Proverbios 6:20

“Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre” (Pr 6:20).

Los grandes padres trabajan juntos para enseñar a sus hijos las reglas para una vida segura y exitosa. Los grandes hijos recuerdan lo que sus padres les enseñaron y lo hacen. Dios les dio a los padres distintas ventajas sobre los hijos: experiencia, sabiduría, una perspectiva a largo plazo, gran afecto por ellos y conocimiento objetivo de las debilidades de sus hijos. El primer paso para el éxito y la prosperidad es obedecer las instrucciones de tus padres. ¿Sencillo? Sí. ¿Fácil? No.

Lector, ¿cuánto dolor y problemas podrías haberte evitado si hubieras obedecido mejor a tus padres? No importa cuán poco aptos para enseñar hayan sido tus padres, eran infinitamente más sabios que tú cuando Dios te los presentó en la concepción y el nacimiento (Pr 22:15). Sin embargo, el proverbio habla principalmente de padres sabios y comprensivos, que son una ventaja maravillosa para los hijos, si escuchan humildemente su instrucción y la guardan.

Obedecer a los padres es ridiculizado en la mayoría de los círculos de hoy. Se burlan de los padres por ignorar la tecnología, por estar fuera de contacto con la realidad, por ser cerrados o conservadores, sin comprender cómo han cambiado las actitudes y la conducta, con la única intención de privar a los hijos de oportunidades y diversión, y así sucesivamente. Debido a esto, es raro el joven que rechaza la presión de los compañeros y ésta perspectiva perversa para considerar humildemente las reglas de sus padres y obedecerlas.

Salomón estaba listo para advertir a su hijo nuevamente acerca de las rameras (Pr 6:23-35). Para maximizar la seriedad de estas advertencias sexuales, exhortó a su hijo a recordar la cuidadosa instrucción que había recibido de ambos padres. Le habían enseñado los absolutos morales que Dios ordenó para el género humano, y le exhortaron a que los guardara continuamente, pues le darían gran protección y prosperidad a lo largo de su vida (Pr 6: 21-23).

Joven, ¿eres tan sabio como Salomón esperaba que fuera su hijo? ¿Guardas el mandamiento de tu padre? ¿Obedeces la ley de tu madre? Dios creó a los padres (Gn 3:20; 4:1) y te ordenó obedecerlos (Ex 20:12; Ef 6:1-3). Ellos saben mil veces más sobre la vida, incluido el amor y el sexo, que tú. Háblales. Confiésales tus pecados. Admite tus miedos y tentaciones. Pide consejo y ayuda. Obedece sus reglas.

La crianza óptima requiere tanto de padres como de madres. El padre es el principal maestro de la verdad espiritual en la familia, como ilustran los grandes padres de la Biblia (Gn 18:19; Jos 24:15; Sal 34:11; Is 38:19), y como enseñan ambos testamentos (Sal 78 :1-8; Joel 1:1-3; Ef 6:4). Sin embargo, la madre también tiene su papel, como bien sabía Salomón (Pr 1:8; 31:1-2), y como lo muestran madres como Ana y Eunice (1 S 1:28; 2 Ti 1:5; 3:15).

Padre, ¿le has enseñado a tu hijo sobre la vida y el camino correcto del Señor? ¿O simplemente lo envías a la escuela de lunes a viernes, y a la escuela bíblica el domingo? ¿Le enseñas estrictos absolutos morales contra la ética situacional de la sociedad? ¿Le has enseñado sabiduría para aplicar absolutos morales a circunstancias únicas? ¿Conoce las leyes de Dios sobre el sexo? Educar a los hijos no es una opción. Es un mandamiento de Dios. ¡Hazlo hoy! (Gn 18:19; Dt 6:4-7; Sal 78:1-8; Ef 6:4; Pr 19:18; 29:15)





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