Proverbios 6:2

“Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios” (Pr 6:2).

El empeñar tu palabra y el poner tu firma pueden causarte muchos problemas financieros. ¡Ten cuidado! Piensa sobriamente antes de abrir la boca o poner tu firma. La lección aquí es prevenirte de que te conviertas apresuradamente en aval de un amigo, porque esto te pone en las manos de un extraño (Pr 6:1-5). Hay dos cosas en juego aquí: la prudencia financiera y la protección de tu palabra y firma. Ambos temas pueden ser costosos. Ambas cosas dan gran valor al proverbio.

Salomón advirtió varias veces a su hijo sobre el ser aval de alguien; esto es, garantizar el desempeño financiero de tu amigo a un tercero: un acreedor. (Pr 6:1-5; 11:15; 17:18; 20:16; 22:26-27; 27:13). La actividad moderna es firmar un préstamo en un banco para tu amigo. Como Salomón era rey, habría muchos parásitos que buscarían los favores del príncipe real.

Ser aval de otro es una manera fácil de mostrar amabilidad e influencia. Basta con una palabra, un apretón de manos o una firma. Tu amigo está en deuda contigo, y tu orgullo se deleita con tu poder financiero. Pero pagar tales deudas, si tu amigo no cumple con su parte, podría costarte muy caro. Salomón advirtió que un acreedor puede tomar tu cama (Pr 22:26-27).

En los negocios, las posibles deudas financieras se denominan pasivos contingentes; lo que significa que, si ciertas cosas no funcionan bien, habrá que afrontar las obligaciones de pago. Un hombre prudente es muy cauteloso con los riesgos potenciales. Evita ser aval, excepto en casos de urgencia o necesidad; asegúrate sabiamente; invierte con cautela; analiza con escepticismo las “oportunidades del negocio”; firma contratos de mala gana; nunca apuestes tus bienes a ninguna idea; mantén fondos de reserva; no operes en base a una deuda; y mantén una excelente información crediticia.

Tal sabiduría es rechazada hoy en día. En lugar de pagar en efectivo, la mayoría pide prestado para comprar un automóvil; o, lo que es peor, lo arrienda. ¿Qué pasa si pierdes tu trabajo y no puedes hacer los pagos? Debes más de lo que vale el auto. ¡Estas atrapado! ¿Qué tal comprar una casa sin pago inicial, financiarla con un préstamo a alto interés y obtener una línea de capital del 125 % del valor? ¿Qué sucede si los precios de la vivienda bajan un 5% y tienes que mudarte?

La sabiduría financiera de este proverbio es grandiosa. Los hombres prudentes se comprometen con contratos y obligaciones solo con gran sobriedad y solo después de un análisis escéptico. La liquidez financiera y la libertad personal son muy importantes para los sabios. Odian las deudas. Pero hay más sabiduría en el proverbio. Debes cuidar tu palabra en todos los asuntos, y debes ser un hombre de palabra. Una forma de lograr ambas cosas es ser muy lento a la hora de hacer compromisos financieros.

David y Salomón advirtieron sobre el cumplimiento de la palabra empeñada, lo cual te previene de hacer votos apresuradamente (Sal 15:4; 24:4; Ec 5:1-7). Las murmuraciones, las calumnias, los chismes y los susurros se evitan guardando diligentemente el habla sobre los demás (Pr 11:13; 20:19; 25:9-10). Menos palabras son mejores (Pr 10:19; 17:27-28), y la lentitud en el habla es necesaria (Stg 1:19-20).

Para ser un hombre íntegro, solo haz compromisos que puedas cumplir fácilmente. Si prometes estar en algún lugar a una hora determinada, llega temprano. No prometas apresuradamente, porque una vez que has hablado, estás obligado a cumplir tu palabra. El desempeño puede basarse en la diligencia; la puntualidad puede basarse en la gestión del tiempo; pero ambos pueden ser ayudados con solo hacer compromisos y promesas con mucho cuidado y dejando algo de espacio en tus estimaciones.

Los necios y los malvados se lanzan y hacen promesas que no pueden cumplir (Pr 12:13; 18:7). Sus labios los atrapan en problemas. Considera a Herodes y su juramento a la hija de Herodías (Mt 14:3-11). Si has empeñado tu palabra y te has tendido una trampa a ti mismo con ella, el remedio de Salomón es hacer lo que sea necesario para deshacer tu compromiso y hacer que tu amigo sea el aval de sí mismo (Pr 6:3-5).

Hay dos reglas de sabiduría que tener presente a la hora de lidiar con garantías y las promesas en general. Primero, se te permite ser aval de alguien en caso de necesidad y caridad (Pr 18:24; 19:17; Sal 112:5; Fil 1:18-19). El proverbio condena los compromisos precipitados o excesivos. Segundo, una promesa hecha de buena fe no es vinculante si las intenciones de la otra parte no fueron de buena fe y/o las consecuencias son pecaminosas o peligrosas (1 R 2:12-25). Las limitaciones deben ser entendidas por ambas partes si es posible, o puedes recurrir a Dios como tu Juez.

En relación a este tema, consideremos lo que ha hecho Dios. El Señor Jehová abrió Su boca y no puede volver atrás. Él prometió la vida eterna antes de que el mundo comenzara (Tit 1:2). Él no es como un hombre: no puede mentir ni cambiar de opinión (Nm 23:19). Su justicia exigía el pago completo. Ningún hombre podía pagar. Así que Su propio brazo trajo la salvación. El Señor Jesucristo se convirtió en la Garantía de Su pueblo para pagar el precio necesario por ellos. ¡Gracias a Dios por Su don inefable!




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