Proverbios 3:27
“No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo” (Pr. 3:27).
Estás en deuda. Tienes algunas deudas que tal vez no conozcas. He aquí una regla de sabiduría para agradar a Dios y a los hombres. Debes dar cosas buenas a aquellos que las necesitan, cuando puedas hacerlo. Tu deuda puede ser una obligación civil, laboral o financiera; o pueden ser los asuntos bíblicos de la misericordia y la caridad. Esta regla también se enseña claramente en el Nuevo Testamento (1 Jn 3:17). ¿Estás plenamente consciente de tus deudas, y las estás pagando?
El contexto es mínimo, pero útil. El siguiente versículo dice: “No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve, y mañana te daré, cuando tienes contigo qué darle” (Pr 3:28). Los hombres nobles y virtuosos no tardarán en proveer para suplir las necesidades de su prójimo, cuando estén en condiciones de ayudarlo. No defraudarán a su prójimo con promesas de bondad o desembolso en el futuro. Dios y Salomón te enseñan la verdadera misericordia y caridad.
Las deudas que conoces bien son pagos de alquiler, gastos compartidos, salarios por servicios, devolución de artículos prestados, reparación de propiedad dañada, reembolso de pagos en exceso, reposición de cosas robadas, devolución de depósitos no utilizados, etc. El deber de pagar estas deudas a tiempo proviene de las leyes de Dios y de las normas civiles de los hombres (Ro 13:7-8). Considera cómo Jehová exigió pago puntual para los trabajadores (Lv 19:13; Dt 24:14-15).
Pero hay otras deudas, que son creadas únicamente por los requisitos de la misericordia y la caridad de Dios. El Señor hizo a los ricos y a los pobres (Pr 22:2). Los ricos no se enriquecieron por sus propias habilidades (Sal 75:6-7; Ec 9:11; 1 Co 4:7). Y Dios espera que compartan algo de su abundancia con los que tienen menos (Sal 112:9; 1 Ti 6:17-19). Dado que Dios espera que los ricos consideren a los pobres, la necesidad de los pobres crea una obligación.
Cuando Dios trae a una persona a tu vida con necesidades legítimas, y tienes la capacidad de ayudarla, entonces tu ayuda es requerida. La piedad y la sabiduría crean la deuda. Dios está esperando que pagues tu deuda, y te considerará culpable si decides no pagarla. Por ejemplo, es una obligación del cielo para ti ayudar a las viudas y a los huérfanos necesitados que Dios pone en tu camino (Job 29:12-13; 31:16-23; Is 1:17; 58:6-7; Stg 1:27).
Las necesidades legítimas son comida, vestido y vivienda (Job 31:19; Is 58:7; Ez 18:7; Stg 2:15-16). Y sólo aquellos que trabajan duro y no malgasten el dinero merecen caridad. Si un hombre no quiere trabajar, debe morir de hambre (Pr 20:4; 2 Ts 3:6-12). Si es necio financieramente, debe ser tratado igual (Pr 18:9; 12:27; 19:10; 30:22). La obra de caridad del terrateniente judío en la antigüedad era dejar para los pobres lo que caía al suelo durante la cosecha de los campos o viñedos, lo que requería un trabajo arduo de recolección por parte de los pobres (Lv 19:10; 23:22).
El cristianismo no es comunismo: que cada uno dé según su capacidad, a cada uno según su necesidad, hasta que todos sean reducidos a la pobreza. ¡No! Los ricos pueden disfrutar de la buena vida, si están listos y dispuestos a ayudar a los pobres (1 Ti 6:17-19; Ec 5:18-19; 9:7-10). Si los ricos dieran todo, no podrían financiar las empresas en las que emplean a los pobres, y los pobres serían destruidos por la miseria más abyecta. El comunismo es una locura: mira los experimentos de Rusia y China.
La mayor parte de la caridad debe hacerse a través de tu iglesia local, donde ancianos y diáconos pueden identificar las necesidades legítimas y proteger tanto a los que dan como a los que reciben del abuso o la parcialidad (Hch 4: 34-37; 6: 1-3; 1 Ti 5:1-16 ). Tal ofrenda pública no viola la regla del Señor sobre dar en secreto, ya que Él sólo se opuso a los fariseos que buscaban la alabanza de los hombres (Mt 6:1-4). La Biblia menciona con nombres personas e iglesias que fueron generosas (Jn 12:3; Hch 4:36-37; Ro 15:26; 1 Co 16:15; 2 Co 9:1-2; Fil 4:10-19 ; Flm 1:4-7).
