Proverbios 21:18

“Rescate del justo es el impío, y por los rectos, el prevaricador” (Pr 21:18).

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El Dios del cielo ama a los justos y con gusto sacrifica a los impíos por ellos. El precio de rescate para comprar y bendecir a los justos es la vida de los impíos transgresores. Él salvará a los justos sacrificando a sus malvados enemigos, y volverá sus perversos designios contra los justos sobre sus propias cabezas. Considera el Salmo 7:10-17.

¿Tienes envidia de la prosperidad de los impíos? ¿Te preocupa su odio por los justos? ¿Tienes miedo de sus olas orgullosas? ¡Espumarán su vergüenza en las tinieblas eternas! Pero antes de que lleguen a ese lugar oscuro, serán entregados a problemas aquí. Hay un Dios justo, y Él hace diferencias entre los hombres, y en cómo los trata (Sal 58:10-11)

El mejor ejemplo para ilustrar esta lección es el rescate que Egipto pagó por Israel. El Señor amó a Su pueblo Israel, y escuchó su clamor a causa de la dura servidumbre que los egipcios les impusieron (Ex 1:13-14; 2:23-25). Tenía consideración por ellos, pero no tenía respeto por Egipto. Estaban a punto de convertirse en el rescate de Su nación justa.

Envió diez plagas y destruyó horriblemente a Egipto antes de ahogar a Faraón y su ejército en el Mar Rojo. Los consejeros de Faraón admitieron que las plagas habían destruido la nación (Ex 10:7). Con los primogénitos muertos en cada hogar, los egipcios rogaron a Israel que se fuera, por lo que Israel “tomó prestada” la riqueza de toda la nación para nunca devolverla. Y el Señor gozosamente ordenó a Israel que despojara a los egipcios de esta manera (Ex 12:35-36). ¡A Dios sea la gloria!

El Señor declara acerca de esta transacción: “Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida” (Is 43:3-4). Esta es la lección.

Dios ordenó a Josué que apedreara a Acán y a su familia para salvar a Israel (Jos 7:1-26). Los siete hijos de Saúl fueron colgados para rescatar a Israel de una hambruna del Señor (2 S 21:1-14). Y Amán y sus diez hijos fueron colgados en la horca que el mismo Amán había construido para Mardoqueo y los judíos (Est 7:10). Dios trata de diferente manera a diferentes hombres (Sal 58:10-11).

Considera las palabras de otro proverbio: “El justo es librado de la tribulación; mas el impío entra en lugar suyo” (Pr 11:8). El Señor sacará del apuro al justo y pondrá al impío en su lugar. El Señor castigará a los impíos en lugar de a los justos.

Dios usó a Asiria como su herramienta para castigar a Israel; luego se volvió contra ella y aplastó a Asiria por sus acciones y actitud (Is 10:5-19). E hizo lo mismo con Babilonia, a quien usó para castigar a Israel y a otras naciones durante setenta años antes de castigarlos (Jer 25:8-14).

El sirviente que no obtuvo el rendimiento de su único talento fue severamente castigado, y su talento fue dado al hombre con diez. Los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres; sí, los pobres son sacrificados por los ricos en esta parábola espiritual (Mt 25:14-30).

Estimado amigo, si temes al Señor y buscas vivir con rectitud, el Señor te ama y gustosamente sacrificará a los impíos por ti. No hay necesidad de temerles en absoluto. El Señor está en Su santo templo, y nunca dejará que los malvados se salgan con la suya. Tu lección en este proverbio es la gloriosa providencia de Dios Todopoderoso al disponer los eventos de esta vida para el beneficio de Su pueblo. Sacrificará a los impíos en beneficio de Sus hijos.

Se acerca el día en que los cristianos juzgarán al mundo y a los ángeles (1 Co 6:2-3). Los demonios y los pecadores los han perseguido durante miles de años, pero se acerca el día de la venganza, cuando los mártires bajo el altar de Dios verán respondida su oración (Ap 6: 9-11). Tanto los impíos como los ángeles serán sacrificados en lugar de Sus hijos.

Que esta lección aleje cualquier temor o intimidación de los malvados, y que reemplace ese temor con un humilde deseo de ser el pueblo honorable y amado del Altísimo. Porque “ninguna arma forjada contra ti prosperará” (Is 54:11-17). Y “el que os toca, toca la niña de mis ojos” (Zac 2:8-9). Gracias, Señor, por defender y salvar a los rectos de corazón. Considera el Salmo 7:10-17 nuevamente. ¡A Dios sea la gloria!

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