Proverbios 16:1

 “Del hombre son las disposiciones del corazón; Mas de Jehová es la respuesta de la lengua” (Pr 16:1).

Los hombres piensan y hablan libremente; no son forzados. Pero Dios gobierna sus pensamientos y palabras para Su gloria y propósitos. El hombre propone, Dios dispone. Ningún hombre puede pensar y hablar sabiamente sin la gracia de Dios. Los malos pensamientos o palabras de ningún hombre sorprenden o frustran a Dios.

Los hombres piensan y hablan libremente, sin ser forzados. Algunos tontamente llaman a esto libre albedrío, olvidando que piensan y hablan conforme a sus corazones depravados, que son corrompidos, ignorantes, engañosos sobre todas las cosas y perversos (Ro 3:10-18; 1 Co 2:14; Jer 17: 9; Sal 10:4). Los pensamientos y las palabras del hombre son esclavos del pecado y del diablo (Ef 2:1-3).

Humíllate ante este Dios glorioso y soberano. Su nombre único e increíble es Jehová, que significa Yo Soy El Que Soy (Ex 3:14; 6:3). Pon tu confianza en Él, llámalo, obedécelo y agradécele cualquier preparación en tu corazón hacia Él. Si Él te ha convencido para que lo busques y lo sirvas, es Su amorosa bondad atrayéndote hacia Él.

Ningún hombre jamás ha hecho una elección en su corazón o pronunciado una palabra con sus labios que no haya sido dirigida y gobernada por completo por el Altísimo. El hombre piensa y habla libremente, porque no siente más presión que sus propios deseos y motivos, pero Dios controla cada parte del proceso y usa tanto los pensamientos como las palabras para lograr sus propios propósitos. Si hay algún mal que no le alabe, Él lo restringe. Él usa todo lo demás para lograr su propia alabanza, independientemente de lo que la persona piense (Sal 76:10; Is 10:5-15).

El Señor no pone mal en el corazón del hombre, porque ya hay bastante allí. La Escritura es muy clara en que Dios no tienta a ningún hombre poniendo el mal en su corazón (Stg 1:13-16). Pero la Escritura es muy clara también en cuanto a que Dios usa el mal que está allí para sus propios designios. De hecho, si Él no estuviera restringiendo los corazones malvados de los hombres, el mundo sería mucho peor.

Por supuesto, esta gloriosa doctrina del gobierno soberano del mundo por parte de Dios ya no se enseña, aunque era bien entendida en generaciones anteriores. La mayoría de los hombres han rechazado a un Dios Creador, y aquellos que no lo han hecho no quieren que Él gobierne sus buenas y malas acciones y determine su propósito en la vida y la eternidad. Deben tener libre albedrío y libre determinación de su destino eterno, o rechazarán la doctrina y su Dios.

Considera el corazón. Los hombres piensan que es su posesión sagrada que Dios no puede tocar, pero la Biblia declara lo contrario. Salomón, un rey él mismo, escribió: “Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina” (Pr 21:1). Ve el comentario sobre Proverbios 21:1. Dios endureció el corazón de Faraón y de otros reyes para su propia destrucción para Su gloria y alabanza sobre ellos (Ex 9:16; Ro 9:17).

Dios gobernó los corazones malvados de los hermanos de José (Gn 45:8; 50:20), Faraón (Ex 4:21; 14:4), Sehón (Dt 2:30), los cananeos (Jos 11:19-20), los hijos de Eli (1 S 2:25), Hadad (1 R 11:14), Roboam (1 R 12:15), los profetas de Acab (1 R 22:22), los reyes de Asiria (1 Cr 5:26), los filisteos y árabes (2 Cr 21:16), Amasías (2 Cr 25:20), Israel (Is 63:17), los engañados por el Hombre de Pecado (2 Ts 2:11-12), y los reyes del oriente (Ap 17:17).

Dios puede juzgar y juzgará a los hombres por los malos pensamientos y las malas obras que utilizó para su propia gloria, como los asirios (Is 10:5-15) y los judíos que crucificaron a su Hijo Jesús (Hch 2: 23; 4:28; Mt 22:1-7). Eligieron sus obras pecaminosas voluntariamente, por lo que Él es justo para juzgarlos, aunque siempre usa la ira del hombre para Su propia alabanza (Ro 9:18-20; Sal 76:10).

