Proverbios 31:3

“No des a las mujeres tu fuerza, Ni tus caminos a lo que destruye a los reyes” (Pr 31:3).

Las mujeres inmorales pueden destruir reyes. ¿Cuánto más a hombres promedio? Una reina madre apeló a su hijo, el rey Lemuel, como solo una madre puede hacerlo y le advirtió contra una gran amenaza para su vida y su reinado: las mujeres inmorales (Pr 31:1-3). Toda buena madre advertirá intensamente a su hijo contra estas mujeres malas.

Los reyes, por su poder y riquezas, eran objeto de seducción por parte de las mujeres promiscuas. Los reyes, por su poder y riquezas, vivían lujosamente, lo que fomentaba una vida lasciva y los deseos de los ojos y la carne. Esta gran madre despreciaba a las prostitutas y advirtió a su hijo contra ellas.

Los reyes gobernaron naciones, levantaron ejércitos y conquistaron imperios. Los reyes son los más grandes gobernantes de la historia. Tomaron decisiones importantes que afectaron la vida de los que estaban dentro y fuera de sus reinos. Tenían autoridad absoluta de vida y muerte sobre todos los ciudadanos. Influir en un rey era influir en las naciones y en la vida de millones. Para un rey, enamorarse de una mujer era dar su fuerza, poder y honor a los bajos instintos de su naturaleza caída.

¿Cuántos reyes han sido destruidos por mujeres inmorales que afectaron sus decisiones? ¿O sería más fácil preguntar cuántos reyes no se han visto afectados por estas mujeres? La amenaza era real; el registro histórico es sombrío; las consecuencias, terribles. Los reyes, y todos los hombres con autoridad, deben ser más estrictos y más fuertes para resistir a las mujeres que otros hombres. El poder es afrodisíaco y una oportunidad para la carne. En estos dos aspectos, los hombres en roles de liderazgo deben estar atentos. Deben negar la carne para mantenerse puros a sí mismos, sus oficios y sus cargos.

La madre del rey Lemuel sabía cómo reconocer a las mujeres buenas, pues escribió la más alta descripción de la mejor mujer descrita en la Biblia (Pr 31:10-31). Ella quería que su hijo el rey tuviera una mujer así, una mujer virtuosa y temerosa de Dios. Ella no deseaba un harén para él. Rechazaba los pensamientos de amantes. Despreciaba a las concubinas y cortesanas. Ella sabía que el éxito de su hijo dependía de una gran mujer como su esposa. Considérenlo bien, hombres.

Sansón era juez de Israel, pero la ramera intrigante Dalila lo llevó a una terrible destrucción. David tenía un harén de mujeres, pero tomar a la de uno de sus mejores amigos le trajo problemas terribles, casi destruyó su reino y le costó muy caro el resto de su vida. Su hijo Salomón siguió el horrible ejemplo de David en contra de su propia sabiduría, y así queda registrada en la Biblia su ignominia para su vergüenza (1 R 11:1-11; Neh 13:26).

¿Qué se puede decir de gobernantes tan necios como Julio César y Marco Antonio, que fueron seducidos y destruidos por la ramera egipcia Cleopatra? Solo Augusto supo cómo tratarla, por lo que ella hizo lo mejor para todos y se suicidó. Se han escrito libros completos de historia sobre el adulterio real y los escándalos sexuales desde la antigua Babilonia hasta los césares y los papas de Roma y la Inglaterra eduardiana. Las mujeres han destruido a muchos gobernantes.

¿Cuáles son las lecciones? Las grandes madres advierten claramente a sus hijos sobre el peligro de las mujeres inmorales. Los grandes hombres, especialmente en posiciones de autoridad o liderazgo, deben tomar precauciones adicionales para estar atentos a esta peligrosa amenaza. Y si las mujeres pueden destruir a los gobernantes favorecidos con muchas opciones, los hombres comunes deberían ser aún más cuidadosos. Las buenas mujeres se darán cuenta de su poder sexual y lo utilizarán lealmente para propósitos justos con sus maridos.

Solo hay un Rey que nunca fue ni será movido por el mal. Este rey ama la justicia y aborrece la iniquidad y gobierna siempre con justicia (He 1:8-9). David escribió acerca de su Hijo lejano: “Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra” (2 S 23:3-4).

Jesucristo es ese rey perfecto. Tentado en todo como los demás hombres, nunca pecó (He 4:15). Aunque muchas mujeres lo siguieron con gran devoción, Él las reconoció solo como pecadoras arrepentidas. Fue movido con afecto eterno y pasión moribunda por Su único amor verdadero: los elegidos de Dios Su Padre que componen Su esposa (Sal 45:10-17; Jer 31:3; Ef 5:25-27; Ap 19:5 -9). Cree y obedece al único Rey que verdaderamente puede salvar tu vida.





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