Proverbios 31:26

 Abre su boca con sabiduría, Y la ley de clemencia está en su lengua” (Pr 31:22).

Esta es una de las marcas que definen a las mujeres buenas y malas: Cómo hablan. ¿Cómo es tu discurso? Una mujer virtuosa siempre es cuidadosa, amable y servicial con lo que dice. Y rara vez dice algo duro, negativo o sarcástico; ella es llena de gracia. Esto no es ciencia espacial y, por lo general, solo lleva unos minutos hacer un juicio correcto.

La madre del rey Lemuel le enseñó a encontrar una buena mujer (Pr 31:1,10). La regla que enseña este proverbio es de gran valor para todos los hombres. ¡En lugar de mirar a las mujeres, escúchalas! Mirarlas te engañará, por la tentación que provocan sus cuerpos y ojos (Pr 6:25; 31:30). Pero escucharlas, revela con mayor precisión su carácter (Pr 14:7; Ec 10:3,12-14; Mt 12:34-37).

¡Qué preciosa sabiduría! Muchos hombres han sido seducidos al infierno marital, y a años de frustración y dolor, al casarse con un cuerpo hermoso y pasar por alto el sonido que podría hacer todos los días por el resto de su vida. Has visto a estas mujeres y a sus maridos: ella le dolor a él, y él le causa enojo a ella. Cuando Dios inspiró a la madre de un rey a dar sabios consejos como este para encontrar una reina, debes considerarlo profundamente y por mucho tiempo.

Una gran mujer con la que vale la pena casarse habla sabiamente. No discute ni da su opinión si no se la piden. No responde emocionalmente. No se ríe ni se sonríe inapropiadamente. No bromea ni presiona. No se queja ni reprocha. Usa su boca para esparcir sabiduría (Pr 1:8; 6:20; 15:7; 20:15). Ella habla para edificar a otras con respuestas sobrias y con palabras de verdad (Pr 11:30; 22:17-21). Ella solo hace ruido cuando ayuda a otros.

Conoce las palabras adecuadas para cualquier ocasión (Pr 10:32; 24:26). Nunca cantaría canciones a un corazón apesadumbrado (Pr 25:20). Tiene advertencias para las rebeldes, consuelo para las débiles en la fe, apoyo para las cansadas y paciencia para con todos (1 Ts 5:14). La crítica es solo cuando es necesaria, y solo un grano de sal; después vuelve a hacerlo solo con gracia (Col 4:6). Sus palabras instruyen a otras en la fe pura del evangelio y las dirige hacia Dios.

Es cautelosa y solo habla después de estudiar su respuesta a una pregunta o situación (Pr 15:28; 18:13). Ella dice sólo lo necesario y se reserva el resto (Pr 29:11). Sus palabras son apreciadas, estimadas y buscadas, porque siempre tienen valor. Como Abigail, ella sabe cómo calmar incluso a un gran hombre enojado con sabias palabras (1 S 25:20-35). Como Priscila, puede ayudar a corregir a un teólogo con la verdad (Hch 18:24-26).

Cuando un hombre se casa con una mujer así, ha encontrado la ayuda de un sabio consejero para él, sus hijos, sus nietos, sus amigos, sus mujeres, y otros. ¡Que bendición! Sus hijos recibirán consejos sólidos, prácticos, piadosos y bíblicos cuando sea necesario. Su marido sabe que ella mantendrá la línea del trayecto en todo momento. Él sabe que con mujeres con las que él no puede comunicarse con soltura, ella les dará a conocer la pura verdad que él mismo sostiene.

Una mujer odiosa, alzada, quejumbrosa, reprochadora, nunca debe casarse (Pr 30:21-23). Ella es una maldición para la tierra. Debería ser obligada a vivir en la miseria, aislada. Los padres de los hombres jóvenes deberían ponerla en la lista negra para que nadie las corteje. Sus constantes disputas, regaños y contradicciones vuelven locos a los hombres. Estos pobres correrán a la azotea o al desierto para alejarse de la boca que critica e irrita (Pr 12:4; 19:13; 21:9,19; 25:24; 27:15-16).

¿Cómo detectar esta maldición antes de que sea demasiado tarde? ¡Escúchala, en lugar de mirarla! Es posible que se arregle el cabello y compre ropa bonita para llevarte al altar. Pero ella no puede controlar su boca. Salomón dijo que huir de ella una vez casado con ella era tan probable como dejar de escuchar un gotera continua sobre el tejado (Pr 27:15-16). Si te da una opinión sin que tú se la pidas, ¡corre! Recuerda la regla del 10. Cualquier defecto que detectes antes del matrimonio, será 10 veces peor después del matrimonio (Pr 30:21-23).

¿Cómo detectar esta maldición antes de que sea demasiado tarde? Cuenta sus palabras. La mujer de buen entendimiento habla poco (Pr 17:27-28). Ella sabe que Dios manda y exalta un espíritu agradable y apacible para la mujer, que son adornos de gran estima para Dios (1 P 3:3-4). Si reconoces del tipo de mujer parlanchina y orgullosa, ¡corre! La vida con una mujer rencillosa es peor que la muerte (Pr 30:21-23; Ec 7:26). Si quieres sufrir, mejor ofrécete  para ser un apicultor desnudo o un profesor de banda de primer año.

Una gran mujer con la que valga la pena casarse siempre es graciosa (Pr 11:16). En lugar de una lengua viperina, perversa, áspera o sarcástica (Pr 12:18), tiene palabras amables que brotan de un corazón puro (Pr 22:11). Su amabilidad no se puede ocultar: es muy estimada y amada por todos. Una mujer agraciada no es altiva, orgullosa o irritante; es condescendientemente cortés (Ro 12:16). Ella siempre tiene una palabra buena y gentil que pone al mundo entero bajo una buena luz.

