Proverbios 7:2
“Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi ley como las niñas de tus ojos” (Pr 7:2).
Los buenos padres advierten a sus hijos sobre las mujeres. Salomón advirtió a su hijo aquí (Pr 7:6-27), y le pidió a su hijo que recordara su consejo y lo valorara mucho. Las mujeres prostitutas han dañado a más jóvenes que quizás cualquier otro factor en la historia de la humanidad (Pr 7:26; 23:27-28; Gn 3:12; Ec 7:26). Se les debe advertir con frecuencia a los jóvenes, y ellos deben apreciar las advertencias.
Este proverbio no insiste en obedecer la instrucción paterna, sino en no olvidar o desatender el consejo. El verbo imperativo “guarda” se entiende aquí como atención o respeto a las reglas dadas. Esto se sabe por el contexto anterior (Pr 7:1), el contexto siguiente (Pr 7:3) y la explicación elíptica de “como las niñas de tus ojos” (Pr 7:2).
Cuando se suple la elipsis, el proverbio dice: “Guarda mis mandamientos, y vivirás; y guarda mi ley como las niñas de tus ojos”. La gran tentación que enfrentan la mayoría de los jóvenes es descartar el consejo de su padre sobre las mujeres debido a la necedad atada en sus corazones y la lujuria que arde en sus ojos y lomos (Pr 22:15; Sal 25:7; 2 Ti 2:22; 1 Jn 2:16).
La expresión “niñas” alude a una parte muy delicada del ojo humano, ya que todos los objetos se contemplan a través de esta abertura. Las “niñas” son las pupilas de los ojos, ese pequeño cuerpo globular, muy parecido a una manzana, que se encuentra en el centro del ojo. Tan preciosa como la pupila del ojo es para ver, la ley de Dios lo es para dar y conservar la vida de quien la guarda.
Los buenos padres advierten a menudo a sus hijos acerca de las mujeres fáciles. Salomón enfatizó su peligro en el libro de Proverbios (Pr 2:16-19; 5:1-23; 6:20-35; 7:1-27; 9:13-18; 22:14; 23:27-28 ; Pr 30:20; 31:3). ¿Fue por el fracaso de su padre? (2 S 11:1-27) ¿O por su propio fracaso? (1 R 11:1-8) ¿O fue por Judá? (Gn 38:12-26) ¿O por Sansón? (Jue 16:4-21)
Por naturaleza, un hijo no valora las advertencias de su padre. Se engaña a sí mismo al creer que su padre no tiene contacto con el mundo, que su padre exagera el peligro, que su padre quiere privarlo del placer, que su padre nunca conoció a una mujer deseable, que su padre no tenía deseos sexuales, o que puede escapar de las consecuencias que describe su padre. Todas estas son mentiras peligrosas de un corazón necio y juvenil, y del padre de mentira.
Los hijos deben confiar en los padres y estimar sus consejos y advertencias. Todo padre fue una vez un joven con los mismos deseos y tentaciones. Pero un padre ha sobrevivido a la juventud y ha reflexionado mucho sobre lo que es mejor para su hijo. Tiene en mente el éxito a largo plazo, no los placeres a corto plazo que arruinarán su vida. Los padres aman a sus hijos más de lo que cualquier mujer los amará, incluso una esposa virtuosa. ¡Joven, guarda los mandamientos de tu padre!
Los jóvenes deben resistir la atracción y la tentación de una mujer promiscua manteniendo sus mentes firmemente establecidas en los mandamientos de sus padres mucho antes de encontrarse con esta peligrosa criatura. Una vez que son ligeramente cautivados por la apariencia, la adulación o las ofertas de una seductora, se vuelve casi imposible recordar las advertencias paternales.
Pero, ¿qué hará un joven, cuyo padre no le enseña ni le advierte acerca de tal mujer? Él estará indefenso ante el poder de atracción de su cuerpo y artimañas. Tales padres son cómplices en la destrucción de sus hijos. Aunque pudo haber aconsejado y advertido acerca de muchos peligros, descuidó los más dañinos. ¡Padres, salvad a vuestros hijos!
¡Amigo! Dios tu Padre te ha dado sus mandamientos y su ley. ¿Los guardas como las niñas de tus ojos? ¿Los lees a diario? ¿Meditas en ellos? ¿Te estremeces ante sus advertencias y te regocijas ante su instrucción? ¿O te engañas a ti mismo pensando que puedes olvidarlos o descuidarlos y sobrevivir? No seas un hijo necio.
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