Proverbios 21:9

“Mejor es vivir en un rincón del terrado que con mujer rencillosa en casa espaciosa” (Pr 21:9).

¿Por qué algunos hombres a menudo están fuera de casa? Van al gimnasio, trabajan horas extra, juegan al fútbol, viven en su taller, se dedican a la mecánica, cortan leña, o escuchan música con audífonos todo el tiempo. ¿Por qué? Están evitando a la espantosa criatura con la que tontamente se casaron. Estos pobres hombres tomaron una decisión que les arruinó la vida al casarse con una mujer rencillosa y murmuradora.

Dios creó a Eva para ser la compañera perfecta de Adán (Gn 2:18-25). El matrimonio le da al hombre su propia esposa para compañía placentera, ayuda mutua y placer íntimo (Ec 4:9-12; 9:9; 1 Co 7:1-5). Pero el pecado en el Edén, y desde entonces, ha corrompido el diseño de Dios, y las mujeres rebeldes y egoístas se vuelven irritantes en el hogar.

¿Cómo corrompe el pecado la creación de Dios? (Ec 7:29) El mayor placer de un hombre se convierte en su dolor más severo. Su mayor tesoro, en su mayor pérdida. Su mejor amiga, en su peor enemigo. Su fuente de paz y consuelo, en su miseria sin fin (Pr 12:4). Cuando la víctima torturada se da cuenta de su grave error, su espíritu se aflige y se ve obligado a rendirse y retirarse de su presencia para encontrar algo de consuelo en la tranquila soledad de actividades recreativas.

Una mujer rencillosa es una mujer pendenciera, recriminadora, reprochadora, resentida y llorona. La has escuchado: se queja, corrige, debate, regaña, sugiere, recuerda; en otras palabras, se convierte en una molestia insoportable. Los intentos de corregirla fracasan, porque su orgullo rebelde no puede someterse ni callarse.

¿Qué tan extendido está el problema? Salomón habló del tema en otros cinco proverbios (Pr 12:4; 19:13; 21:19; 25:24; 27:15-16). Es un problema común, especialmente en esta era rebelde, donde las mujeres ya no conocen su lugar ordenado por Dios, ni quieren conocerlo. Es una trampa peligrosa esperando atraer a jóvenes incautos con su carnada y luego cerrarse de golpe sobre ellos.

“Mejor es”, ¿escuchas al Predicador? Dio una de las sabias prioridades de la vida. Es mejor vivir en el techo que en una casa grande con una mujer así. Es mejor estar soltero, solo y sin compañía, que cohabitar con esta miserable versión de mujer en un matrimonio sin alegría. Es mejor quedarse en el taller haciendo otro mueble sin valor que tratar de tener paz o placer con la mujer sabelotodo que se ha apoderado de tu casa.

Dios, que creó a la mujer para el hombre, declara  que el adorno de un espíritu agradable y apacible, que es de gran estima delante de Él, y mucho mejor que la apariencia física (1 P 3:3-4). La decoración externa nunca puede cubrir la mancha interna de un espíritu contencioso (Pr 11:22; 27:15-16). Dios promete que la mujer que cumple Sus requisitos será alabada por su esposo e hijos (Pr 31:28). Tales mujeres nobles y virtuosas deben ser honradas y alabadas, y las mujeres odiosas de este proverbio deben ser ignoradas y menospreciadas para castigo y ejemplo para las demás (Pr 11:16; 26:1-12).

¡Joven, rechaza este carácter en una mujer! El impulso irreflexivo, la necesidad desesperada o el enamoramiento tonto te atormentarán durante cincuenta años. Deja que los hombres casados conozcan y aprueben a tu novia y a su madre; que busquen un soplo del odioso espíritu mencionado en este proverbio. Cualquier defecto de carácter que encuentres antes del matrimonio será diez veces peor después (Pr 30:21-23). Y esta deformidad no mejora con la edad, sino que empeora. Tu única esperanza será la misericordia de la muerte.

Esposo abatido, ¿ya te has casado mal? Si tu mujer teme al Señor, llévala a la Biblia y ayúdala a leer las órdenes de su Creador. Encuentra una iglesia donde el hombre de Dios la reprenda y la instruya por ti. Exponla a mujeres agradables y apacibles temerosas de Dios. Pero si ella no teme al Señor, consigue algunos bocadillos y elige la esquina del techo que esté menos expuesta.

Niña o mujer cristiana, odia a esta criatura repulsiva tanto como a la mujer extraña. Presta atención a su charla, risas, quejas, observaciones negativas, interrupciones rudas, correcciones autoritarias, recordatorios persistentes, sugerencias egoístas o preguntas altivas. Jura ante el Señor tu Dios que nunca vivirás un día de su vida. Haz un voto de que glorificarás a Dios y adornarás tu género con bondad, mansedumbre y gentileza.

La sumisión es tu papel y deber (Ef 5:22-24); rechazarlo destruye tu verdadera naturaleza. La bondad te hará ser respetada perpetuamente (Pr 11:16); la reverencia te hará ganar una estima constante (Ef 5:33; 1 P 3:5-6); las palabras reservadas exaltarán tu nombre y reputación (Pr 17:27). ¡Cállate! Seguro que sabes lo que significa esta palabra. Sé humilde: soporta las ofensas en lugar de vengarte o defenderte. Serás alabada tanto por Dios como por los hombres.



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