La Biblia no te enseña a buscar a los pobres en otros lugares o sentir una deuda con ellos. Dios define a las personas que deben ser receptoras de misericordia y caridad, no los bienhechores sociales o los tele-evangelistas. Los hombres piadosos tienen una deuda primero con la familia de la fe, donde deben proveer para los santos pobres en su propia iglesia local y luego en otros lugares (Mt 10:42; 25:40; Hch 2:44-45; 4:34-35; 11:29; Ro 15:26; 1 Co 16:1; 2 Co 8:4; Gl 6:10; Flm 1:5; 1 P 4:9).
Tu próxima línea de obligación es tu prójimo, incluso si es un incrédulo. ¿Quién es tu prójimo? Buena pregunta, que otros han hecho tratando de limitar su deber sólo a sus amigos y compañeros. Y tienes una buena respuesta del Señor Jesucristo, el hijo de Salomón. Tu prójimo es cualquier persona con una necesidad legítima que Dios en su providencia pone en tu camino ordinario en la vida (Lc 10:25-37; Gl 6:10).
Aprende del Buen Samaritano (Lc 10:25-37). El samaritano y el judío no se llevaban bien. Se desagradaban mutuamente (Jn 4:9; 8:48). El judío del relato estaba en verdadera necesidad, no le faltaba un televisor (Lc 10:30). El samaritano se topó con el judío; él no estaba buscando judíos heridos (Lc 10:33). El samaritano no subvencionó al judío; sólo lo rescató de su necesidad desesperada. Esta es la definición del Señor de amar a tu prójimo.
En ninguna parte la Escritura enseña una deuda con los pobres del mundo. Israel debía ser generosa con sus propios pobres (Ex 23:11; Dt 15:7-11). Si hubieran tratado de alimentar a los egipcios o a los árabes, no habría quedado ningún recurso para los pobres de su propia nación. Pablo llevó ofrendas a través del Mediterráneo para los santos pobres en Judea, e ignoró a los pobres en las ciudades de Europa y Asia donde recaudó el dinero.
Los bienhechores sociales sugieren dar a cada persona pobre en todos los rincones de la tierra para ganarse el elogio de los hombres, y los tele-evangelistas sugieren lo mismo para aumentar su audiencia televisiva y su riqueza personal. Pero si les hicieras caso a cualquiera de los dos constantemente, no te quedaría nada para las dos obligaciones que Dios te ha dado: santos pobres, y prójimo por providencia.
La Biblia es pura sabiduría. Los obsequios sociales de muchos países simplemente subsidian y respaldan la locura gubernamental, al igual que el perezoso o el derrochador individual condenado anteriormente. Las personas que eligen vivir en el desierto y reproducirse salvajemente, donde la comida y el agua siempre han escaseado, deberían repensar sus hábitos gubernamentales y personales. Dios no requiere que los ricos regalen su riqueza a los pobres del mundo: simplemente debes estar listo para dar a los dos tipos de personas sujetas a la caridad de Dios que ya hemos mencionado (1 Ti 6:17-19; Gl 6:10).
¿Pagas tus deudas? ¿Le dices a los pobres santos de tu iglesia que estás orando por ellos? ¡Eres cruel! “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?” (Stg 2:15-16) “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (1 Jn 3:17)
¿Cuidas celosamente a tus padres? Si no, ¡estás atrasado en tus deudas! Estás negando la fe cristiana, si no pagas a tus padres por lo que hicieron por ti (1 Ti 5:4,8). Fue la religión judía pervertida la que cambió la obligación de dar a los padres para dar en vez ofrendas al templo (Mt 15:4-6).
¿Vas a salir esta noche para disfrutar de una buena comida? ¿Por qué no invitar a una pareja pobre de tu iglesia o barrio? Escucha al Señor Jesucristo: “Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos” (Lc 14:13-14).
El bendito Dios del cielo no negó el bien de la salvación a sus elegidos, aun cuando no merecían otra cosa que la condenación y el castigo eterno (Ro 5:6-10). Él dio gratuitamente a su Hijo unigénito y también todas las demás bendiciones (Ro 8:32). ¿Eres capaz de seguir Su ejemplo aunque sea un poco? ¡Entonces paga tus deudas! ¡Hoy! Hay bendiciones en dar que sólo aquellos que confían en la Biblia y en el Señor Jesucristo pueden experimentar (Pr 11:24-25; Ec 11:1; Lc 6:38; Hch 20:35; 2 Co 9:12-14).
- - - - - - - - -
Comentarios
Publicar un comentario