Proverbios 23:35

Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió; me azotaron, mas no lo sentí; cuando despertare, aún lo volveré a buscar” (Pr 23:35).

¡El borracho está loco! Bebe hasta perder la conciencia y no puede sentir el dolor que se causa a sí mismo y a los demás. Luego debe dormir durante horas o días para deshacerse de su miserable resaca. Pero tan pronto como se despierta, va directo por la botella de nuevo. Este proverbio describe la actitud vergonzosa y las acciones humillantes del borracho, no sus palabras literales.

El Predicador ya nos había enseñado: “El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio” (Pr 20:1). El proverbio que tienes ante ti ilustra las consecuencias denigrantes y vejatorias de la embriaguez: el hombre es herido violentamente y convertido en objeto de burla por otros, pero no siente dolor porque está adormecido por el alcohol. Y tiene la intención se seguir bebiendo cuando se despierte de su borrachera.

Salomón enumeró los problemas del borracho: “¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos?” (Pr 23:29). A pesar de tan ciertas y miserables consecuencias, el borracho vuelve de nuevo al alcohol (Pr 23:30). “¡Otro trago!, grita ultrajantemente.

Los perros vuelven a su propio vómito, porque su naturaleza lo exige (Pr 26:11). Los cerdos vuelven a revolcarse en el lodo, porque así lo demanda su instinto (2 P 2:22). Pero el borracho no tiene tal instinto natural de autodestrucción aparte del engaño del pecado y las propiedades adictivas del alcohol. Dios advirtió: “Cualquiera que por ellas es engañado, no es sabio” (Pr 20:1). ¡Lector, odia la embriaguez!

Este proverbio también describe los problemas físicos que a menudo experimentan los borrachos. Se involucran en peleas sin motivo alguno; provocan riñas que de otro modo evitarían. Se caen por los escalones y las sillas; tienen accidentes automovilísticos. Pero se sienten muy poco dolor, porque no tienen sentido de la percepción física, mental o espiritual. Están perdidos en el estupor de la embriaguez.

Aunque las consecuencias de la embriaguez son horribles, el borracho continúa bebiendo. Ya no puede librarse a sí mismo. “De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?” (Is 44:20). Se esclavizó a un hábito horrible, dio lugar al diablo y se convirtió en marioneta del alcohol. Lo que podría haber sido una bendición es ahora una soga que lo asfixia lentamente hasta la muerte (Pr 31:6-7).

Cualquier adicción es una miserable esclavitud, porque se convierte en una bruja que controla y gobierna tu vida; pero la adicción la embriaguez es una hechicera que te consume a fuego lento en su caldera. Los hábitos son algo bueno, pero no hay nada bueno en el hábito de beber hasta emborracharse. Aprende a conocer tus límites y mantente dentro de ellos; no dejes que la embriaguez se enseñoree de ti y te controle y gobierne como a un pelele. En realidad, nunca necesitas alcohol de ninguna manera esencial, a pesar de que Dios dispuso su uso moderado para la alegría y la relajación (Sal 104:14-15).

¿Es el borracho más estúpido que los demás pecadores? ¡No! Todos los pecados producen placer pasajero (He 11:25), dolor grande y duradero, y juicio eterno. ¿Por qué los hombres aman y continúan en cualquier pecado? ¿Hay esperanza para el borracho? ¡Claro que sí! Todos los pecadores pueden tener una gran esperanza en el Señor Jesucristo. Pablo escribió: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Ro 8: 11).







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