Proverbios 21:28

“El testigo mentiroso perecerá; Mas el hombre que oye, permanecerá en su dicho” (Pr 21:28).

Millones testifican en los tribunales y en otros lugares todos los días. Los padres cuestionan a los hijos. Un testigo falso puede mentir por un tiempo, pero será descubierto y castigado por Dios y los hombres. Pero los hombres piadosos, cuando son puestos bajo juramento, dicen la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad.

Un proverbio es un dicho breve y oscuro (Pr 1:6). Es tu deber encontrar la lección. La primera mitad es obvia: un hombre que miente bajo juramento será castigado. La segunda mitad, como muchos proverbios, enseña lo contrario: un buen hombre bajo juramento siempre testifica la verdad.

Es un buen hombre en la segunda cláusula, porque se contrasta con el falso testimonio de la primera cláusula. Como muchos de los proverbios de Salomón, hay dos cláusulas comparadas entre sí, ya sea negativa o positivamente. Es una comparación negativa aquí por la disyuntiva “mas”. Los mentirosos en la corte serán juzgados severamente, pero los hombres honestos y fieles dicen la verdad.

¿Qué oye el hombre de la segunda cláusula? Oye que el magistrado le hace jurar que dirá la verdad. Moisés advirtió: “Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado” (Lv 5:1). Jesús finalmente respondió a Caifás, después de ser conjurado a responder (Mt 26:63-64).

¿Cómo responde el buen hombre bajo juramento? Habla consistentemente, lo que significa que habla con honestidad mental; lo hace confiadamente, fielmente, con certeza. Dice la verdad con firmeza, sin equívocos ni variaciones. Su testimonio es coherente consigo mismo. Él es siempre un testigo fiel y verdadero, del cual depende la integridad de cada tribunal.

Salomón dio esta lección en otra parte. Él escribió: “El cómplice del ladrón aborrece su propia alma; pues oye la imprecación y no dice nada” (Pr 29:24). El cómplice de un ladrón escuchó al juez decirle que dijera la verdad bajo juramento, pero aún así el cómplice no reveló al ladrón. Recuerda esta regla la próxima vez que te presentes en un tribunal y di: “Ayúdame, Dios”.

Moisés ordenó desde temprano: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Ex 20:16). El bendito Dios del cielo es un Dios de verdad, y espera que Sus hijos sean hombres de verdad (Dt 32:4; Ex 18:21; Ef 4:25). Los padres deben hacer cumplir en todo momento la verdad absoluta, sancionando como faltas muy graves la exageración, el engaño y la mentira. Casi cualquier ofensa o pecado puede solucionarse con el arrepentimiento, pero mentir es casi imposible.

Dios odia a los mentirosos ya la mentira (Pr 6:16-19). El diablo es el padre de mentira (Jn 8:44). Todos los mentirosos estarán en el lago de fuego y azufre (Ap 21:8). Pero Dios en gracia castigó las mentiras de Sus elegidos en Jesucristo, y les dio la honestidad y la veracidad de Jesús como su propia reputación en la maravillosa transacción legal llamada justificación. ¡Qué glorioso juez y abogado!




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