cuidadosamente antes de responder.

Un hombre justo puede tomarse un buen tiempo para responder una pregunta, pero al final dará la respuesta correcta; mientras que un hombre necio e impío dejará escapar lo primero que le venga a la mente. Para el ojo inexperto, el justo puede parecer desconcertado, mientras que el impío puede parecer una gran fuente de conocimiento por la rapidez de su respuesta.

Los sabios lo saben: el tiempo no es oro ni la lentitud es un derroche. La prisa es derroche, y la cantidad de palabras suele cubrir la falta de calidad. La velocidad y verborrea de una respuesta no prueban que la respuesta sea correcta. ¿Puedes aprender esta regla para pensar críticamente sobre las respuestas de los demás y reducir la velocidad de las tuyas? Cuando alguien necesita un consejo, nunca debes hablar a menos y hasta que tengas la verdad.

Los sabios escuchan y consideran las preguntas antes de formular una respuesta, porque responder un asunto antes de oírlo es locura y vergüenza (Pr 18:13; 25:8). Nicodemo apeló a esta sabiduría de la ley para proteger al Señor Jesús (Jn 7:51; Dt 13:12-18). Si respondes de a cuerdo a las primeras impresiones, a menudo juzgarás por las apariencias, en lugar de emitir un juicio justo (Jn 7:24).

Para evitar obtener solo un lado de la historia, Dios requiere al menos dos testigos de cualquier evento; un testigo es inútil en la controversia (Mt 18:16; 1 Ti 5:19; He 10:28). Esto ayuda con conflictos maritales, negocios y otras controversias entre dos partes. Recuerda bien esta regla, porque la mayoría querrá que tomes partido por el testimonio de un solo lado.

Es honor de los reyes escudriñar un asunto (Pr 25:2), lo que significa estudiar todos los detalles de una situación antes de juzgar, porque los rumores no bastan a los nobles para juzgar (Dt 13:12-17). La sabiduría requiere circunspección, que es mirar atentamente en todas direcciones (Ef 5:15). El perfecto Job investigaba los asuntos antes de emitir su juicio (Job 29:16).

Los ministros solo evitan la vergüenza y son aprobados por Dios a través del estudio diligente (2 Ti 2:15; 1 Ti 4:13-15). Si enseñan o responden apresuradamente, ciertamente cometerán un error por no tener la inspiración directa que tuvieron los apóstoles. La verdadera predicación consiste en leer claramente las palabras de Dios a los oyentes y darles el sentido o significado correcto, lo cual requiere mucho trabajo (Neh 8:8; Esd 7:6). ¡Ay de aquellos pastores de hoy que cuentan historias entretenidas con solo la Biblia de labios para afuera! Son muchos los que cuentan fábulas, como está profetizado (2 Ti 4:3-4).

Incluso los reyes con los destinos de las naciones en juego en sus decisiones pueden cometer errores. Salomón advirtió a su hijo con este proverbio que evitara el peligro y el riesgo de una legislación apresurada. Si Asuero hubiera estudiado la legislación que se le presentó, no habría condenado al pueblo de Ester al genocidio (Est 3:7-11). Si Darío hubiera estudiado un apartado propuesto para honrarse a sí mismo, no habría condenado a Daniel al foso de los leones (Dn 6:1-14).

No es vergonzoso decirles a quienes te hacen una pregunta: “Por favor, dame un poco de tiempo para considerar tu pregunta y preparar una respuesta adecuada”. Tal respuesta es sabiduría. Aquellos que te piden consejo y te critican impacientemente por tu cautela son tontos, y un hombre que responde apresuradamente es un tonto, así que menosprecia a los tales y no seas como ellos.

El Señor Jesucristo, a quien Dios hizo de muy rápido en entendimiento, juzgó con justicia, no solo con ver u oír (Is 11:1-5). Cuando respondió las preguntas de sus enemigos estos quedaron confundidos y temerosos de preguntarle más (Mt 22:46). Su nombre es Fiel y Verdadero.




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