Proverbios 6:28

¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?” (Pr 6:28).

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Aquí hay un hermoso proverbio: breve, poderoso, sabio, memorable. La pregunta es sencilla. La respuesta también. ¡No! Es imposible caminar sobre brasas y no quemarse los pies.

Los escépticos profanos acusan a Dios de ignorancia, pero aquí se ignoran los aborígenes endemoniados o los modernos “vencedores del miedo” que protegen sus pies con numerosas medidas de seguridad. Si estos paganos quieren ladrar contra la Biblia aquí, ¡preparemos las brasas! ¡Creerán! Les presentaremos al Dios de Sadrac, Mesac y Abednego.

El contexto es la fornicación: intimidad sexual con otra persona que no sea tu cónyuge (Pr 6:20-35). Es imposible fornicar sin sufrir por ello. El pecado del adulterio es un crimen atroz, y tiene consecuencias horribles y de largo alcance (Pr 6:29-35). Y estos terribles resultados pueden evitarse tanto como puedes evitar que el fuego no queme tus pies si tratas de andar sobre él. ¡Cuidado, lector!

Tal lección va en contra de la sabiduría y el entretenimiento modernos. Los psicólogos de hoy sugieren el adulterio para revivir matrimonios aburridos, y Hollywood promueve la fornicación como el placer más común, natural y seguro en la vida. Las comedias de situación, los anuncios, las películas y las series enseñan incesantemente que la fornicación es maravillosa y no tiene consecuencias dañinas. ¡Que mentira! Satanás, el espíritu de Hollywood, quiere llevarte al infierno.

Pero el Creador ha dicho: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (He 13: 4). Dios creó el sexo y todos sus placeres asociados, pero Él diseñó su disfrute máximo para una relación monógama entre un hombre y una mujer comprometidos por pacto matrimonial ante Él.

Sansón pensó que podía caminar sobre las brasas sexuales sin quemarse, pero Dalila le robó la fuerza y lo dejó cegado y encadenado para que triturara trigo para los filisteos. David tampoco creyó que se quemaría, pero su breve cita con Betsabé le costó muy caro por el resto de su vida. El profano Amnón ansiaba a su hermana, pero el evento lo decepcionó horriblemente y le costó la vida.

José es un héroe, porque cuando vio y sintió el fuego, se alejó de él tan rápido como pudo. Sabía que, aunque ella lo deseara mucho, habría un infierno que pagar con Dios y los hombres. Eligió la certeza de una acusación falsa en lugar de la promesa mentirosa del placer robado. Sabía que se quemaría si se quedaba, así que huyó del fuego.

La regla es sencilla: si juegas con fuego, te quemarás. Moisés dijo: “Sabed que vuestro pecado os alcanzará” (Nm 32:23). No te mientas a ti mismo. Dios no será burlado. Si desobedeces sus mandamientos, especialmente en pecados sexuales, sufrirás horriblemente por ello.

Puede haber placer a corto plazo en el pecado (He 11:25), pero las consecuencias a largo plazo trituran y muelen ese pequeño placer hasta el olvido. Nunca recordarás el placer cuando las horribles consecuencias de tu locura estallen en llamas. Entonces será demasiado tarde para dar marcha atrás. Tendrás cicatrices. Habrás arruinado las relaciones. Tu reputación quedará arruinada. Tus enemigos tendrán argumentos contra ti. Los antiguos amigos te odiarán. Tu alma estará contaminada. Y el marido de la mujer con la que adulteraste no podrá ser apaciguado sin importar lo que hagas (Pr 6:29-35).

Amigo, ¿estás jugando con fuego? ¿Pornografía? ¿Novelas románticas? ¿Pensamientos lujuriosos? ¿Descontento matrimonial? ¿Una relación con el otro sexo que calienta más que tu espíritu? Cada uno de estos pecados es jugar con fuego. Te quemarás. ¡Arrepiéntete y huye!

¿Cómo evitan los padres que sus hijos se quemen? Los hacen mantenerse alejados del fuego. Y el Padre Celestial hace lo mismo. Él dice: “Déjala, no pases por ella; apártate de ella, pasa” (Pr 4:15). Salomón te advierte contra la lujuria en tu corazón y la trampa de sus ojos (Pr 6:25). El miedo a este gran peligro no permitirá la televisión, la música, las películas, los libros, las revistas, los mensajes de texto, los tuits o cualquier otra tentación sexual que pueda provocar un incendio.

Los fósforos en sí mismos causan poco daño; es el fuego que encienden el que puede quemar todo a su paso, por lo que los padres evitan que sus hijos tengan fósforos. Pablo, que conocía el peligro ardiente de la concupiscencia o lujuria sexual (Ro 7:8), te dice que evites incluso la posibilidad de un incendio (Ro 13:14). Para ello, mantente alejado incluso de aquellas cosas más insignificantes que podrían provocar un incendio.

Ignora esta simple lección bajo tu propio riesgo. Las quemaduras son terriblemente dolorosas; dejan cicatrices feas y miserables. ¡Escápate ahora, antes de que sea demasiado tarde! Tira todos los fósforos sexuales y el líquido para encendedores fuera de tu casa. Bota a la basura todo el material combustible. Mantente alejado de cualquier persona que tiente tu corazón o cualquier cosa que te lleve al pecado sexual.

Si eres soltero, busca un mujer piadosa por medios sabios (1 Co 7:2,9). Si estás casado, consolida la parte íntima de tu matrimonio y mata cualquier descontento o amargura (1 Co 7: 3-5; Col 3: 19; Pr 5: 19). El peligro aquí, en nuestra sociedad degenerada, es grande. Asegúrate de estar usando el medio principal de Dios para evitar esta tentación y sus consecuencias.

Y luego ora siguiendo el ejemplo del bendito y sin pecado Señor Jesucristo: “No nos dejes caer en tentación”. Porque ¿quién puede resistir el poder de esta tentación? Solo por el poder del Espíritu Santo puede un cristiano tener la esperanza de caminar en integridad sexual ante el Señor.

Las iglesias del Señor Jesucristo tampoco pueden jugar con fuego sin quemarse. La gran ramera misma, la iglesia madre de Roma, ha cometido fornicación con el mundo durante 1500 años. Su religión es una de libertinaje espiritual y abominaciones. Se te ordena rechazar tales afiliaciones religiosas y no tocar sus inmundicias (2 Co 6:14-17; Ap 18:4). Las verdaderas iglesias de Dios deben rechazar el abrazo del mundo y alejarse de su belleza y adulación mundanas. Es imposible disfrutar de sus placeres mentirosos sin que el celo y el juicio de Dios te quemen como a papel (He 10:30-31; 12:28-29).

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