Él puede refrenar el corazón de cualquier hombre para que no haga el mal, cuando Él decide hacerlo. Le impidió al rey Abimelec que tocara a Sara, a quien había tomado de Abraham para que fuera su mujer (Gn 20:6). Y de la misma manera impidió que los cananeos desearan la tierra de Israel, cuando todos los hombres subían tres veces al año para las fiestas (Ex 34:24). ¿Por qué no refrena así todo pecado? ¡Porque Él está usando la ira del hombre para Su propia alabanza! (Sal 76:10)

Dios preparó el bien en el corazón de Israel (1 Cr 29:18), Ciro (Esd 1:1), Darío (Esd 6:22; 7:27), Nehemías (Neh 2:12; 7:5), el salmista (Sal 119:36), Zorobabel y el remanente (Hag 1:14), Lidia (Hch 16:14), Tito (2 Co 8:16), y los elegidos (Jn 6:45; He 8:10; 10:16). Si deseas servirle, ¡Él también lo preparó! (1 Co 12:3)

Considera la lengua. Los hombres piensan que sus labios y lenguas son suyos, pero eso no es lo que declara el Señor (Sal 12:4). Incluso el asno mudo de Balaam respondió por el Señor (Nm 22:28-30; 2 P 2:16). Balaam mismo trató de maldecir, pero el Señor sacó una bendición (Nm 23:11-12). Simei maldijo, pero también fue del Señor (2 S 16:10).

Cuando Caifás pensó que estaba conspirando, más bien estaba profetizando (Jn 11:49-51). Y la bendita respuesta de Pedro vino directamente del cielo (Mt 16:17). Los apóstoles de nuestro Señor podían hablar gloriosamente sin preparación (Lc 21:12-15; Hch 6:10), y lo hicieron por el poder de Dios en numerosos idiomas extranjeros que nunca habían aprendido (Hch 1:8; 2:1-13).

No hay mal que deba asustarte o dejarte perplejo, porque todo está bajo el control del Señor. Y por todo pensamiento bueno y noble que tengas hacia el cielo debes dar gracias, porque Dios ha preparado tu corazón para con Él (1 Cr 29:9,14,18). Corre con tal bendición. Él no te debe otro pensamiento de convicción. Cualquier buen pensamiento o confesión es prueba de Su amor por ti, porque Él lo sacó de ti (Os 11:1-4).

Ningún hombre jamás ha invocado el nombre de Jesucristo para salvación, sin que Dios primero haya recreado Su corazón por medio de la regeneración. Porque sin el poder resucitador de Su gracia vivificante, todavía odiarías a Jesucristo con tu último aliento (Sal 14:1-3; Is 26:10; Lc 16:27-31; Jn 1:12-13; 3:3 ,8; 5:24-29; 6:44-45,65; 8:43,47; 10:26-29; Ro 3:9-18; 1 Co 2:14; Ef 2:1-3; Fil. 2:13; 1 Jn 4:15; 5:1). La idea de la salvación por libre albedrío es absurda y blasfema, porque magnifica el barro sobre el alfarero (Ro 9:15-24). Es la voluntad de Dios la causa determinante, originaria, motora e instrumental del bien (Ef 1:5,11).

¿Esperarás perezosamente que Él obre en ti? ¡Dios no lo quiera! Tal es la perversa excusa del fatalista. ¿Cómo sabes que Él no ha hecho ya Su obra? Debes obrar la salvación en la que Él ha obrado (Fil 2:12). Debes mantener tu corazón tan firmemente como puedas y trabajar tan diligentemente como puedas (Jud 1:21; 2 Ti 2:1-4). Pero la sabiduría santificada, enseñada por este proverbio, da todo el crédito y la alabanza a su gracia (1 Co 15:10).

¿Puedes cambiar el corazón de otro? ¡No! ¿Puedes ayudarlos a profesar una fe que agrada a Dios? ¡Imposible! Sólo Dios puede cambiar un corazón y sacar una confesión sincera. Abraham sabía que Lázaro volviendo de entre los muertos no podía ayudar a los hermanos del hombre rico (Lc 16:27-31). Jesús sabía que solo la obra previa de Dios podía hacer que alguien le creyera (Jn 3:3-8; 6:44; 8:43-45; 10:26-28). Pablo sabía que su predicación nunca preparó a nadie, solo reveló lo que estaba allí (1 Co 1:18,22-24; 2:14-15; 2 Co 2:14-17; 4:1-7).

Inclínate ante este glorioso Dios hoy. Que Él sea tu temor y pavor (Is 8:13-15). Ruégale misericordia. Confía en Él completamente. Obedécele incondicionalmente. Da gracias eternas por cualquier conocimiento o deseo que tengas hacia Él o el cielo. Él te lo dio, y Él puede quitártelo o aumentarlo más y más. Ora para que haga más preparativos en tu corazón hacia Él, como oró David (Sal 51:10; 86:11; 119:32,36,80; 141:4).




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