Proverbios 30:33

“Ciertamente el que bate la leche sacará mantequilla, y el que recio se suena las narices sacará sangre; y el que provoca la ira causará contienda” (Pr 30:33).

El profesor que odiaba a Dios se burló de Él en la clase de filosofía: “Nadie aquí puede probar que una sola declaración de la Biblia sea cierta”. Un joven sobrio habló desde el fondo de la sala: “Yo puedo”. El profesor replicó: “Bueno, esta es tu oportunidad”. El joven se acercó al profesor, tomó su nariz con la mano y la torció con fuerza. La sangre corrió libremente, y el joven citó este proverbio. ¡Dale a Dios la gloria!

El bendito Creador puso leyes en Su creación y las reveló a los hombres. Si la nata de la leche se agita en un batidor, se convertirá en crema y luego se podrá hacer con ella mantequilla. El proceso ha sido conocido desde el principio del mundo, y es tan seguro y cierto como la gravedad. Las malas condiciones pueden hacer que tome más tiempo, pero definitivamente se obtendrá mantequilla al batir la leche.

Los vasos sanguíneos de la nariz son débiles y están cerca de la superficie. Si la nariz se golpea o se tuerce con fuerza, estos vasos se romperán y la sangre fluirá desde la nariz. Las hemorragias nasales son muy comunes, y un simple retorcimiento de la nariz es suficiente para provocar este sangrado. Tan seguro y cierto como la gravedad, torcer la nariz romperá los vasos sanguíneos y hará brotar sangre.

Con la misma certeza, las respuestas de enojo para forzar o defender una causa crearán conflictos. La ira es enojo, y la contienda es lucha y división. La forma en que lidias con la ira depende de si causas o no conflictos y problemas. “El hombre iracundo promueve contiendas; mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla” (Pr 15:18). La contienda airada es diabólica y del infierno; lleva a la confusión y a toda obra mala; los sabios son en cambio pacificadores (Stg 3:13-18).

Todos se enojan (Mr 3:5), pero los sabios aplacan el enojo y pasan por alto las ofensas de los demás (Pr 19:11). ¡Son hombres gloriosos! Los sabios no dejan que la ira los haga pecar, y se deshacen de ella rápidamente (Ef 4:26). Los sabios son lentos para la ira (Pr 14:17,29; Stg 1:19). Ellos gobiernan sus espíritus y no permiten que ninguna ira los controle (Pr 16:32). ¡Son grandes hombres! Saben que la ira los hace vulnerables a todo tipo de maldad (Pr 25:28).

Los hombres iracundos son tontos peligrosos. Siempre están involucrados en peleas y conflictos. ¡Evítalos! Si te asocias con hombres iracundos, aprenderás sus caminos pecaminosos y te involucrarás en peleas y problemas (Pr 22:24; 29:22). La ira no agrada a Dios y es contraria a la justicia de Dios (Stg 1:20). Es mejor escoger amigos entre hombres fieles y piadosos (Sal 101: 6). La vida es demasiado corta para desperdiciar incluso un día en contiendas innecesarias.

La fuerza de la ira puede conducir al asesinato. El Señor Jesús enseñó que la ira innecesaria es una violación del sexto mandamiento: no matarás (Mt 5:21-22). Tal ira amarga es un rasgo del mismo diablo, y le das un lugar en tu vida para que te destruya, si no controlas tu ira y te deshaces de ella (Ef 4:26-27; Stg 3:14-16).

La ira es la marca de un necio (Ec 7:9). “Cruel es la ira, e impetuoso el furor” (Pr 27:4). Ambos conducen a la lucha. Elije aceptar la ofensa, o incluso ser defraudado, en lugar de enojarte (1 Co 6:7). Ama a tus enemigos y trátalos bien (Mt 5:43-48). No necesitas defenderte; Dios te defenderá (Ro 12, 19-21). Ama la paz y la mansedumbre (Stg 3:17-18). Sé un ejemplo e influencia para el gozo, la paz, el amor y la unidad para todos los que te rodean.





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