Proverbios 29:3 (E)

“El hombre que ama la sabiduría alegra a su padre; mas el que frecuenta rameras perderá los bienes” (Pr 29:3).

Los hijos pueden hacer felices a los padres, o afligirlos. Un hijo que ama la sabiduría trae gran alegría a sus padres. Un hijo necio que se hace amigo de las prostitutas entristece sus corazones, mientras observan su ruinoso estilo de vida.

Este proverbio exige tu atención. Hay mucho más aquí que solo una observación de Salomón. Hay una lección y una advertencia tanto para los padres como para los hijos.

Los padres deben temer esta dolorosa decepción y el gran desperdicio de sus vidas. Deben cumplir con sobriedad y fidelidad sus deberes de encomendar a sus hijos al Señor, orar por sus hijos, ejemplificar una vida piadosa y nunca relajar los métodos bíblicos para instruirlos.

Los hijos deben considerar el terror que no se menciona en este proverbio. En el resto de los proverbios de Salomón y el resto de la Biblia, Dios advierte claramente de la terrible destrucción que les sobrevendrá a los hijos que afligen a sus padres (Pr 20:20; 30:11,17; Dt 27:16; Ef 6:2-3; 1 Ti 5:8).

La advertencia de que los hijos afectan a los padres, dándoles alegría o tristeza, se ha repetido en otros proverbios (Pr 10:1; 15:20; 17:21,25; 19:13; 23:15-28; 27:11; 28:7). Pero hay detalles dados en este proverbio que amplían la lección para tu instrucción.

Como ocurre con muchos de los proverbios, hay dos cláusulas que deben compararse y contrastarse cuidadosa y completamente, en todos sus detalles. Una lectura apresurada sin la debida consideración te costará la lección completa y la advertencia que Dios le dio a Salomón.

Un hijo que alegra a su padre ama la sabiduría, es sexualmente puro y económicamente prudente. Estas tres cosas están implícitas, aunque una no se expresa al leer la segunda cláusula. Un hijo que odia la sabiduría, se asocia con rameras y es un derrochador que aflige a su padre. Odiar la sabiduría y afligir a tu padre se entiende leyendo la primera cláusula.

Un hijo que ama la sabiduría es un príncipe. La sabiduría piadosa es lo más alto a lo se que puede llegar: demuestra ser un hijo noble y trae el favor de Dios a tu vida (Pr 8:17,21; Ec 12:1). La sabiduría es lo principal, y es la meta principal del hombre bueno (Pr 4:7; 16:16; Ec 7:12; 9:16-18). Si un padre se pregunta por el corazón de su hijo, sólo necesita medir su amor por la sabiduría.

¿Qué es la sabiduría? Es el poder del juicio correcto, incluido el conocimiento de que las cosas eternas del cielo superan con creces las cosas temporales de esta vida. ¿Qué es el amor a la sabiduría? Es el celo agresivo de sacrificar las cosas de esta vida tan estimadas por otros para obtener las mejores cosas de la otra vida despreciadas por otros (Pr 18:1; He 11:24-26).

¿Qué es la sabiduría? Es un temor independiente, activo y celoso de Dios (Pr 1:7; 9:10; 23:17). Es odiar el mal (Pr 8:13; 16:6; Sal 97:10; 119:128). Es estudiar la Palabra de Dios (Sal 19:7-11; Sal 1:1; 119:11; 2 Ti 2:15). Es el amor de Cristo, el Hombre de sabiduría (2 Co 5:14-17; Col 2:3). Es odiar a los hombres necios y malos (Pr 13:20; 29,27; Sal 15:4; 101:3; 1 Co 15:33).

La sabiduría de un joven resultará en un enfoque disciplinado y templado hacia el sexo y el dinero. Será virgen cuando se case; se casará sólo en el Señor; esperará la aprobación de su padre; será fiel a una esposa de por vida. Odia a las mujeres necias y rameras, y las evita con mucho cuidado (Pr 2:16-19; 5:8-13; 6:20-26; 7:1-5).

