ECLESIASTÉS 9-12



Llegamos a la etapa final de la autobiografía espiritual de Salomón. Respecto a la filosofía, o el estudio de la moral y el sentido de la vida, al que Salomón dedicó mucho de su tiempo, dice: “...he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar [o entender] la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla” (Ec 8:17).

Muchos de los filósofos actuales reconocen que no tienen respuestas claras sobre el significado de la vida. Hay docenas de escuelas de filosofías que discuten entre sí desde la Grecia clásica hasta hoy día para dominar este campo. Los rivales Platón y Aristóteles partieron de puntos opuestos para desarrollar sus divergentes ideas filosóficas. El filósofo Demócrito abogó por la vida sensual y placentera mientras que los estoicos enseñaron lo contrario, diciendo que se debía abstener de lo sensual para vivir bien. Así, hasta hoy día, reina la confusión entre las filosofías; para cada estilo de vida hay una escuela filosófica que los apoya. Sin embargo, no todo es negativo en la filosofía y se pueden rescatar principios y métodos útiles siempre que estén de acuerdo con las Sagradas Escrituras.

Lo que le faltaba al apóstata Salomón y a los filósofos carnales era la revelación de Dios para entender la forma de enfocar correctamente la vida. Como dijo Cristo: “En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas (las preciosas verdades de Dios sobre el propósito del hombre) de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó… porque os digo que muchos profetas y reyes desearon… oir lo que oís, y no lo oyeron” (Lc 10:21). Las grandes verdades no vienen de la filosofía, sino que son reveladas en la Palabra de Dios, que es la auténtica fuente de la Verdad. Como dijo Jesús: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn 17:17). De modo que los grandes principios no pueden ser descubiertos con el razonamiento de hombres carnales o por sus especulaciones vanas basadas en una lógica destituida de la revelación de Dios.

Entonces, ¿cuál es el proceso para llegar a conocer los preciosos principios de vida que eludieron a Salomón y a los filósofos hasta hoy día? Primero, proviene de acercarse con humildad ante la Palabra de Dios (Is 66:2) y escudriñarla sin prejuicios (Hch 17:11). Luego requiere ser llamado por Él, al acercarse a su verdadera iglesia (Jn 6:44) y, tras el arrepentimiento por haber quebrantado sus santas leyes, vendrá el bautismo y la imposición de manos con las cuales recibirás el Espíritu Santo (Hch2:38; 8:15-17). Una vez que se tiene el Espíritu Santo y lo avivas al estar cerca de Dios, esta Santa Persona, dice Dios, nos “guiará a toda la verdad” (Jn 16:13). Dios abrirá la mente para entender sus principios espirituales. Esas verdades son las que los filósofos han estado buscando en vano durante milenios, pero no ha querido someterse a Dios al envanecerse y rechazar la Biblia como autoridad (Ro 1:18-26)

Como le dijo Pablo a los griegos conversos que habían estado saturados de esas filosofías: “...ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios [su Espíritu Santo]. Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo [los líderes filosóficos], que perecen [Platón y Aristóteles murieron, pero Cristo fue el único que resucitó y era Dios en la carne]. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio [algo escondido a los hombres], la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria [los romanos, que estuvieron a cargo de la crucifixión de Cristo, habían adoptado la religión griega basado en sus filósofos y sin embargo, lo crucificaron]... nadie conoció las cosas de Dios sino [por medio] del Espíritu de Dios… Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie” (1 Co 2:4-15). 

Dios le había dado a Salomón una oportunidad para adquirir esa sabiduría divina, y la tuvo por un tiempo, hasta que apostató de la fe (1 R 11:4-12). Como resultado, él admitió: “la sabiduría se alejó de mí” (Ec 7:23).

Tras una larga vida en el gobierno, ahora reconoce que las injusticias que ve a su alrededor son imposibles de erradicar completamente debido a la naturaleza carnal del hombre que no se somete naturalmente a la ley de Dios (Ro 8:7). Dice: “Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento. Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida, y después de esto se van a los muertos” (Ec 9:2-3). El problema humano radica principalmente en su naturaleza carnal y engañosa (Jer 17:9).

Salomón reconoce que, debido a esa naturaleza humana, lo que vemos a nuestro derredor es un sistema imperfecto y que sólo Dios sabe lo que realmente hay dentro de los corazones de los hombres. Por más piadoso que uno piensa ser, Dios es el que juzga, y nada está garantizado para bien en esta vida.

Luego concluye al decir que lo mejor es no complicarse demasiado la vida y gozar de las buenas cosas que nos llegan. No conviene ser muy audaz en el momento equivocado pues nos puede costar la vida, como le ha sucedido a muchos. “Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto” (Ec 9:4). El que quiere ser como el león todo el tiempo y no temer nada ni ser cauto, al no reconocer los peligros y riesgos innecesarios, es muy probable que viva una vida muy corta.

