Proverbios 3:12****
“Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Pr 3:12).
La adversidad enviada por Dios es prueba de Su amor por ti. Así es como los padres amorosos disciplinan a sus hijos predilectos. El bendito Dios disciplina a cada hijo Suyo para hacerlo mejor. Habiéndolos elegido como Sus hijos antes del tiempo, adoptados por la sangre de Jesús en el Calvario, y dados a luz por su Espíritu, Dios amorosamente los corrige durante sus vidas.
Salomón exhortó a su hijo a no despreciar el castigo del Señor ni cansarse de Su corrección (Pr. 3:11). La adversidad del cielo no debe desanimarte, porque es prueba del amor de Dios por ti (Dt. 8:5). Los hombres sabios apreciarán a su Padre amoroso y verán la meta de Su disciplina correctiva: la perfección en la piedad (He. 12:5-13).
Sin la adversidad de Dios enviada a tu vida, no tendrías evidencia de que eres un hijo de Dios, con una herencia eterna reservada. Las Sagradas Escrituras declaran que eres un bastardo si no tienes este castigo amoroso en tu vida (He. 12:8). ¿Qué tipo de padre ignoraría y descuidaría a su hijo en este aspecto tan importante de la crianza? ¡Sólo un falso padre!
El castigo de Dios es un castigo temporal que Él trae a tu vida para corregirte del pecado y volverte al camino de la justicia. Es muy diferente del juicio eterno en el infierno para la condenación final por tus pecados. El castigo es el afecto paternal para perfeccionarte como hijo Suyo; es evidencia de que Él no quiere enviarte al infierno por tus pecados (1 Co. 11:27-32).
El castigo es prueba del amor del Padre. Si un mal acontecimiento en tu vida te hace reflexionar sobre tu alma, con el deseo de someterte y servir más perfectamente a Dios, debes agradecer al Señor por este gesto personal de amor hacia ti (Jer. 31:18-20). Él no te debe esta graciosa corrección; Él podría dejarte tambaleándote en la confusión y el pecado. ¿No reconoces que trajo más cuidado, oración y sobriedad a tu existencia?
David estaba agradecido por la adversidad: vio su beneficio. Dijo: “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra” (Sal. 119:67). “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (Sal. 119:71). “Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste” (Sal. 119:75).
La aflicción, los eventos negativos, que le suceden a los hijos de Dios son por cuatro razones: la corrección amorosa de Dios, para mostrar Su gloria en sus vidas, para perfeccionar su fe, o porque son las consecuencias de decisiones tontas. Dios puede lograr uno o todos estos propósitos en los eventos individuales de tu vida. Dado que todas las razones son justas y buenas, no hay excusa para quejarse. Hay misericordia, y está cerca, para los que se humillan y se someten.
Es tu deber examinarte (Sal. 19:12-14; 26:2; 139:23-24; 1 Co. 11:28,31; 2 Co. 13:5). Dios nunca te castigará por un pecado que no puedas identificar mediante un autoexamen. Pero, ¿qué esfuerzos has hecho en sobria contrición delante de Él? (Sal. 51:17; Is. 57:15-16).
Es tu deber prestar atención a toda exposición de la Palabra de Dios, porque el mismo Espíritu que quiere corregirte también dirige los pensamientos del expositor (Ec. 12:11). Y el mismo Espíritu puede usar el Libro que escribió para provocarte al arrepentimiento con cualquier pasaje que leas (Sal. 19:7-9).
La actitud apropiada hacia el castigo es recordar que demuestra el amor de Dios por ti (Dt. 8:5). Eliú ejemplifica la respuesta adecuada al castigo. Él dijo: “De seguro conviene que se diga a Dios: He llevado ya castigo, no ofenderé ya más; enséñame tú lo que yo no veo; si hice mal, no lo haré más” (Job 34:31-32).
Job podría haber eliminado las pruebas de su vida antes, si se hubiera humillado y clamado en arrepentimiento a su Padre por misericordia (Job 36:15-18).
Lector, ¿cómo te va? ¿Estás agradecido por Su amoroso castigo en tu vida? ¿Estás listo para acudir a Él en el nombre de tu sumo sacerdote Jesús por el consuelo y la paz de la tranquilidad amorosa?
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