Proverbios 21:17
“Hombre necesitado será el que ama el deleite, y el que ama el vino y los ungüentos no se enriquecerá” (Pr 21:17).
Una manera fácil de enriquecerse es dejar de gastar (Pr 21:20). No es el alto costo de la vida lo que empobrece a la gente, ¡sino el costo de la alta vida! El americano típico es adicto a un estilo de vida extravagante que lo mantiene pobre y estresado. El deleite, el vino y los ungüentos (la perfumería, la aromaterapia, la cosmética y todo lo relacionado con la estética) de los días de Salomón son el entretenimiento, los artículos suntuarios y la comida de hoy. Las personas, las empresas y la nación están financieramente enfermas y muriendo debido al gasto excesivo.
La mayoría gasta más de lo que necesita gastar. Pero muchos anhelan el deleite y el lujo, y se consumen en la pobreza. Estas personas siempre tienen problemas financieros, pero nunca dejan de gastar. Están convencidas de que se merecen y necesitan las cosas que compran. Siempre serán pobres. Aunque muchas de estas personas tienen ingresos adecuados o muy buenos, lo gastan todo y algo más. Las quiebras de todo tipo van en aumento.
Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de América quien promovió la importancia del ahorro y la frugalidad, parafraseó a Salomón diciendo: “Un centavo ahorrado es un centavo ganado”. La frase significa que ahorrar incluso pequeñas cantidades de dinero es tan valioso como ganar más dinero. En otras palabras, cada vez que decides no gastar un centavo, ese centavo se suma a tu riqueza de la misma manera que si lo hubieras ganado. El refrán resalta la importancia de la disciplina financiera y la gestión del dinero; promueve una mentalidad de ahorro, donde se valora cada centavo y se evita el gasto innecesario. Aunque un centavo pueda parecer insignificante, la práctica constante del ahorro, incluso de pequeñas cantidades, puede generar un gran impacto financiero con el tiempo. La frase también puede interpretarse como que al no gastar, no necesitas ganar más para cubrir esa necesidad, lo que de alguna manera te “libera” de la obligación de generar más ingresos.
Reducir tus gastos es lo mismo que aumentar tus ingresos. Si Benjamín Franklin estuviera vivo hoy, con una tasa marginal promedio del 28%, diría: “Un centavo ahorrado equivale a 1,4 centavos ganados”, lo que refleja los impuestos sobre la renta. Si esto te perdió, aquí está la explicación: reducir los gastos en $1.000 es lo mismo que aumentar los ingresos en $1.400 para el contribuyente promedio.
Algunas personas viven dentro de sus posibilidades, pero la mayoría no. En la teoría económica, el aumento del ingreso lleva a aumentar el gasto, provocando lo que se llama la propensión a consumir. Esta, en América, a menudo es superior al 100%. Los gastos aumentan más rápido que los ingresos, y cubren la diferencia con tarjetas de crédito, pagos por cuotas e hipotecas. Nunca pagan una casa, porque cuando se acercan a ser propietarios, se endeudan por una casa más grande, ya sea que la necesiten o no, o refinancian la casa vieja y toman el capital de ella para gastar en ocio y deleites de todo tipo. El amor por el placer y el lujo los corroe, pues han creado “necesidades” que no pueden justificar ni permitirse.
Pero algunos hombres pueden vivir modestamente, aunque sean ricos. No aman el deleite, el vino ni los ungüentos. Sam Walton (1918–1992), el americano más rico y exitoso cuando vivía, siguió conduciendo una camioneta acompañado de sus perros. Warren Buffett (1930), el mayor inversionista y el segundo hombre más rico del mundo, todavía vive en la misma casita que compró hace más de 40 años y se contenta con una hamburguesa y Coca-Cola como su comida diaria.
Comer fuera no es un derecho. Es un privilegio extravagante y costoso. Es un hábito horrible a menos que tus ingresos cubran todas las obligaciones financieras con mucho sobrante. Tus abuelos casi nunca lo consideraron. Salir a comer daña el presupuesto más que cualquier otro gasto.
En una generación, los americanos esperan comer afuera casi a diario e incluso varias veces al día. Muchas mujeres ya no cocinan en absoluto y piensan que es un ofensa que les mencionen el tema. Llevar colación de la casa al trabajo o a la universidad se considera un insulto a la dignidad de la mayoría de los americanos. Están enamorados de los restoranes, del vino y los ungüentos que menciona Salomón en este proverbio. La deuda y la pobreza están a la puerta.
Desafiando el potencial ahorro de los consumidores, la mayoría de los restoranes y patios de comida fomentan la glotonería. En una nación que codicia la comodidad y la extravagancia, estos son los lugares populares para estar. Cada vez debes gastar más para obtener el placer original (Pr 27:7). Por $10.000 por cabeza, se invita a una pareja a comer 5.000 calorías cada uno con bebidas, aperitivos, plato principal, postre, impuestos, propina, cuidado de niños y gasolina. Por $5.000, podrían haber tenido un picnic sobre la alfombra, con vino, pan italiano, queso, y velas en el dormitorio. ¡Y no habrían estado hinchados y flatulentos cuando se acostaron!