Ahora, no bajo la inspiración de Dios, Salomón declara que no existe tal cosa como un alma inmortal. Dice: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Ec 9:5-6). Salomón razona: “Si existiera un alma inmortal con sus propios pensamientos después de la muerte, sabría algo y estaría consciente”. Pero, equivocadamente, concluye que esas almas “nada saben”.

Como pensaba que nada estaba seguro en la otra vida sino un juicio por parte de Dios (Ec 11:9), aconseja algo que no tiene nada de malo si uno pone a Dios primero: “Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón… En todo tiempo sean blancos tus vestidos [limpios y atractivos], y nunca falte ungüento sobre tu cabeza [buen olor y decoro]. Goza de la vida con la mujer que amas… Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol [la tumba], adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría” (Ec 9:7-10). Son buenos consejos acerca de disfrutar lo bueno y ser diligente en lo que uno hace.

Otra gran verdad que entrega Salomón tiene que ver con el azar y las desgracias. Aunque uno pueda ser muy cuidadoso, no se pueden prevenir todos los peligros y hay que aceptar con fe y valor las desgracias que vienen en la vida. Dice: “Vi además que bajo el sol no siempre es de los ligeros el correr ni de los esforzados la pelea; como también hay sabios sin pan, como también discretos sin hacienda, como también hay doctos que no gustan, pues a todos les llega algún mal momento. Porque, además, el hombre ignora su momento: como peces apresados en la red, como pájaros presos en el cepo, así son tratados los humanos por el infortunio cuando les cae encima de improviso” (Ec 9:11-12 Versión Biblia de Jerusalén). La ventaja que tenemos nosotros es que, si nuestra vida está entregada a Dios, entonces como dice Pablo, “Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse… y a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Ro 8:18-28).

Otro principio que Salomón trata es el daño que se puede hacer cuando uno está en una posición de gran autoridad y se desvía. “Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien. Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable” (Ec 9:18-10:1). Así le ha sucedido a muchos hombres de bien, como por ejemplo, el pecado de David que le costó tanto y la misma apostasía de Salomón que arruinó el reino de Israel. Es una advertencia que hace la Biblia sobre el descuido espiritual, especialmente cuando uno está en un alto puesto. Las consecuencias negativas siempre serán mucho mayores.

Ahora viene una sección de proverbios que ya hemos cubierto en el pasado. Hay algunos nuevos que valen la pena explicar. Uno tiene que ver con el principio de la teoría en contraste con la práctica: “Si muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve el encantador” (Ec 10:11). No importa todos los estudios que hay si al final, no se producen los resultados deseados. La teoría debe ser combinada con la práctica para que dé buenos frutos. No hay que dejarse impresionar o seducir por las teorías astutas, o los vendedores que te prometen el cielo y las estrellas con lo que venden, pero que no se ve así en la práctica.

Otro principio importante surge de lo siguiente: “¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho y tus príncipes banquetean de mañana!... Por la pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de las manos se llueve la casa. Por el placer se hace el banquete, y el vino alegra a los vivos; y el dinero sirve para todo” (Ec 10:16-18). La justicia en ese entonces, como ahora, normalmente se llevaba a cabo en la mañana. Si los gobernantes estaban festejando en vez de juzgando, habría serios problemas de corrupción y de mala administración. Las cosas no se harán a tiempo y habrá muchos sobornos en el país. En cambio, dice, “¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber! (Ec 10:17). De modo que cuando los líderes son hombres virtuosos y disciplinados, todo el país prospera y no se extiende la negligencia o la corrupción.

Salomón advierte que hay que tener mucho cuidado con esparcir chismes o rumores del gobernante, pues él tiene sus fuentes de información que descubrirán a los subversivos. “Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en lo secreto de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra” (Ec 10:19).

Ahora viene una sección que ha dejado perplejo a muchas personas. Salomón dice: “Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra” (Ec 11:1-2). Salomón aquí habla del valor de la inversión. Tal como en un lago, un pescador puede alimentar a los peces con migas de pan hasta que crezcan, se acostumbren al lugar y sean cosechables, así también debe uno procurar invertir en cosas que rendirán más en el futuro. Cristo usó la analogía del siervo que recibe una mina y que la invierte sabiamente hasta que produce diez veces más de su valor original (Lc 19:16). Esto sirve también en la generosidad en las inversiones humanas. Si uno es generoso, primero con Dios y luego con su prójimo, siempre tendrá buena estima y ayuda cuando la necesite. Cristo dijo: “Ganad amigos por medio de las riquezas injustas [sistema del mundo] para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas” (Lc 16:9). De este modo, uno podrá ayudar a otros cuando está en condiciones y otros lo ayudarán a uno también cuando lo necesite. Así se tendrá un buen testimonio en esta vida y en la siguiente (1 P 2:11-12).

A la juventud, Salomón le dice: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad. Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos” (Ec 11:9-10; 12:1).

