Proverbios 23:33 (Traducción de la KJV)
“Tus ojos mirarán mujeres extrañas, y tu corazón hablará perversidades” (Pr 23:33—Traducción de la KJV).
Aquí hay dos pecados horribles: un hombre que codicia a otra mujer aparte de la suya, y dice cosas perversas que normalmente no diría.
Demasiado vino ha eliminado sus inhibiciones morales y ahora comete pecados que antes sabía eran necios y definitivamente condenables.
El contexto es beber demasiado alcohol (Pr 23:20-21,29-30,34-35). Una cantidad moderada alegra el corazón (Pr 31:6-7; Sal 104:15; Ec 10:19). El exceso provoca la embriaguez, lo que Dios condena (Ef 5:18; Ro 13:13). La embriaguez conduce a la necedad y a los pecados que de otro modo serían rechazados.
Una cantidad moderada de vino, que cada persona puede aprender a beber con relativa facilidad, reduce la tensión emocional y muscular para mejorar el estado de ánimo y la función social. Pero una cantidad inmoderada crea una eufórica pérdida de juicio e inhibiciones que rigen la conducta moral. Aquí está la fuerte advertencia del rey Salomón a su hijo: no dejes que el vino robe tu juicio y ciegue tu conciencia hacia la lujuria sexual y el habla impía.
Como cualquiera de las creaciones de Dios, el vino usado apropiadamente es algo maravilloso. Pero su uso excesivo puede ser una maldición horrible. Los alimentos utilizados correctamente proporcionan energía y fuerza tanto a corto como a largo plazo; pero en exceso, crean obesidad y pereza. El hombre pecador a menudo abusa de las buenas creaciones de Dios, ya sea con la embriaguez a causa del vino o con la glotonería a causa de la comida (Ec 7:29).
Demasiado alcohol conduce a la pérdida del juicio moral y al pecado. Los hombres borrachos mirarán a otras mujeres con lujuria y dirán cosas que no deberían decir, porque su capacidad consciente para gobernar estas pasiones se reduce. Tal forma de beber no es para un cristiano en absoluto.
Los bares y clubes nocturnos son lugares donde los extraños se reúnen para disfrutar de una indulgencia sexual planificada que de otro modo no podrían tener. Al ahogar con alcohol e intencionalmente sus inhibiciones morales, cometen pecados que no cometerían en otras circunstancias. La embriaguez es a menudo la manera de romper las inhibiciones naturales de una mujer para llevarla al pecado del sexo casual (Hab 2:15). La existencia de estos lugares pecaminosos no pueden justificarse por ningún motivo.
El impulso sexual es uno de los deseos naturales más fuertes, y el placer sexual es una de las mayores bendiciones de Dios. Pero Dios puso inhibiciones sexuales en las conciencias de los hombres, y especialmente en las de las mujeres. Estas son grandes bendiciones del cielo. Pero el vino se burlará de una persona al destruir temporalmente estas inhibiciones que son protectores contra el sexo ilícito (Pr 20:1).
El vino también afecta el habla (Sal 78:65). Una persona se relajará y hablará más fácil y libremente que con la cantidad moderada que Dios permite. Un exceso de vino resultará en declaraciones extravagantes, habla más fuerte, palabras con doble sentido y declaraciones perversas y obscenas.
La lengua, aunque pequeña, es muy peligrosa por naturaleza (Pr 18:21; Stg 3:2-12). Perder el dominio sobre tu lengua a causa del exceso de alcohol es una necedad horrible. Como de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12:34; Lc 6:45), bajo la influencia del alcohol dirás toda clase de cosas condenables que nunca podrás borrar de la memoria de quien te oiga. Que todo verdadero creyente se cuide de este peligro.
La lección es clara. Los sabios limitan el vino o cualquier otro tipo de bebida alcohólica para evitar la tentación a los dos pecados mencionados en éste proverbio. Independientemente de los que se burlan, esto es tan fácil como saber cuánta comida basta para obtener energía y no caer en la gula. Al igual que al comer en un buffet o en otra situación tentadora, la decisión de limitar el consumo de alcohol a una cierta cantidad se debe tomar de antemano y se debe seguir estrictamente.
Los santos de Dios no permiten situaciones que crean una oportunidad para el pecado (Ro 13:14). Dado que el alcohol conduce a estos dos pecados, el uso del vino está claramente limitado. La solución no es la abstinencia total de vino, ya que la glotonería no se evita mediante la abstinencia total de alimentos. La templanza es autodisciplina y moderación, no abstinencia.
Si el Señor limita beber vino, que Él creó, para evitar mirar a otras mujeres y decir cosas indecentes, ¿qué debe pensar Él de la televisión que trae mujeres extrañas y habla malvada directamente a tu hogar? ¿Qué piensa Él de tu historial de internet que hace lo mismo? ¿Qué piensa Él de los eventos atléticos en los que la mayoría de las mujeres andan semi-desnudas? Todo cristiano debería ser capaz de responder a estas preguntas con facilidad.
El Señor Jesús bebió vino en contraste con Juan el Bautista (Lc 7:33-35), como lo hizo Abraham, Melquisedec y David (Gn 14:18; 2 S 6:19). Pero Él nunca comprometió Su juicio moral en absoluto, porque era santo y apartado de los pecadores (He 1:9; 4:15; 7:26). Que todo el que se llame cristiano desprecie el beber en exceso, porque lleva a estos dos pecados que los seguidores del Señor nunca deben cometer (2 Ti 2:19). ¡Se digno del nombre de tu Rey!
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