Proverbios 30:2
“Ciertamente más rudo soy yo que ninguno, ni tengo entendimiento de hombre” (Pr 30:2).
Estas palabras duras y autocríticas son la clave de la sabiduría. Estas son las palabras de un profeta. ¿Te humillarás así por sabiduría? Dios sabe que eres necio, así que cuanto antes lo admitas, antes te dará sabiduría. Así es como Salomón se hizo sabio.
Cuando Dios le ofreció al joven Salomón cualquier cosa que quisiera, él humildemente admitió que era un niño en entendimiento y pidió sabiduría (1 R 3:5-9). Dios bendijo esta petición perfecta con grandísimas bendiciones de entendimiento y mucho, mucho más también (1 R 3:10-13).
El camino más rápido hacia la sabiduría es admitir ser un necio. Dios resiste a los soberbios, pero dará gracia a los humildes (1 Co 3:18-20; Stg 4:6,10). El camino más rápido al sumo de la necedad es creerse sabio, porque Dios destruirá a los soberbios (Pr 26:12; Is 5:21; Ro 1:20-25; 1 Co 1:19-21; Gl 6:3).
Este proverbio es del profeta Agur (Pr 30:1), revelando su espíritu humilde y sus pensamientos modestos al enseñar a dos alumnos, Itiel y Ucal. Utilizó “ciertamente” para reforzar la admisión de su propia ignorancia. ¿Qué significa “rudo”?
Rudo. Dicho de una persona: Que tiene gran dificultad para percibir o aprender lo que estudia. Descortés, áspero, elemental, sin pulcritud, torpe, inculto, estúpido o grosero. Con falta de inteligencia o uso de la razón.
Agur comenzó la instrucción a sus alumnos afirmando ser más ignorante que cualquier hombre, como una bestia bruta; y no hay falsa humildad aquí, porque él escribió por inspiración profética.
El profeta Agur y el rey Salomón no están solos, pues el mismo espíritu estaba también en Moisés (Nm 12:3), Eliú (Job 32:6-7), David (1 S 18:23; Sal 131:1), Asaf (Salmo 73:21-22), Jeremías (Jer 1:6), Daniel (Dn 2:30), Amós (Am 7:14-15) y Pablo (Ef 3:8).
¿Detectas un patrón? Los grandes hombres de Dios no pretenden ser sabios, pues el secreto de su éxito radica en su total humildad ante su Creador y Señor. Este es el orden de Dios para tu pensamiento (Ro 12:16), ya que esto le trae a Él la mayor gloria (1 Co 1:27). El gran Dios del cielo respeta al hombre pobre de espíritu y de corazón contrito (Is 57:15; 66:1-2).
Los hombres de hoy no pueden captar las palabras de Agur, y nunca las dirían. Están ebrios de las mentiras de la autoestima y el amor propio, por lo que no pueden y no se verán a sí mismos como realmente son. Permite que Dios, por Su Espíritu y Su Palabra, te humille hoy y te salve de tal locura y herejía narcisista. El hombre, en su mejor estado, es completa vanidad (Sal 39:5).
El orgullo es un crimen y un pecado terrible. Dios lo odia, pero dará sabiduría a los humildes. “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con los humildes está la sabiduría” (Pr 11:2). “Ciertamente la soberbia concebirá contienda; mas con los avisados está la sabiduría” (Pr 13:10). El gran rey Nabucodonosor aprendió por las malas que Dios humilla a los soberbios (Dn 4:37).
Pero Dios bendecirá a los pobres en espíritu con riquezas de sabiduría y otras bendiciones espirituales (Mt 5:3; Lc 6:24). El hombre que dice: “No sé qué hacer”, puede quedarse quieto y ver a Dios obrar por él (2 Cr 20:12,17). Ve a Él de esta manera hoy y vuélvete sabio. El ingrediente crucial para que te vuelvas sabio es primero ser humilde. Dios ama la humildad.
Muchos sueñan con escuchar una oferta como la que Dios le dio a Salomón, pero no se dan cuenta de que tienen la oferta por escrito, en Santiago 1:5, donde Dios les ofrece: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stg 1:5). ¡Qué promesa! ¿Quieres sabiduría? ¡Pídela! ¡Ahora!
La humildad en relación a la sabiduría tiene sus límites. Ningún hombre sabe nada tan perfectamente como debería (1 Co 8: 2), pero debes responder con confianza cuando te pregunten acerca de la fe o te enfrentes a enemigos (Pr 22:17-21; Job 32: 6-14; 33:1-3; 36:1-4; Lc 1:3; 1 Co 14:20; 2 Ti 3:17). La verdad y la sabiduría de las Escrituras inspiradas es tu confianza, no tú mismo.
¿Ha habido alguna vez un hombre más humilde y sencillo que el Señor Jesús? ¡Nunca! Sin embargo, Él tenía todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Col 2:3). Era humilde de corazón, rehusó las ofertas de promoción y nunca levantó la voz en la calle (Mt 11:29; 12:15-20). ¿Dónde está ahora? ¡Exaltado en gloriosa majestad y poder a la diestra de Dios! Ámalo y alábalo hoy, y sigue Su ejemplo perfecto de humildad para tu honra.
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