Este es el equilibrio apropiado para un joven: disfrutar de la juventud sin caer en actividades mundanas que producirán pecados dañinos. Al seguir el Camino de Dios uno puede disfrutar mucho más, sin tener la proverbial jaqueca del día siguiente como los mundanos. Puedes gozar sin sufrir los efectos negativos. Además, hay que vivir el presente sin olvidar el futuro, cuando uno rendirá cuentas ante Dios. Advierte sobre los dos pecados más comunes en la juventud: el enojo o la ira, y los pecados de la carne (Ec 11:10). Si un joven logra sortear estas debilidades sin que lo manchen o lo controlen hasta llegar a ser adulto, tendrá por delante una vida provechosa y bendecida.

Salomón, ya viejo (espiritualmente), ahora relata lo que es la última etapa de su vida, cuando el cuerpo desgastado se acerca a la muerte. Lo describe en forma poética y patética a la vez.

Un punto interesante que vale la pena notar es que cuando dice: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud”, en el hebreo original dice: “Acuérdate de tus Creadores”, pero como los judíos pensaban que esto era una blasfemia, lo pusieron en el singular. El Comentario Exegético explica: “El hebreo es Creadores, en plural, que sugiere la pluralidad de personas, como en Génesis 1:26; asimismo el hebreo en Isaias 54:5, dice “Hacedores” (p. 527). Para ellos esto es inexplicable, pero para nosotros que sabemos que el Verbo estaba con Dios el Padre desde el principio, no lo es. Esta es otra prueba más de que existe esa pluralidad de seres dentro de la palabra “Dios”.

Salomón explica lo que sucede cuando uno muere. “...antes de que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Ec 12:6-7).

Al describir la vida de uno, dice en forma poética que es como si colgara de “un hilo”. Cualquier accidente o desgracia puede cortarla. Esta analogía se debe a que a menudo usaban una lámpara colgada desde el techo con una cuerda fuerte de seda y plata tejida para iluminar el interior de la casa. Todos sabían que, si se rompía la cuerda, la lámpara se hacía añicos, tal como sucede con nuestro cuerpo cuando morimos y es enterrado.

El barro de la lámpara, al romperse, se hace polvo, tal como nuestros cuerpos al morir, pero no todo se acaba allí, pues aquí se revela que es el espíritu dentro del hombre y el alma los que retienen la identidad y todo lo que fue esa persona. El ser espiritual sube a Dios donde es guardado hasta la resurrección. Cristo dijo al morir: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23:46). Pablo aclaró: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida [la partida de su espíritu] está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti 4:6-8).

Salomón acaba con las palabras que resumen sus pensamientos: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad”. Para Salomón, al apartarse del camino de Dios, la vida perdió sentido. Es una advertencia para todos nosotros.

Ahora bien, para no terminar en esta nota pesimista, se le agrega a este libro lo que se llama una nota editorial. Desde el capítulo 1 hasta el 12:8, todo es escrito en primera persona. Pero ahora se cambia a tercera persona el relato. Dice el Nuevo Comentario de la Biblia: “El resto del libro es una edición añadida [Post Scriptum] de un escritor que intenta resumir lo dicho y añade una amonestación. ¿Quiere decir con esto que fue añadido por otra persona o será del mismo autor? Mucho se ha debatido al respecto. El cambio de primera persona a tercera persona sugiere un cambio de redactor, pero no es seguro” (p. 578). 

En la Biblia nunca se menciona el arrepentimiento de Salomón, y en 1 de Reyes, luego de su apostasía, se menciona su muerte sin decir que se arrepintió de sus pecados. Siglos más tarde, en Nehemías se usa el ejemplo del pecado de Salomón para amonestar al pueblo de no mezclarse con mujeres idólatras (Neh 13:26). No se menciona un arrepentimiento tampoco. Sólo Dios sabe a ciencia cierta, pero si nos atenemos a la evidencia bíblica, debemos decir que está en su contra. Todo señala que Salomón se perdió, lo cual es una muestra de que Dios no es parcial ni tiene preferidos en su reino, aparte del Señor Jesús: el único hombre que hizo su perfecta voluntad desde que nació hasta que exhaló su último aliento en la cruz. “El alma que pecare, esa morirá” (Ez 18:4).

El final del libro es distinto, pues describe lo que Dios desea que aprendamos: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ec 12:13-14). Aquí vemos claramente que ya en el Antiguo Testamento sabían que habría una futura resurrección y un juicio para todos. Esto se amplía más en el Nuevo Testamento.

Hay mucho que aprender de este libro. Nos muestra que, a pesar de toda la sabiduría del hombre, uno necesita “perseverar hasta el fin” para obtener la salvación. Las filosofías humanas pueden servir de algo, pero siempre que uno compara sus principios con los bíblicos. Eclesiastés es un libro de filosofía humana que Dios permitió dentro de su Biblia para enseñarnos que, sin Él en el centro de nuestras vidas, toda las riquezas, placeres, poderes e inteligencia terminarán como, “vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Pero con Él acompañándonos, la vida se vuelve preciosa y útil, pues como dijo Cristo sobre su forma de vida, o “filosofía”: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10:10).

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