Trabajará duro, dará generosamente, ahorrará frugalmente, evitará las deudas y construirá su patrimonio con una mirada prudente hacia el futuro. La sabiduría incluye la comprensión financiera, aunque por sí misma no prueba nada más allá que los instintos de las hormigas y las ardillas. Pero unido al temor del Señor, los hombres sabios retienen las riquezas (Pr 11:16). Escala profesionalmente con métodos piadosos (Pr 22:11,29).

Los padres se regocijan en tal vida, sabiendo que Dios es glorificado, el reino de los cielos servido y su árbol genealógico está en buenas manos. Se regocijan en el corazón; alaban a su hijo; comparten su alegría. Viven confiados con su vida defendiéndolos (Pr 27:11; Sal 127:5). Se acercan agradecidamente a su partida de esta vida, sabiendo que han dejado un legado piadoso.

Por otro lado, están los padres afligidos por el dolor y la culpa, la calamidad del dolor y la vergüenza (Pr 17:25; 19:13; 29:15,17). El necio que criaron y educaron odia la sabiduría, ama la necedad, se rebela contra la autoridad, se hace amigo de las rameras y de los fornicarios, y malgasta su vida y la de ellos. Es una vergüenza para ellos y un hedor para los demás. Les rompe el corazón.

Este joven rechaza la instrucción y desprecia a los que intentan instruirlo. Se acerca a la vida con lascivia, pensando que puede elegir a sus amigos, incluidas novias, y vivir de la forma que elija. No le importa el dolor o la vergüenza que causa a sus padres, porque no puede pensar fuera de su propia vida sin valor. No teme a Dios, y se burla de los que lo temen. Es un necio.

Este necio demuestra su ignorancia al hacerse amigo de prostitutas, sin importar su coeficiente intelectual, porque un hombre sabio no lo haría (Pr 7:7). Un pecado lleva a otros, en este caso a problemas financieros, porque las rameras buscan el dinero del hombre (Pr 5:10; Lc 15:30). Si las rameras pueden destruir a los reyes, seguramente destruirán a este simple ignorante (Pr 31:3). Desperdicia sus bienes y condena su alma.

Considera a Esaú. Entristeció a sus padres Isaac y Rebeca al casarse con mujeres hititas (Gn 26:34-35), por lo que enviaron a Jacob al país de origen de su madre para conseguir una verdadera mujer que temiera a Dios (Gn 28:1-5). De camino allí, le prometió a Dios el 10% de todo lo que Dios le diera (Gn 28:20-22). Pero ¿qué hizo el necio y profano Esaú, queriendo agradar a sus padres a su manera perversa? ¡Se casó con una ismaelita! (Gn 28:6-9) ¡Increíble ignorancia y locura!

Los padres pueden clasificar a sus hijos según su sabiduría, templanza sexual y disciplina financiera, lo que debería la mayor preocupación de los hijos. Deben darse cuenta de que pueden elevarse fácilmente en la aprobación de Dios y de los padres siendo sabios. Hijo, que nada te detenga de la sabiduría piadosa, de la integridad sexual y la fidelidad conyugal, y de la prudencia financiera (Pr 23:15-28).

Un hijo le dio a su Padre gozo perfecto: el Señor Jesucristo (Mt 3:7; 12:18; 17:5). Amó perfectamente la sabiduría, la buscó y la obedeció toda su vida (Is 11: 1-5). Él solo trató con las rameras para exigirles el arrepentimiento, lo cual logró con gran éxito (Mt 21:28-32; Lc 7:36-50). También exigió la integridad financiera de amigos y enemigos (Lc 21:1-4; Jn 2:13-17; 12:1-8). Que Él sea tu ejemplo para buscar agradar a tu Padre que está en los cielos.




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