Hay una ley en su lengua, una que nunca viola. Siempre es gentil, amable, paciente, dulce, atenta y respetuosa. A pesar de sus propias habilidades y logros (Pr 31:10-25,27-29), todavía es sabia y bondadosa en su forma de hablar. No sabe ser crítica, dura o impaciente. Su deleitable discurso es maravilloso (Pr 15:23; 16:24; 24:26; 25:11). Es la música más dulce para los oídos de un hombre y el abrazo más cálido de su corazón.

Ella te animará cuando estés desanimado, te elogiará cuando otros te critiquen y te recordará las cosas que quieres escuchar cuando las necesites. Ella te halagará amorosamente para que tengas mayor confianza y placer en la vida. Cuando tengas hijos, ella los consolará con seguridad verbal, los animará a la grandeza con la alabanza prudente, y les enseñará a amar y servir hablando siempre bien de los demás. Has mejorado mucho tu vida.

¡Escucha, joven, escucha! Dios y una reina madre han puesto ante ti consejos para salvar vidas. Dirige tus oídos al sonido femenino de las palabras prudentes pronunciadas con gentil amabilidad. Estás a punto de encontrarte con uno de los mayores regalos de Dios (Pr 18:22; 19:14; Gn 2:18-25). Encontrarás una mujer que valga la pena amar el resto de tu vida. Ahora surge la pregunta más importante: ¿Serás digno de ella? Una mujer así merece un príncipe amoroso y noble. ¿Eres uno?

Su boca vale más que los besos. Sus palabras te brindarán dulzura diaria para animar y calentar tu hogar, realzar cada comida, alentarte en la angustia, consolarte en el dolor, recompensarte por tu trabajo, emocionarte al hacer el amor, ennoblecerte con sincera alabanza y colmar tu vida con aprecio agradecido. ¿Eres digno?

Mujer cristiana, ¿tu discurso es fuerte, altisonante o largo? ¿Es tu personalidad autoritaria o profesional? Si eres dominante, ruidosa y fuerte, necesitas más ayuda que otras mujeres. Es posible que ni siquiera captes esta lección debido a tu deseo de hablar, cuestionar, debatir, corregir, regañar, criticar, quejarte, sugerir o pinchar. Mides tu valor por lo mucho que dices, pero no sabes la frustración y el dolor que causas a quienes te rodean.

Si eres profesional o distante con pocas palabras, también tienes un problema, porque incluso tu forma de hablar amable tiene una ventaja que hace que la gente se estremezca. Afloja el ceño, sonríe y tempera tu discurso para ser menos eficiente pero más cariñosa. A nadie le importa tu franqueza, porque anhelan tu amabilidad. Si tus palabras son sabias, eres medio mujer virtuosa; una mujer completa también tiene una lengua amable, y son las opiniones de los oyentes las que cuentan: no las tuyas.

Haz un balance de ti misma. ¿Las mujeres nobles anhelan tu presencia? ¿Eres querida por la gente buena? Si no, es probable que tengas una lengua afilada y una boca hiriente. ¿Qué puedes hacer con este problema? Deja de hablar. Deja que otros te pidan que hables (Pr 17:27-28; Stg 1:19). Aprende la sumisión. Deja que tu marido te dé su opinión (Gn 3:16). El amor reverencia. Trátalo como a un señor y lo tendrán en tus manos (Ef 5:33; 1 P 3:6). Solo di cosas bonitas. Punto (Col 4:6).

Mujer cristiana, es tu deber y privilegio gobernar tu lengua para la gloria de Dios y la alabanza de tu naturaleza femenina. Si eres mayor, debes evitar las acusaciones falsas y seguir enseñando las virtudes piadosas (Tit 2:3). Si eres más joven, debes evitar chismes y otras palabras indiscretas (1 Ti 5:13). Una reputación maravillosa y el favor amoroso de los demás es una elección, una elección fácil de hacer (Pr 22:1,11; 4:23). Habla solo sabia y amablemente.

Padre, enseña a tus hijas la importancia de hablar con sabiduría y gracia. Es más importante que su educación académica, su atractivo físico o su poder adquisitivo. Atraerá la atención y el honor de Dios y de los hombres buenos. Si no lo haces, ella tendrá que vivir contigo por el resto de su vida. Un marido castrado por una mujer rencillosa o regañona pone en evidencia que se casó con una hija de unos padres que la abandonaron a su suerte.

Padre, enséñale a tu hijo a salir y casarse solo con una mujer que cumpla con este proverbio. Él será bendecido toda su vida, y tendrás a esta encantadora mujer por nuera. Cada evento familiar se verá realzado porque guiaste a tu hijo de acuerdo a la palabra inspirada e infalible de Dios. Un marido dominado demuestra ser hijo de unos padres que lo abandonaron a su suerte.

La iglesia de Jesucristo, comparada con una novia virgen en la Biblia, debe ser conocida por su palabra sabia y bondadosa (Ef 4:29; Col 4:6). Una iglesia se compone de muchos miembros, por lo que la regla debe aplicarse a cada uno de ellos, incluyéndote a ti. ¿Abres tu boca con sabiduría y tienes una ley de bondad en tu lengua? Ya seas hombre o mujer en una iglesia local de Jesucristo, ¡tu discurso debe ser digno de tu glorioso Marido!




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