Proverbios 3:33

La maldición de Jehová está en la casa del impío, pero bendecirá la morada de los justos” (Pr. 3:33).

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Una maldición puede estar pendiendo sobre tu hogar. Hay dos posibilidades. O la maldición del Señor Jehová está pendiendo sobre tu hogar, lista para caer, o la bendición del único Dios vivo y verdadero está allí. La diferencia entre estas dos posibilidades es increíble. No quieres jugar con la maldición, y no quieres perderte la bendición.

Cuando el Señor maldice, ningún hombre o grupo de hombres puede bendecir. Cuando el Señor bendice, ningún hombre o confederación de hombres puede maldecir. Balac, rey de Moab, contrató a Balaam para maldecir a Israel, con el fin de salvar a Moab, pero Dios bendijo a Israel y maldijo a Moab (Nm 22:1-24:25). A Dios le encanta poner patas arriba los planes y las obras de los malvados, y a ellos sobre sus propias cabezas (Sal 9:16-17). Considera lo que Dios hizo con las casas de Amán y Mardoqueo. ¡Qué contraste!

Estos son los hechos de la vida, y no los vas a alterar. “No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová” (Pr 21:30). “Tarde o temprano, el malo será castigado; mas la descendencia de los justos será librada” (Pr 11:21). La prudencia y la seguridad te aconsejan huir de Su maldición por cualquier medio. La sabiduría y el entendimiento te dicen que busques Su bendición. Este asunto es de gran importancia para ti.

El Señor dijo a Israel: “He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición” (Dt 11:26). Este proverbio pone ante cada lector una bendición o una maldición. ¿Cuál será tu elección? ¿Qué tan seriamente lees la Palabra? Si continúas en tus malos caminos, la maldición viene; si te arrepientes y haces justicia, la bendición vendrá. Si crees que no importa, lee los detalles de Sus bendiciones y maldiciones (Lv 26; Dt 28).

Un malvado y su familia van a sufrir, porque sobre ellos pende la espada de la justicia divina. Un hombre justo y su familia van a prosperar, porque Dios les sonríe. Aquí hay sabiduría simple para bendecir tu hogar y tu familia o para garantizar su ruina. ¿Qué vas a hacer? “Considera el justo la casa del impío, cómo los impíos son trastornados por el mal” (Pr 21:12).

Dios dijo a los sacerdotes de Israel: “Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento. Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón. He aquí, yo os dañaré la sementera, y os echaré al rostro el estiércol, el estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente con él” (Mal 2:1-3). ¡No muy bonito! Este es el Dios de la Biblia.

¿Escucharás? ¿Pondrás Sus palabras en tu corazón? ¿Darás gloria a Su nombre? 

¿Estás pensando, viviendo y haciendo todo lo que Dios espera? ¿Todo lo escrito en Su Palabra? ¿Todo lo que has oído bien predicado? ¿Todo lo que los santos hombres y mujeres de la Escritura habrían hecho? ¿Dónde estás haciendo trampa? ¿En qué estás transigiendo? Si estás transigiendo o engañando en alguna parte de tu vida, no mires hacia arriba. Las nubes de tormenta se están reuniendo sobre tu hogar y tu vida. El camino de los pecadores es duro, y puede volverse mucho peor de lo que piensas o de lo que jamás hayas experimentado (Pr 13:15).

¿Qué influye en tus elecciones, hábitos, estilo de vida y visión del mundo? No puedes permitir que la familia, los compañeros, el mundo o tu propia carne pecaminosa influyan en tus elecciones. Debes cambiar a las reglas de Dios para tu vida. Si lo que viste y escuchaste de tus padres estuvo mal, debes cambiar. Lo que el mundo hace a tu alrededor en materia moral es ciertamente incorrecto. Debes ignorar la presión de grupo. Los hábitos solo valen la pena si están basados en la Biblia. Un verdadero cristiano es una persona cambiada, porque se aparta del pecado para seguir a Cristo (2 Co 5:17).

¿Cuáles son las condiciones para Su bendición? ¿Son costosas y difíciles? Lee atentamente la respuesta de Miqueas: “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios (Miq 6:6-8).

Este proverbio se aplica también a las iglesias, que son la casa de Dios (Ef 2:19-22; 1 Ti 3:15). La iglesia de Israel se llamó Icabod, cuando la gloria de Dios se apartó, y fue maldecida con los filisteos (1 S 4:12-22). Las iglesias de hoy, jugando con la vida carnal y los corazones malvados, también serán privadas de la gloria de Dios cuando el Hijo del hombre camine entre sus candeleros (Ap 1:9-20; 2, 5). Sin embargo, el mismo Señor glorioso busca la comunión con las iglesias que verdaderamente lo desean (Ap 3:20).

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