Hay muchas cosas que crees que necesitas y que no necesitas: son los deleites, el vino y los ungüentos de este proverbio que debes restringir para que se ajusten a tus ingresos. No necesitas un teléfono celular, iPad u otros artefactos electrónicos relacionados con costosos contratos mensuales. No necesitas más vehículos que trabajadores en el hogar. No necesitas cable, ya que puedes ver por internet cualquier cosa. No necesitas una membresía de gimnasio, puedes hacer ejercicio en casa. No es necesario comprar en el centro comercial, puedes hacerlo en la calle y en los negocios de ropa usada. No necesitas viajes, vacaciones o recreación más allá de lo que puedes hacer en casa. Ciertamente no necesitas mascotas, especialmente perros, ya que pueden ser muy costosos con todo lo que se dice que hoy en día necesitan. ¡Saca cuentas!
El pobre al que le gusta gastar dinero siempre será pobre, porque no tiene ahorros para aprovechar oportunidades de inversión y negocios (Pr 14:4). Es sólo por el capital reservado que un hombre puede aprovechar esas pocas situaciones en la vida que ofrecen ganancias inusuales. Así que de nuevo ves la ley de la naturaleza y de Dios en acción, los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres.
La cura para la pobreza es la virtud necesaria para la mayor parte del éxito en la vida: la templanza, también llamada dominio propio y autodisciplina. Haces reglas para frenar el gasto, sin importar cuánto “quieres” o piensas que “necesitas” algo. Todo lo que realmente necesitas es comida, ropa y techo. Todo lo demás es lujo y placer. Si eres despilfarrador, eres hermano del perezoso (Pr 18:9). Si eres derrochador, eres hermano de los borrachos y los glotones (Pr 23:20-21).
Es posible que debas ser drástico. Tira tu televisor. Salvarás tu alma y evitarás la publicidad ofensiva. Tira tus tarjetas de crédito. Dificultarás la compra por impulso y por internet, y evitarás las tasas de interés altas del mercado. Las vacaciones no son un derecho, son el privilegio costoso de quien tiene sus finanzas en orden. Rechaza el orgullo que te dice que no puedes comprar autos usados, casas, muebles, electrodomésticos o incluso ropa usada. Tus hijos, especialmente los pequeños, no necesitan nada a la última moda, y tú tampoco.
Vives entre derrochadores. Te enfrentas a mucha publicidad perversa y presión de grupo todo el día, todos los días. El gobierno se endeuda irresponsablemente para cubrir gastos innecesarios, abusivos; gastos que pagas tú con tus impuestos. Les siguen las empresas de servicios, ávidas de venderte comodidad, extravagancia, lujo y placer.
Dios nos llama a ser sobrios y austeros económicamente, y a enseñar esta virtud a nuestros hijos. La verdadera independencia financiera es vivir dentro de tus posibilidades y confiar en tu Padre celestial.
Una buena práctica familiar, insufrible para esta generación malcriada y consumista, es ver cuánto puedes ahorrar viviendo más barato durante un mes. No salgas a comer fuera. No compres comida entregada al domicilio. No pagues por entretenimiento fuera de casa. No salgas a conducir sin rumbo fijo, por pasear. Cíñete a un menú básico. Enciende las luces una hora más tarde y apágalas una hora antes. Disminuye la calefacción en invierno. Así puedes enseñarle a tus hijos a apreciar aquello a lo que están acostumbrados y mostrarles cómo economizar cuando sea necesario.
Otra buena práctica familiar es vivir con un presupuesto, algo que los gobiernos y la mayoría de los ciudadanos ya no hacen. Si bien la elaboración de un presupuesto puede resultar complicada e intimidante al principio, existe una solución simple. Siempre que tengas ingresos, como el pago de tu sueldo u honorarios, aparta para Dios primero, haz tu contribución de ahorros en segundo lugar, deposita algo en una cuenta para emergencias del hogar y paga todas tus facturas o reserva el dinero para ellas. ¡Ahora eres libre de disfrutar de lo que te queda! La mayoría se dará cuenta de que necesitan más ingresos, lo que significa que han estado viviendo por encima de sus posibilidades y son necios en camino a la pobreza.
Amar los deleites de este mundo hará al hombre espiritualmente pobre, porque no se puede amar a este mundo y al Señor Jesucristo al mismo tiempo. Él demanda tu total devoción (Mt 6:24; Stg 4:4). Lot eligió la llanura del Jordán, cerca de la ciudad de Sodoma, por ser una tierra fértil y bien irrigada, similar al jardín del Edén. Esta elección lo llevó a vivir en medio de la sociedad corrupta y pecaminosa de Sodoma, con pérdida de su familia y vergüenza perpetua en la iglesia de Dios. Pero Moisés cambió los placeres y las riquezas de Egipto por el oprobio y la pobreza del pueblo de Dios (He 11:24-26).
Si te gustan las cosas terrenales, los deleites, el vino y los ungüentos de este mundo, eres un adorador del vientre (Fil 3:18-19). Has elegido la pobreza de tu alma y la prisión espiritual. No amas a Dios, amas al mundo, y “si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Jn 2:15-17). Es el amor al dinero y a las cosas que puede comprar lo que roba y destruye las almas de los hombres (1 Ti 6:6-10). Si en cambio eliges perder tu vida por el Señor Jesucristo, entonces la hallarás (Mt 16:25).
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